Manuel Bohórquez: "Si yo fuera cantaor me importaría un pito lo que dijera un crítico"

El legendario crítico e investigador flamenco publica 'Memorias del pellizco' (Colibrí Ediciones, 2025), sus recuerdos de 50 años de profesión; un compendio de sabiduría jonda, vivencias junto a los grandes artistas de su tiempo, penalidades del oficio y guasa flamenca

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Manuel Bohórquez con sus memorias entre manos a la orilla del Guadalquivir en Coria
Manuel Bohórquez con sus memorias entre manos a la orilla del Guadalquivir en Coria / Alejandro Medina

Desde cualquier esquina del mundo flamenco destaca la figura gigantesca de Manuel Bohórquez. Esforzado biógrafo de los primeros artistas flamencos, letrista, fundador de peñas y festivales, locutor y, sobre todo, uno de los críticos más rigurosos y polémicos; nos recibe a la orilla del Guadalquivir, donde su porte de patriarca encaja con el campo que adora, unos días después de presentar sus memorias y dirigir su última aventura: Guirijondo, el festival donde los extranjeros dan el cante -del bueno- en su Palomares natal.

Pregunta.Alguna vez ha confesado que, al descubrir que no valía para cantaor, se hizo crítico por venganza. Ahora que se ha jubilado, ¿entendemos que ha saldado la deuda?

Respuesta.Qué va, ahí sigo -ríe-. Reconozco que he sido muy duro en ocasiones, algunas de mis críticas las cambiaría, y mis libros de investigación los reescribiría por completo, porque ahora hay mucha más información digitalizada y yo mismo he mejorado mi escritura. Pero, con respecto a decir lo que pienso, eso no va a cambiar.

P.¿Para qué cree que sirve la crítica, cree que es tan influyente como se piensa?

R.Si yo fuera cantaor hoy día me importaría un pito lo que dijera un crítico. Con las redes sociales el artista ha prescindido de la prensa, no la necesita porque ya tiene sus seguidores. Además, los críticos ya no van a ningún sitio si no es cobrando por presentar el festival, porque la crítica está muy mal pagada. Yo iba a todos lados incluso cuando no cobraba.

En Sevilla interesa cada vez menos el flamenco

P.¿Cuáles son las virtudes de un buen crítico?

R.Afición, conocimiento y honestidad. Hay que saber identificar los cantes, con el baile y la guitarra igual. Esto es como una carrera universitaria, por eso entiendo que nadie quiera pasarse la vida estudiando para que luego cobres 15 euros por texto y siendo el eterno colaborador, como fue mi caso. Y finalmente ser incorruptible. No creo en el compadreo con los artistas, aunque he sido muy amigo de muchos de ellos.

P.La crítica sevillana ha sido legendariamente dura.

R.Es una ciudad muy antigua y muy expresiva, eso a priori le da criterio. El caso de Madrid es diferente, allí la exigencia viene de ser la capital. Con los toros pasa igual.

P.No obstante, en su libro reitera que la capital andaluza ha perdido la primacía flamenca.

R.La historia del flamenco empieza en el eje entre Cádiz y Sevilla, pero en esta ciudad el flamenco interesa cada vez menos. Hay un desconocimiento tremendo. Por ejemplo, la Bienal nunca ha puesto en valor figuras como las de Silverio, que es el inventor del asunto, y lo hizo todo aquí. Además, Sevilla se está quedando sin maestros del cante: quedan José de la Tomasa y Aurora Vargas, nada más. En Huelva, en Cádiz y Málaga se han preocupado y les está dando frutos: abren peñas y cada vez hay más artistas de allí. Y en Jerez es que todo es flamenco.

P.Otro de sus caballos de batalla históricos es precisamente la Bienal, que vio nacer, y a la que sin embargo ha dejado de asistir.

R.Me cansa mucho, los aficionados no van tampoco, porque siempre es lo mismo. Además, de qué sirve este festival que cuesta un dineral si luego los espectáculos no giran por el mundo. La haría más corta, solo con las auténticas figuras, espectáculos que puedan girar por todas partes, y la dotaría de actividades culturales que difundieran la historia flamenca en la ciudad, que vive de espaldas a la Bienal.

P.Ha pasado una vida investigando en los padrones y actas de bautismo quiénes eran realmente los pioneros de lo jondo, y por ello asegura que en el flamenco casi todo sigue siendo mentira, pura fantasía oral: ¿qué mitos se le han caído?

R.Si queremos saber cómo y quién creó el flamenco, las instituciones tienen que aportar fondos para que los investigadores encuentren los nombres y apellidos de los artistas en los archivos y hemerotecas, como yo hice con El Planeta, que efectivamente era tatarabuelo de Caracol. Me he gastado casi todo lo que he ganado en investigar por mi cuenta. Y he descubierto, por ejemplo, que ninguno de los primeros cantaores profesionales era gitano. Por ello me han acusado de antigitanista, y nada más lejos de la verdad, mis mejores amigos son gitanos, pero la realidad es la que es y mi obligación es decirlo.

Me amenazaron de muerte por premiar el baile de La Yunko

P.¿Es el flamenco un arte politizado?

R.Llevamos años reclamando que los políticos doten de presupuesto a nuestra música, pero claro, cuando lo han hecho, han querido intervenir. Yo creo que ese direccionismo de los políticos no es bueno, pero es inevitable. Ahora mandan ellos.

P.¿Es el flamenco especialmente machista?

R.En la medida en que esta es toda ella una sociedad machista. Pero en ese sentido, el flamenco ha dado una lección a otras músicas como el jazz o la música clásica. Las mujeres han creado y liderado el flamenco desde su origen a la par con los hombres: la Serneta, La Trini, María Borrico… Por no hablar de la Niña de los Peines, que es la artista más importante de todos los tiempos. A mi me han llamado mucho machista, pero creo que un machista no le dedicaría una biografía a ella.

P.En Memorias del pellizco leemos las interioridades de su relación con la mayoría de grandes figuras de los últimos tiempos, pero dos nombres destacan por encima del resto: Enrique Morente y Antonio Mairena.

R.Morente me cautivó con su aire rockero, que luego imitó Camarón. Yo fui el primero en decir en TVE que Morente era un genio, mucho antes de ser amigos. Al igual que Mario Maya, fue un genio no por ser el mejor en todo (a mi por seguiriyas me duele más Chocolate, claro), sino porque su visión del flamenco lo cambió todo. Estoy de acuerdo con él en eso de que me gusta el flamenco desde la cultura. Con respecto a Antonio, te diría que empecé siendo mairenista porque entonces parecía que no había otra, daba caché. Luego me di cuenta de que Antonio no era realmente un investigador del flamenco, más bien arrimó mucho el ascua a su sardina y ninguneó a algunos compañeros por sus convicciones gitanistas. Pero proyectó concienzudamente una obra discográfica que aportó un orden enciclopédico del cante y una altura artística que siguen siendo vigentes.

P.Internet ha cambiado el acceso al flamenco, ¿también ha cambiado la forma de cantar?

R.Hoy en día todos son imitadores, no hay sello personal. Con internet, copiar es fácil. A mí el único cantaor que me levanta de la silla es El Pele, porque es imprevisible.

P.Un flamencólogo que ha buceado en las raíces de lo jondo ha acabado por dirigir un festival protagonizado por guiris. ¿Qué papel depara a los extranjeros en este arte en los próximos años?

R.No podemos pegarnos dos siglos sacándoles el dinero a los guiris en las clases y pretender que nunca pasen a primera línea. Lo de Guirijondo es un festival pionero, que llama la atención de todos los medios… menos los sevillanos. No es una idea peregrina, la realidad es que entre los extranjeros hay mucho nivel. Pero para ellos sigue siendo muy difícil, hay rechazo. A mi me llegaron a amenazar de muerte por formar parte del jurado que premió a [la bailaora japonesa] La Yunko con el premio Desplante en las Minas.

P.En sus memorias abundan momentos de precariedad laboral y dificultades personales; ¿nunca tuvo la tentación de abandonar y retomar la albañilería?

R.Yo venía del analfabetismo y los andamios. Cuando lo dejé todo para dedicarme a escribir, mi madre me preguntó de qué iba a vivir, si no cobraba ni en el periódico ni en la radio. Viví de lo que pude, a veces las pasé canutas, pero acabé consiguiendo que por primera vez un flamenco escribiera diariamente en la sección de opinión de un periódico. Ese es mi legado.

P.¿Esas fatigas le han aportado ese pellizco que todo el mundo parece reconocer en los textos de Bohórquez?

R.Diría que sí, creo que es muy difícil contar la pena si no la has sentido nunca. Mi vida no ha sido fácil y siempre he transmitido mis sentimientos al papel, en ese sentido sí he sido muy flamenco.

P.Penas como las del cantaor El Carbonerillo, su artista fetiche, con el que cierra sus memorias.

R.Necesito escucharlo cada cierto tiempo, y siempre acabo llorando. Su vida fue una tragedia y la cantó tal cual. Cuando murió a temprana edad, su madre compró todos sus discos y los partió, porque no soportaba escuchar su voz en los gramófonos de las tabernas. Su vida es de película. Le hice una biografía como pude. De toda la historia me quedo con él y con Morente.

P.Siendo tan emocional, sus pasiones han debido ir más allá del flamenco.

R.Me apasiona la música, en especial el jazz y la música clásica; los libros… y los animales. Tengo cuatro gatos y tres perros, pero montaría un refugio con todos los bichos del mundo.

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