Arte

Gómez Losada: otra manera de sentir lo trascendente

Miguel Gómez Losada (Córdoba, 1967), fotografiado ante una serie de su exposición.

Miguel Gómez Losada (Córdoba, 1967), fotografiado ante una serie de su exposición. / Juan Carlos Vázquez

Figuras con atuendos medievales de las que no se alcanza a ver el rostro y que parecen extender sus brazos a algún dios, vasos de cristal finamente tallado, el prodigio secreto del mundo resumido en concisos y expresivos apuntes: un pájaro, una flor, una cruz. En Azul gaviota, la exposición en la que Miguel Gómez Losada reúne su obra última y que acoge la sevillana Di Gallery hasta el 9 de diciembre, el cordobés defiende en sus creaciones una austera espiritualidad, articula una liturgia en la que el silencio y el recogimiento se imponen como otra forma de poesía.

"Mi trabajo obedece a alguna pulsión espiritual, pero la manera de representarlo escapa de todas las religiones. Hay otra manera de sentir lo trascendente", asegura Gómez Losada, que se percibe a veces "como un misionero, como si la pintura fuera mi Evangelio". Ese interés por lo divino, sopesa el artista, ya atravesaba sus lienzos "en los 90, cuando trabajaba un lenguaje vegetal, y el movimiento de las hojas reflejaba  estados de ánimo. Pero hice un mural y acabé harto del tema, y empecé a pintar inspirándome en fotografías".

Gómez Losada, que ofrecerá hoy miércoles a las 19:30 una visita guiada en la galería de la calle Muro de los Navarros, cree que los artistas muestran sólo un fragmento de sí mismos, una esquirla de su personalidad. "Todos somos poliédricos, y un pintor decide qué perfil quiere compartir de todas las caras que tiene. Yo puedo ser hedonista, pero elijo centrarme en mi parte espiritual. Toda tu persona no cabe en un cuadro", sostiene.

Otra de las salas de Di Gallery. Otra de las salas de Di Gallery.

Otra de las salas de Di Gallery. / Juan Carlos Vázquez

Azul gaviota, que ocupa las dos salas de Di Gallery, es el ejercicio de libertad de un autor que intenta "escapar del estilo. La geometría, la abstracción, se me presentan como tendencias del siglo XX. Yo no quiero ser un revisionista, eso no me estimula nada. Me interesa más contar historias, proponer situaciones. Si en un cuadro que estoy haciendo detecto un estilo muy marcado, lo borro", confiesa Gómez Losada, quien reivindica que el subrayado resulta incompatible con la autenticidad. "Ya somos únicos, no hay que sobreactuar, y cualquier intento de originalidad es sobreactuación", expresa el pintor, que asegura que "si tú pintas un anhelo, ese anhelo ya es propio".

Gómez Losada traduce su búsqueda espiritual en referencias medievales o motivos de la cultura japonesa, acude "a cosas que están lejos en el tiempo y en la geografía", una manera de militar en lo contemporáneo que aprendió, dice, del cine de Ingmar Bergman. "El séptimo sello transcurre en un escenario de fábula medieval, pero es una película del siglo XX. Bergman, y Tarkovski, me ayudaron a entender que la contemporaneidad puede dar saltos en el tiempo", apunta un creador que valora "la fantasía, que siempre sale perdiendo en la Academia. Cuando se desarrolló el sistema de becas en España, se apreciaba mejor el proyecto que no fuera fantasioso, porque si recurría a la imaginación parecía que tenía menos rigor. Pero a la pintura, que es una disciplina hecha a mano, no se le puede pedir el rigor de la arquitectura, por ejemplo. Es otra historia".

Neo Rauch, un nombre destacado en la escena artística europea, ha escrito un texto para Azul gaviota en el que describe la pintura de Gómez Losada como "afectuosa, podría ser un poema de amor por enviar". El alemán conoció al andaluz en 2014, y se sorprendió al adentrarse en su universo y toparse con un paisaje nublado, que "con la luz propia del sur de España, pintara la penumbra del norte".

"Ya somos únicos, no hay que sobreactuar, y cualquier intento de originalidad es sobreactuación", expresa el pintor

A Rauch también le asombra la contención que caracteriza las obras de Gómez Losada. "No me gusta el ornamento", suscribe el cordobés. "No tengo la presión por llenar todo el cuadro, las zonas que no están pintadas equivalen a un silencio". Es ahí, en esa parquedad callada, en el tamiz sosegado por el que se filtran los sentimientos, donde brota el lirismo. "Tienes que canalizar tus emociones para lograr un artefacto poético. Nunca puedes quedarte en lo literal", concluye el artista, que publicará próximamente la segunda edición de su Diario de pintura, editado en 2022 por el sello Cántico.

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