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Xavier B. Fernández. Escritor

"Aquí se tiene miedo a estar en una lista"

  • El autor publica con Alianza 'El amante de la mujer árbol', Premio Unicaja Fernando Quiñones de Novela.

Cuando habla de El amante de la mujer árbol -la novela que le ha valido el XV Premio Unicaja Fernando Quiñones-, Xavier B. Fernández insiste en que no es un mero acercamiento a la Guerra Civil. Y es cierto: la historia de Liberto, su protagonista, no es sólo la Guerra Civil como la historia de Ulises no es sólo la guerra de Troya. Como Ulises, tras la guerra, Liberto se ve sumido en una realidad que mezcla, a cal y arena, crudeza e imposibles de corte mágico. Y, como en Ulises, el retorno a Ítaca se termina adivinando tan temido como ansiado.

"Los exiliados o quienes pasan mucho tiempo fuera de su lugar de origen terminan descubriendo que el retorno es imposible -apunta Xavier B. Fernández sobre la idea que le movió a escribir esta historia-. Terminan descubriendo que esa tierra ya no es su tierra, porque no han estado ahí para ir cambiando con el lugar. Y quería plasmar esas sensaciones".

El amante de la mujer árbol al que da voz el autor catalán se inspira en un exiliado retornado del que Fernández supo durante sus años de estudiante en la Autónoma de Barcelona, en la década de los 80. Sólo que en la novela, el protagonista es asturiano: "Al principio, pensaba que fuera cántabro -comenta Fernández-, pero al documentarme un poco, vi que la Revolución de Asturias fue el prólogo de la Guerra Civil y me pareció muy interesante incluirlo, que participara en ella con todas las historias de fondo, asimilando un hilo de lucha revolucionaria que llega hasta nuestros días. De hecho, una de las peculiaridades del libro está en la inclusión del bable en algunos de los pasajes".

A través de los ojos de Liberto no sólo vemos, sin embargo, las revueltas mineras, sino también la resistencia de Madrid, la columna Durruti, el frente de Aragón o incluso los campos de concentración de la frontera francesa: "Los dos consejos que el protagonista recibe de Buenaventura Durruti -explica Fernández-, que nunca deje de formarse y que hasta en el dolor tiene que haber decoro, podría haberlos dado en realidad, los dijo alguna vez. Tanto Durruti como los anarquistas de aquella época ponían mucho acento en la formación. En aquellos tiempos, leyendo sobre la República, uno puede ver que había programas de estudios, de formación: eran bien conscientes de que la libertad viene por el conocimiento... Un concepto que se ha ido perdiendo un poco. El mismo Durruti no tenía ninguna formación cultural, pero siempre estaba leyendo libros de historia, de geografía física... o, al menos, eso dicen sus biógrafos".

Si el personaje de Liberto tiene visos de realidad, el de la mujer árbol -la mujer aquejada de gigantismo que Liberto encuentra durante sus años en Brasil- es, por el contrario, un personaje "totalmente simbólico, que personifica ese desarraigo en un grado extremo. Conecta enseguida con Liberto, porque ninguno de los dos tiene raíces. Y era casi obligado introducir un elemento medio mágico, o más bien de realismo mágico, una vez que aparece la selva suramericana", indica el autor.

Señala el sinsentido del mito del buen salvaje que asoma de tanto en tanto: "Los mal llamados salvajes presentan nuestras mismas mezquindades -comenta-. Pero, tal vez por aquello tan recurrente de la nostalgia del paraíso perdido, nos inventamos que hubo un pasado ideal, un estadio en el que el hombre aún no se había corrompido, que nunca existió. Cuando, en realidad, en ese estado teníamos miedo de todo, vivíamos poco, sufríamos mucho... No son tampoco los parámetros ideales para sacar lo mejor de cualquiera".

Tanto la biografía como el discurso de Liberto no son los de un hombre perfecto pero sí encierran una crítica absoluta contra la tibieza: "Hay ocasiones -dice el protagonista- en las que ser neutral es dar la razón a los que tienen las posiciones de explotación. Hay veces que una vida honrada y modesta es la mayor de las cobardías".

"Hay ocasiones -dice el autor- en las que hay que escoger de qué lado estás. Dejar de lado no es la opción, porque la alternativa que nos va a traer es peor. Creo que esto es algo más acusado en la sociedad española. La gente que vivió la República, por ejemplo, estaba bastante movilizada: casi todo el mundo tenía un carné de partido o de sindicato en el bolsillo. Pero luego, las listas de afiliados se usaron mucho con fines represivos, y surgió el miedo al que el nombre de uno esté en una lista. Eso ha quedado ahí, el no significarse, y ha desmovilizado mucho. La militancia en sindicatos es ridícula, por ejemplo, y antes de la dictadura el 90% militaba en uno. Y eso nos lleva a la situación en la que estamos ahora".

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