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MÚSICA
El viaje musical de Antonio Orozco comenzó en Triana a la tierna edad de 15 años. Esa en la que soñar es un deber y en la que el camino –todavía inexplorado– ofrece un sinfín de desvíos a lugares insospechados. Con la calle Betis como primer escenario, el de Hospitalet de Llobregat se dio cuenta de que su vida estaba ligada a las cuerdas de una guitarra y a las notas de las canciones que más tarde lo han acompañado sobre las tablas de medio mundo. Esas que ha presentado –una vez más– en La canción que nunca viste. Un álbum en el que Orozco hace una revisión –que sabe a reencuentro con un viejo amigo– de 11 de sus temas más icónicos.
Una vuelta a los orígenes que ha realizado junto a algunos de los compañeros de profesión que estos más de 20 años de andadura le han regalado. Así, vuelve a ofrecer los versos de Estoy hecho de pedacitos de ti junto con Pablo Alborán, Devuélveme la vida con Raphael o Mi héroe con Luis Fonsi. "Es una recopilación de momentos convertidos en un álbum que cierra una etapa importantísima de mi carrera", explica Orozco a este periódico y recalca que ha llegado el momento de plantearse que necesita "tiempo para vivir un poco, para desvivirme también, para escribir, para preparar un nuevo disco. Este ha sido el broche final de todos estos años".
Aunque parezca una despedida de los escenarios, no es la pretensión del artista. Al menos, no a largo plazo. "Paro de viajar, porque llevo 23 años seguidos haciéndolo por muchos países del mundo. Tengo un hijo de 17 años, pero también una niña de 24 meses y necesito que me mire a la cara y vivir para desvivirme minuto a minuto con cada una de las canciones que quiero escribir". Este tiempo indefinido –en el que no se despide ni de sus proyectos televisivos ni de los teatrales– quiere invertirlo en buscar temáticas que puedan interesar a sus seguidores: "Lo más difícil de escribir una canción no es hacerla, sino tener una historia que contar. Cuando sacas un álbum, la gente espera historias bonitas, que conmuevan y que se queden para siempre y, joder, ¿cómo consigo eso si no estoy viviendo?".
Por lo pronto, las composiciones de su último trabajo –esas que han acompañado a más de uno sin siquiera ser consciente– atienden a "un cúmulo de casualidades". El intérprete reconoce que habría sido "imposible" elegir 11 canciones de entre toda su discografía –que pueden rozar las 300–, pero el azar ha interpretado un importante rol. "Pablo Alborán estaba en México y me envió un vídeo suyo cantando Estoy hecho de pedacitos de ti en la avenida Corrientes”, recuerda Orozco y también hace referencia a esa conversación que tuvo "con Pablo López en un avión sobre Por pedir pedí y una serie de versos que se referían a Lorca”. Todas estas estampas son las que han conformado La canción que nunca viste: "Así hemos ido eligiendo a los artistas. Mejor dicho, son las canciones las que los han escogido". En este sentido, hace especial hincapié en que no ha levantado un teléfono para pedirles una colaboración, "más bien han sido algunas conversaciones sobre mis temas las que han desembocado en este trabajo".
Precisamente, que se haya gestado así –de una manera tan orgánica– es el rasgo que sella la singularidad del fin de una etapa marcada por las luces y las sombras, por los altos y bajos, por los estadios llenos y la soledad de las habitaciones de hotel. "Si soy honesto, no tengo más remedio que parar, porque el nivel de exigencia y de compromiso conmigo mismo es bastante alto", asegura.
Algo que tiene claro es que este disco no tendrá giras internacionales. Tampoco habrá conciertos en arenas patrias. El único fue el pasado diciembre para recaudar dinero para el Hospital San Juan de Dios. “Me propusieron hacer un único evento en el Santiago Bernabéu que me hace mucha ilusión y estoy muy agradecido, pero no quiero. Me apetece escribir canciones nuevas que es una responsabilidad muy seria”, aclara el de Hospitalet de Llobregat.
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