El enigma de los Reyes Magos
Tras una noche repartiendo regalos por todos los hogares, merece la pena repasar lo que la tradición cristiana y la Historia han contado sobre sus majestades de Oriente
Protagonistas de la ilusión de grandes y pequeños, jueces rectos de la moral individual con veredictos anuales y adoradores elevados a los altares por la Iglesia, los Reyes Magos constituyen el elemento más delicioso de la escasa mitología que aún se sostiene en Occidente. Hoy, tras una noche donde sus majestades han repartido regalos o carbón con salomónica determinación, merece más que nunca la pena recordar lo que la tradición cristiana y la Historia cuentan acerca de estos misteriosos personajes. Adentrarse en tan ilustres y enigmáticas biografías constituye una divertida y amable aventura.
La primera y obvia referencia a los Reyes Magos se encuentra en el Evangelio según San Mateo, que cuenta en escasas líneas el episodio de la adoración: "Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: '¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?' (...) Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María y, postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra". Según el Evangelio canónico, ni eran tres ni eran reyes; el término magos, por su parte, se refiere a la práctica astrológica y astronómica por la que siguieron la estrella que les condujo a Belén poco después del nacimiento de Cristo. ¿Cómo, desde esta breve miscelánea, se ha llegado a la figuración de los monarcas de Oriente Melchor, Gaspar y Baltasar?
La respuesta se encuentra, en gran parte, en la tradición cristiana no explícita en los textos bíblicos. A su vez, buena parte de la iconografía mitológica compartida hoy día por los creyentes (como la inclusión de una mula y un buey en el portal de Belén) tiene su traducción en los Evangelios apócrifos, escritos en su mayoría durante los cinco primeros siglos de la era cristiana y llenos de referencias dedicadas a estos magos. El Protoevangelio de Santiago presenta una narración similar a la de Mateo: "Por entonces sobrevino un gran tumulto en Belén, pues vinieron unos magos diciendo: '¿Dónde se encuentra el nacido Rey de los Judíos?, pues hemos visto su estrella en el Oriente y hemos venido para adorarle". El Evangelio del Pseudo Mateo hila más fino y apunta que los magos adoraron al Niño Jesús cuando éste ya había cumplido dos años (lo que sitúa la escena en el límite de edad establecido por Herodes para la matanza de los inocentes), y además ofrece más información sobre la estrella en el portal: "Había una enorme estrella que expandía sus rayos sobre la gruta desde la mañana hasta la tarde, sin que nunca jamás desde el origen del mundo se hubiera visto un astro de magnitud semejante".
El primer texto que hace referencia a la representación actual de los magos como reyes y con sus respectivos nombres es el Evangelio armenio de la infancia, de origen desconocido aunque traducido al armenio desde el siríaco en el siglo VI: "Y los reyes de los magos eran tres hermanos: Melkon, el primero, que reinaba sobre los persas; después Baltasar, que reinaba sobre los indios; y el tercero Gaspar, que tenía en posesión el país de los árabes". En realidad, la tradición armenia se refiere a un grupo de doce magos procedentes de diversos países gobernados por Melkon, Baltasar y Gaspar.
El Evangelio árabe de la infancia, también de origen siríaco, subraya un aspecto determinante: "Y sucedió que, habiendo nacido el Señor Jesús en Belén de Judá durante el reinado de Herodes, vinieron a Jerusalén unos magos, según la predicción de Zaradust". Este Zaradust, conocido también como Zoroastro o Zaratustra, es el gran demiurgo de la antigua religión persa que, según un manuscrito laurentiano del siglo XIII conservado actualmente en Florencia, dictó una profecía en la que declaró que una virgen daría a luz a un hijo que sería sacrificado por los judíos y que luego subiría al cielo. Y es aquí donde se encuentra la esencia de lo que históricamente pudieron significar los Reyes Magos.
Zoroastro, otro personaje sujeto a fuerte discusión (su nacimiento se sitúa en torno al siglo VI a. C., en diversos emplazamientos de los territorios que hoy ocupan Irán, Kazajistán y Afganistán, aunque posiblemente su nombre no haga referencia a una sola persona, sino a un grupo de maestros), fue el fundador del mazdeísmo, una de las religiones monoteístas más antiguas y todavía practicada en Irán (actualmente en la clandestinidad, por razones obvias). Su oposición al politeísmo le ganó el favor primero de los hebreos (quienes bautizaron al profeta con el nombre Zoroastro: Estrella que resplandece en el horizonte) y de los cristianos después. La presencia de tres altos emisarios del mazdeísmo como adoradores de Cristo representa, por una parte, la rendición de los saberes paganos a la doctrina cristiana, y por otra la incorporación (o suplantación) del zoroastrismo dentro del ideal judeocristiano, que durante la redacción de los Evangelios aspiraba a ser la única referencia monoteísta en Asia mediante la predicación apostólica. Pero por magia, que no quede: ¿han sido buenos?
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