Humor a quemarropa

La senda del pecado | Crítica

Juan Dávila, buscando público en la Gran Vía madrileña.
Juan Dávila, buscando público en la Gran Vía madrileña.

La ficha

** 'La senda del pecado'. Documental, España, 2025, 67 min. Dirección: Alberto Utrera. Guion: A. Utrera, Carlos Soria. Fotografía: Miguel Ángel García. Música: Rocío Feria. Con: Juan Dávila, Hovik Keuchkerian, Eva Soriano, Virginia Riezu, Jimmy Castro, Eduardo Ferrés.

El arriba firmante nada sabía del fenómeno Juan Dávila (Madrid, 1978) hasta ver este documental sobre su carrera que lo ha convertido, eso dicen, en el comediante que más entradas vende en Europa para sus actuaciones en vivo. Una trayectoria que arrancaba como policía local y que viraba luego contra todo pronóstico, no sin penurias y decepciones, hacia el mundo de la interpretación, los monólogos y la comedia stand-up siempre a contrapelo de la corrección política.

Este documental responde sin duda al producto promocional camuflado de retrato del talento singular de Dávila, un tipo aparentemente amable que se cuenta a sí mismo rodeado de los suyos (amigos, colegas, colaboradores y padres) con la intención de prolongar a través del medio cinematográfico (con más de 100 copias en circulación) lo que primero hizo el boca a oreja y más tarde la magia de las redes sociales, verdadera catapulta para un éxito masivo que lo ha llevado a tener tres millones de seguidores en Instagram y a meter 5.000 personas en el Palacio Vistalegre.

La senda del pecado es, pues, la de una carrera que arrancaba sin apenas público en bares, plazas y fiestas de pueblo de la España vacía y termina con final feliz y giras prevendidas, una carrera marcada por la tenacidad y alguna que otra frustración, por la precariedad y la paulatina construcción de un modelo cómico (para entendernos cercano al de un Ricky Gervais aunque con un plus de improvisación e interactuación con el público) que se mantiene y encandila a sus fans a pesar de las críticas y los ofendiditos, de la censura y el acecho de la cancelación. También es, para qué negarlo, un producto audiovisual de formato limitado, con bastante autocomplacencia y cierta tendencia a lo reiterativo en sus escasos 65 minutos.

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