Pedro Guerra | Crítica

Nostalgia dulce como golosinas

  • Pedro Guerra desgranó desde el escenario del CAAC una a una todas las golosinas musicales que compusieron su primer disco.

Pedro Guerra envuelto en la bruma del pasado

Pedro Guerra envuelto en la bruma del pasado / Jorge Grupoete

Sin duda Pedro Guerra exageraba cuando en la noche del jueves, durante su concierto en el ciclo Pop CAAC, afirmó que si metemos en una  batidora a Fito Paez, Silvio Rodriguez y Caetano Veloso, sale él mismo; pero sí se puede decir sin faltar a la verdad que el público disfrutó de su cercanía y de la nostalgia y melancolía de todas y cada una de las golosinas que compusieron, hace ya veinticuatro años, el disco que le dio a conocer y que el año pasado comenzó a recuperar, reeditándolo remasterizado e iniciando después una larguísima gira de conciertos, con la que ha recalado en nuestra ciudad.

Pedro Guerra comenzó su actuación de forma discreta, solamente con su guitarra y su voz, entonando precisamente la canción que da título al disco y a la gira, Golosinas, tras la cual se embarcó en una larguísima parrafada en la que nos explicó qué significa volver a la niñez, a las máquinas de petaco y los lápices Alpino, y sentir de nuevo la felicidad que le supone a un niño volver a disfrutar de todo ello y de cómo ese sentimiento es el motor que impulsa a todo este proyecto. Era, pues, muy lógico, que la canción con la que enlazase esas evocaciones fuese Dos mil recuerdos, para seguir con Greta y volver, con Las gafas de Lennon, de nuevo la vista atrás, a un año 95 en el que pensábamos que estaba en nuestras manos conseguir hacer del mundo un lugar mejor y del que sentimos añoranza ahora que hemos entendido, como repite una y otra vez en esa canción, que no será posible.

Hubo también golosinas amargas, como Todo es desorden y El marido de la peluquera. En medio de ellas, Deseo, con la que los aproximadamente 500 espectadores totalmente diferentes a los que se ven habitualmente en este patio cartujano comenzaron a animarse mucho más a la hora de cantar con Pedro Guerra, cuando este se retiró del micrófono en una clara invitación a ello.

Con Biografía subieron al escenario el bajista Toni Gil y Guille Molina, que se sentó a la batería; con ellos las canciones adquirieron un ritmo mucho más vivo y apreciamos más matices sonoros que le vinieron muy bien a interpretaciones más festivas como Rap/a/duras penas, Hazlos reír o la esperadísima Contamíname, que puso punto final a las canciones de Golosinas. Tras ella Pedro nos recordó algunos de sus éxitos más notables: Pasa, La maestra, precedida por un alegato sobre la memoria histórica y la necesidad de no repetir errores pasados que levantó un aplauso aún mayor que el que acompañó a las propias canciones; Debajo del puente, con un solo de bajo que nos recordó que las canciones no están hechas solo de palabras; el hechizo continuó con un primer bis en el que recuperó Márgenes y Daniela y otro más en el que después de Miedo terminó a lo grande con La lluvia nunca vuelve hacia arriba, que la gente ya desesperaba de poder escuchar y le estaba pidiendo a gritos desde hacía un buen rato.

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