Crítica de Teatro

La música dulcifica la tragedia

Estrenada en 1991, en la sala La Imperdible, La puñalá del dramaturgo sevillano Antonio Onetti se ha convertido en su obra más internacional. En su momento, esta tragedia se adelantó a su tiempo contando la relación entre una travesti inspirada en La Chester, un personaje público de la noche sevillana que vendía tabaco y chucherías por las calles y que era fácil verla en La Campana hasta las tantas de la madrugada. Esa fue la inspiración, porque la obra de Onetti se adentra en dos personajes terminales, Malacara, un toxicómano y ladrón de poca monta que ejerce de chapero, y la Winston. Una noche de Semana Santa los une desembocando un final inesperado que acabará con la ensoñación de la travesti sobrevolando las calles de Sevilla.

La puñalá impresionó en su estreno por el retrato de su personaje trans, por su religiosidad pagana y por su marginalidad. Maite Lozano, 25 años después, nos muestra una versión más dulce, tanto que musicaliza algunas de sus escenas y sus personajes cantan con sones de marchas procesionales.

Los tiempos han cambiado y para bien. En su estreno, algunos sectores pudieron rechazar a estos personajes. Anoche, el público aplaudió cuando la Winston le espeta a su compañero: “acaso no soy yo una mujer”. Fali Cruz sorprendió por la calidez con la que aborda a la Winston, llenándola de sueños. Pablo Fernández debe encanallarse más. Ambos se ganaron los aplausos del respetable puestos en pie.

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