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Juan Pérez Floristán | Pianista

“Hay más melómanos que nunca”

  • El músico hispalense acompaña y dirige a la Orquesta Sinfónica de Sevilla, el próximo jueves, en el Teatro de la Maestranza, en una sesión protagonizada por Mozart

Juan Pérez Floristán, tocando el piano.

Juan Pérez Floristán, tocando el piano. / Juan Calor Vázquez

–¿Qué va encontrar el público que acuda el 19 de mayo al Teatro de la Maestranza?

–Me va a encontrar tocando y dirigiendo, pero sobre todo va a encontrar a Mozart. Yo, como público, no he tenido la oportunidad de escuchar dos conciertos seguidos de Mozart, y además tan sumamente diferentes. Tenemos una imagen muy unidimensional de Mozart, y no es así. Era capaz de crear desde las profundidades de la tragedia más telúrica, como es el Concierto para piano en Re Menor, Número 20, o un Concierto como el 17 en Sol Mayor, donde se muestra luminoso en cada compás. Y Mozart crea estas obras al mismo tiempo, no tiene nada que ver con estados de ánimo o similar, tiene que ver con su capacidad, la de un genio. A nivel personal, quiero ofrecer una velada íntima, dentro de lo que supone estar en el Maestranza, porque voy a tratar de poner en valor el lado camerístico, cercano y familiar del repertorio.

–¿Cómo ha sido su reencuentro con Sevilla, tanto a nivel emocional como profesional, tras varios años residiendo en el extranjero?

–La primera fue, como se suele decir, en la frente, ya que me encontré con la pandemia. Eso es lo primero que hice cuando regresé a Sevilla: confinarme. Y menos mal porque lo hice con mis padres, que tuvimos una fantástica convivencia. Y con respecto a la ciudad, un reencuentro maravilloso porque, aunque sea un cliché, en Sevilla se vive muy bien. Y mejor ser viviría si no hubiera tantos turistas. Entiendo que es un recurso que genera dinero, pero esta ciudad ha perdido autenticidad. En los diez años que he estado fuera, lo he ido notando. Fuera de eso, en Sevilla está mi familia, mis amigos y es el lugar donde crezco como persona.

–En su página web hay algunas reflexiones e ideas que llaman la atención. Como por ejemplo: todas las obras están inacabadas y los intérpretes son incapaces de completarlas. ¿Cuál es la verdadera misión/objetivo del intérprete, cuál es el “valor añadido”?

–Yo no emplearía el verbo añadir, ya que lo considero como un punto de partida equivocado. Si vamos con la idea de que tenemos que añadir algo, que tenemos que ser originales, mal inicio, porque partimos entonces de una comparación. Es como si a un cuadro de Velázquez le añadimos cosas, un bigote a una Menina, y aquí una Vespa, y no es eso. Parece que me voy a poner religioso, con lo que voy a decir, pero no: el intérprete viene a encarnar y corporeizar algo que sin nosotros no existe. Muy atados por la partitura, que dicta las reglas. Es como decir que existe el ajedrez, y no, existen las reglas, y cada partida es única. La partitura es como un manual de Ikea, que no es un mueble, es un manual. El intérprete debe estar atento y alerta siempre, y llevar al mundo físico estas ideas, actualizandolas frente al público. Porque somos eso fundamentalmente, el eslabón físico entre el creador y el público.

–Destaca por su juventud (1993) dentro una concepción musical que no especialmente de jóvenes. ¿Hace falta una pedagogía diferente para acercar el música clásica a la juventud? ¿Se puede escuchar a Beethoven o Brahms por la mañana y a Rosalía o a Vetusta Morla por la noche?

–Se le puede explicar perfectamente a la juventud, otra cosa es que no haga caso. Cada edad y etapa de la vida tiene sus querencias. Yo creo que hay retos más importantes que atraer a los jóvenes a las salas de conciertos, como por ejemplo el definir un modelo de espectáculo. Porque la música, su puesta en escena, es un espectáculo. La música como tal no está en crisis, están las partituras y las personas que aman la música. Pero sí está en crisis el modelo. Y partamos de una realidad, hoy existen más melómanos que nunca. El porcentaje de personas que conocen las nueve sinfonías de Beethoven, en más de una versión, en todo el mundo, es muy superior al de hace sólo cien años. Si comparamos la música con el cine, este está sobreviviendo gracias al streaming y las grandes plataformas, que no es lo mismo que ir al cine, pero genera dinero. Parece que, de momento, para que eso mismo lo haga la música no hay respuesta.

–¿Le interesa la música contemporánea, las denominadas músicas populares, como el Rock, el Pop o el Hip Hop? ¿Se plantea alguna incursión?

–Sí, me encanta la música actual. Yo creo que un artista está condenado a ser contemporáneo, y como mínimo me interesa, y mucha de ella me fascina y me emociona. Ya he colaborado con el pianista Andrés Barrios, pianista de jazz de Utrera y hemos hecho duetos de piano que vamos a seguir repitiendo seguro. Es jazz clásico, pero con un toque muy moderno, latino. Me encantaría hacer más incursiones en este sentido y tocar con bandas de rock progresivo o de electrónica, pero mis conocimientos tienen un límite. Con disfrutar esta música me siento satisfecho.

–A pesar de todos los éxitos que ya ha cosechado, puede que empujado por el geógrafo que fue su abuelo, sigue buscando nuevas coordenadas: la interpretación, la escritura… ¿Necesita de más formas para expresarse?

–Sí, busco otras formas de expresión y fuentes de creatividad, por decirlo de algún modo. Pero sobre todo me gusta investigar e ir al meollo de lo que es la creación en sí misma. Veo el acto creativo como un poliedro de muchas caras y eso me parece fascinante, porque cada cara de ese poliedro son las diferentes artes, o las diferentes maneras de crear. Además, he descubierto que se aprende mucho iniciándote en un proceso creativo desconocido.

–Vuelvo a su web, en la que leo: “el arte es la expresión más humana que existe. El arte es política.” ¿Puedes ahondar en esa idea?

–La definición de política no es la partidocracia. Es decir, un sistema en el que se delega el poder, se vota periódicamente, etc, etc, hasta que se constituye un Gobierno y demás. Y que es un modelo estupendo y maravilloso, pero no me refiero a eso, que es algo contingente. Me refiero a la política en su acepción más humana. La política es la capacidad de transformar tu entorno, y la relación entre los seres humanos. Y si el arte es una expresión humana, que te emociona, eso es política. Los regímenes dictatoriales, el nazismo o el estalinismo, por ejemplo, prohibieron la composición de sinfonías, que no llevan letra, ¿por qué? Porque esas obras interpretaban el mundo, y no hay nada más liberador y desestabilizador que una persona con ideas. Hay muchos artistas que no tienen grandes ideas, pero con su arte hacen pensar.

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