Un lugar para Ocaña

Se abre hoy en la antigua iglesia del convento de San Francisco de Cantillana un espacio permanente dedicado al transgresor artista, con medio centenar de obras cedidas por la familia

Ocaña, tocado con peineta, mientras se maquilla en una imagen de 1978.
Ocaña, tocado con peineta, mientras se maquilla en una imagen de 1978. / Marta Sentís/ Museo Reina Sofía
José María Rondón

09 de febrero 2018 - 08:58

Sevilla/Ocaña asentó vuelo y disparate en su pueblo, de donde sacó el combustible para su caldera: las procesiones, los velatorios, las viejas, el sexo. Pero de allí se marchó pronto, asfixiado, a Barcelona, cuando la capital catalana comenzaba a convertirse en un hervidero de todo lo nuevo. Eso sí, regresaba a Cantillana a menudo para pintar, ver a la familia, estar con los amigos, pasar las fiestas. Allí le pilló inesperadamente la muerte al incendiarse su disfraz de sol tras un desfile infantil. Para entonces ya había acumulado una biografía tremenda, desconcertante, impaciente, generosa.

En el último verano de su vida, Ocaña (1947-1983) dejó a golpe de abanico al periodista Francisco Correal una declaración de amor casi expresionista que alguien, con buen juicio, debería colgar a la entrada del municipio: "Me gusta mucho ser de pueblo, y ser de este pueblo, donde unos me quieren y otros me critican. Cuando vengo, una vieja se acerca y me dice: 'Pepe, eres lo más lindo del mundo'. Se da la vuelta y comenta con la vecina: 'Ya ha vuelto el mariconazo ese'. A mí me da igual, porque sé que si la gente pierde el sentido de la crítica todo se acabará".

El contenido del centro apuesta por la pintura, exhibida en lo que fue un espacio sagrado

Así que ahora, a modo de deuda pendiente, echa a rodar en Cantillana el Centro de Interpretación Ocaña (CIOC). El espacio cultural ocupa la iglesia del antiguo convento de San Francisco, donde se han resuelto espacios, humedades y problemas de iluminación tras la inauguración en falso perpetrada en 2015. El proyecto, que abre sus puertas hoy, viene a ser la línea de meta de una iniciativa ciudadana, acompañada desde el Ayuntamiento y rubricada al final por la familia del artista, que ha cedido generosamente -una vez más- más de medio centenar de obras.

Al nutrirse de esos fondos, el contenido del centro se inclina ampliamente hacia la pintura de Ocaña, allí donde también han incidido algunas de las más recientes citas dedicadas al artista. Sin ir más lejos, la exposición Ocaña. La pintura travestida, que pudo verse de junio a septiembre en el Espacio Turina de Sevilla. Claro que ahora muchas de las obras ganan una poderosa lectura al colgar de las paredes de una antigua iglesia, espacio que ya usó el artista en La primavera (capilla del Hospital de la Santa Cruz de Barcelona, 1982) y Flors i Romaní (capilla de la Misericordia, Palma de Mallorca, 1983).

Ocurre así con el lienzo de grandes dimensiones, Mi velatorio (también llamado Premonición), que domina en solitario la pared del altar mayor, o los óleos Velatorio y Autorretrato con bombín, que ocupan el hueco de las capillas laterales. La contundencia de estas piezas contrasta con otras de menor tamaño, como los dibujos de las series Paliza y detención y Galicia y la acuarela dedicada a la prostituta María de las Ramblas, representada con corona y rodeada de ángeles, donde puede leerse un texto anotado de su mano por el artista: "La tristeza de tus ojos…".

Pero, como toda la obra de Ocaña tiene algo de vida en exhibición, basta asomarse a algunas de ellas para arañar más biografía. Los cuadros, por ejemplo, están llenos de autorretratos y de retratos de los amigos, de los familiares, de los amantes. "Muchos de sus cuadros no son otra cosa que rostros maquillados sobre lienzo. Lo primero que solía pintar eran los ojos del personaje con sus sombras de colores en los párpados, luego sus pómulos resaltados con colores estridentes, las bocas rojas… y lo demás iba emergiendo poco a poco", ha visto con acierto Nazario.

En la entreplanta del coro, los diseñadores del espacio -José Naranjo, Fernando Usero y Antonio López- han optado por recrear el estudio del pintor, con su caballete y algunos elementos de trabajo, y colgar las fotografías, algunas de ellas tomadas por Marta Sentís y Colita, que dan testimonio de sus exposiciones y de algunas de sus actuaciones callejeras. También se exhibe el juego completo de imágenes que el fotógrafo José Julio Benavides tomó del carnaval de la Alameda en 1979, custodiadas hasta ahora en el archivo del sindicato CC OO.

Aquella fiesta sevillana terminó prohibida por el Gobierno Civil ante el escándalo originado por un cartel que, utilizando el escudo de Andalucía, representaba "a Hércules como un maricón rampante y a los leones mitológicos como dos perros sarnosos", según informó la prensa conservadora. Ocaña pronunció el pregón del carnaval vestido "a la primavera Boticelli", según declaró, en el que empleó "más de cuarenta metros de tela blanca y cuatro noches sin dormir". El artista, que iba y venía vestido de Virgen María, coronó allí a una niña de siete años como reina de la celebración.

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