Ángel martínez, bailarín

"Es impensable que un bailarín salga de Andalucía sin ayudas"

  • Natural del Coria del Río y miembro estable del Ballet Nacional de Marsella, se despide del Teatro Romano de Itálica, donde representa con la compañía gala la obra 'Métamorphoses'.

La historia de Ángel Martínez es la de muchos bailarines andaluces que militan en las filas de las grandes compañías internacionales. Y es que, como antes Madrid y Barcelona, Europa es hoy el sueño de quienes residen en una tierra en la que vivir como profesional de la danza contemporánea sigue siendo casi una heroicidad. La creación por parte del Centro Andaluz de Danza (CAD) en 1994, al mismo tiempo que la Compañía Andaluza para el flamenco, fue un intento de remediar esta precariedad. Intento logrado en cuanto a la formación de los bailarines, aunque casi 20 años después sigue sin existir ni una compañía pública ni formaciones estables capaces de absorber a cuantos finalizan con éxito su formación.

Fue en esos talleres de tres años que organizaba el CAD, dirigidos entonces (1998) por Ramón Oller y Pilar Pérez Calvete, donde inició su andadura profesional Ángel Martínez, un coriano nacido en 1986 que es, desde 2007, bailarín estable del Ballet Nacional de Marsella, que visitó ayer el Festival de Itálica del que esta noche se despide con la segunda función de su Métamorphoses.

-¿Cómo fue su periplo hasta llegar a Marsella?

-Yo ya bailaba con mi hermana Carmen, que también es bailarina, pero el CAD me abrió las puertas de la danza profesional y le estoy inmensamente agradecido. Cuando terminé los talleres fui elegido para la D.A.N.C.E., un programa europeo que perseguía la formación interdisciplinar de jóvenes artistas y que estaba dirigido nada menos que por Wayne McGregor, William Forsythe, Frédéric Flamand y Angelin Preljocaj. No lo dudé. Me fui a Bruselas y luego un año y medio a Londres con McGregor. Fue una experiencia alucinante a la que nunca hubiera podido llegar sin ayuda. Era impensable salir de Andalucía sin ayuda.

-¿Ayuda institucional, personal? ¿No basta con bailar bien, como en los cuentos?

-Ayuda de todo tipo. A los castings importantes se presentan cientos de bailarines y yo tenía lagunas, como la del clásico, que me hubieran puesto difícil aspirar a algunas compañías. Hoy vivo feliz en Marsella y hablo con fluidez cuatro idiomas, pero me fui con 18 años hablando coriano únicamente. He estudiado mucho y he bailado sin parar, pero nada hubiera podido hacer, no ya sin el CAD y la UE, sino sin el apoyo de mi familia y de una asociación hoy desaparecida, la Fernández Salgado, que apoyaba a los jóvenes corianos como mi hermano Juan Pablo, que es pianista, o yo mismo. A mí me daba un dinerillo al trimestre para que pudiera mantenerme en Bruselas. También tengo que agradecer la grandísima generosidad personal de los coreógrafos para con los jóvenes. Algo extraordinario...

-¿Por eso fue tan difícil para usted elegir entre la Random Dance de McGregor y el Ballet de Marsella a cuyo frente se acababa de poner Flamand?

-Fue muy difícil, pero he de confesar que también me pesó el clima. Después de año y medio en Londres, necesitaba un poco de solito y Marsella es una ciudad llena de sol y de vida.

-¿Pero fue Flamand el que le hizo la mejor oferta profesional?

-En efecto, él me llamó para montar en 2007 la Metamorfosis, el espectáculo que presentamos en el Teatro Romano. Imagínese lo que supuso para mí, con 21 añitos, bailar el personaje de Acteón. Porque todos bailamos todo, pero ése es mi mito.

-Los bailarines de Flamand suelen ser técnicamente perfectos pero más fríos que los españoles, ¿Qué le ha quitado y qué le ha dado el Ballet de Marsella?

-Yo creo que no he perdido nada salvo a mi familia, a la que echo muchísimo de menos. En esencia sigo siendo el mismo, un bailarín al que le gusta moverse a través de la emoción y los sentimientos. A lo mejor por eso estamos en casi todas las compañías europeas, porque somos muy viscerales. Y en cuanto a lo recibido, además de un contrato indefinido, que no es poco, Flamand me dio mi sitio; me deja, como a todos, una enorme libertad para que sea yo mismo. Y no solamente intervenimos en todas sus coreografías, sino que invita continuamente a coreógrafos muy diferentes y ello nos obliga a ser cada vez más dúctiles. Desde que estoy en el Ballet he tenido ocasión de bailar piezas de creadores tan diferentes como Lucinda Child, Emio Greco u Olivier Dubois, cuya idea para la pieza que va a hacer es ocultar a los bailarines y que no se nos vea. Un verdadero castigo para nuestro ego.

-Hizo sus pinitos como coreógrafo en el Maratón de Danza de Madrid con Cartas para Wendy (2006), y con In2, premiado en el Certamen Coreográfico de Madrid de 2007. ¿Le gustaría coreografiar para su propia compañía?

-Por el momento me apetece mucho seguir aprendiendo y ver lo que sucede con el cambio de dirección del Ballet. Frederic Flamand dejará la dirección artística en enero de 2014 y me apetece ver quién llega y con qué ideas antes de tomar ninguna decisión. Por otra parte, Flamand ha dejado una gran gira programada con sus obras más emblemáticas y hay que realizarla. A lo mejor nos vemos pronto de nuevo en Sevilla con su pieza Titanic.

-¿Cómo ve el panorama de la danza y de la cultura en general? ¿También en Francia se sienten las dificultades?

-Hace mucho que salí de aquí y no puedo hablar de Andalucía pero sí veo una tendencia general en todas partes a banalizar la cultura. En Marsella, por ejemplo, que este año tiene la Capitalidad Cultural de la UE, hay más fuegos artificiales que otra cosa...

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios