La mujer y el vacío

La soledad del ser | Crítica

Periférica publica 'La soledad del ser', sobrio y emocionado discurso por la igualdad entre géneros, con el que la sufragista Cady Stanton se despidió de la presidencia de la Asociación Nacional Estadounidense por el Sufragio Femenino en 1892

Las sufragistas Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Antony
Las sufragistas Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Antony
Manuel Gregorio González

01 de octubre 2023 - 06:00

La ficha

La soledad del ser. Elizabeth Cady Stanton. Trad. Ángeles de los Santos. Periférica. Cáceres, 2023. 64 págs. 9 €

Este discurso de la sufragista norteamericana Elizabeth Cady Stanton fue pronunciado en 1892 ante diversos auditorios, y fue también su última intervención como presidenta de la Asociación Nacional Estadounidense por el Sufragio Femenino. No es difícil imaginar que el valor principal de esta pieza reside en la solidez argumental con que la señora Stanton defiende la paridad entre los sexos. Y ello -antes al contrario- sin que la intensidad emotiva con que razona y pauta sus palabras resulten un estorbo. Hay, sin embargo, otro aspecto relevante de este discurso, que viene destacado desde su propio título: Stanton sitúa en “la soledad del ser” el hecho radical que iguala a hombres y mujeres. Y es con esa orfandad extrema con la que justifica que cada cual se defienda por separado, con todas las armas a su alcance.

Stanton también militó en el abolicionismo, con resultados desiguales

Las armas a las que hace referencia Stanton son la educación y los derechos civiles, de los que la mujer solo ocasionalmente disfruta. Entre los derechos vedados está el de elegir a sus representantes o el de resultar electa. Pero no solo. Stanton militará también en el abolicionismo, con resultados desiguales, según se nos informa en la cronología adjunta. Sea de un modo u otro, es en la cuestión de la formación, de la completa construcción del ser humano, donde Stanton insiste con gravedad y entusiasmo. Ello conducirá a la sufragista a conclusiones perfectamente razonables que hoy quizá no sean bien recibidas. Stanton aboga por no reducir la educación del alumno a las materias que lo faculten para un futuro oficio (p. e. ama de casa). Según Stanton, el ser humano necesita de todas sus facultades, robustecidas por el cultivo del intelecto, para saber enfrentarse, llegado el caso, al dolor, el infortunio y la muerte. De ahí podríamos inferir tanto una púdica compasión por el débil como una concepción bélica de la existencia. La naturaleza del debate, sin embargo, atañe principalmente a la razón, al individuo, a la utilidad del derecho y a la necesidad de justicia.

Visto desde la actualidad, es un puritanismo desacostumbrado el que acaso despierte nuestra congoja. No obstante, es con una razón irreprochable y con una lóbrega y consciente valentía, como la señora Stanton reclama, para su siglo, el lugar correcto de la mujer, su adormecido músculo derechohabiente.

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