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Nabucco, la ópera que consagró a Verdi, llega al Teatro de la Maestranza, donde se representará del 13 al 22 de junio, con la dirección escénica de Christiane Jatahy "desde una mirada de hoy" y un final alternativo que ha compuesto Antonio Fogliani. "Mi intervención musical intenta más bien crear un puente intemporal que incentivaría al coro a volver a cantar el Va, pensiero pero con un espíritu diferente. Christiane ha querido actualizar el dolor del coro transportándolo a nuestra época, donde, por desgracia, la violencia a la que muchos pueblos están sometidos no cesa", explica el maestro en unas notas facilitadas por el teatro sevillano.
Esta ópera con la que una Italia entregada al Risorgimento se identificó con el pueblo hebreo celebra el inmenso talento de su autor. "Verdi es solo Verdi, no hay etiqueta que valga", opina Sergio Alapont, que toma la batuta en varias de las funciones de esta coproducción del Teatro de la Maestranza, el Grand Théâtre de Genève, los Théâtres de la Ville de Luxemburgo y la Opera Ballet Vlaanderen. "Bellini es único, tiene su belleza y su personalidad, pero es belcantista. Las obras de Donizetti son verdaderos pilares, él es capaz de crear óperas serias sublimes y óperas bufas hilarantes, pero sigue siendo belcantista. Pero Verdi... ¿Qué pasa con Verdi? ¿Cuál es su estilo?", pregunta Alapont sobre el compositor de Rigoletto y Aida. "Un músico capaz de tirar del público desde el principio hasta el final de una representación hay pocos, ninguno, sólo Verdi", prosigue el director.
En un encuentro con la prensa, Alapont describió con pasión las dramáticas circunstancias en que se había fraguado Nabucco, con un Verdi hundido por la muerte de su esposa y sus hijos y noqueado igualmente por el sonoro fracaso de su segunda ópera, Un giorno di regno, "recibida con silbidos y protestas". El autor renegó de la composición, dejó Milán, donde el conservatorio que hoy lleva su nombre "lo rechazó por ser mayor y poseer una técnica rudimentaria", y volvió a Busseto, a sus orígenes, con el propósito de conseguir un modesto puesto de organista. Pero el destino, continúa Alapont, tenía reservado al genio otra suerte: el tozudo empresario de La Scala Bartolomeo Merelli le pasa el libreto de Nabucco, y a partir de ahí la leyenda cuenta que a Verdi se le cayó aquel manuscrito por el fragmento del Va, pensiero. "No duerme aquella noche, atrapado por esa línea melódica que se convertiría en el himno extraoficial de la patria italiana".
Para Alapont, aquella partitura "cambiaría la historia de la ópera. ¿Y qué tiene de diferente? Frente a las arias de Norma o Lucía de Lammermoor, que tienen una delicadeza envolvente, Nabucco propone una música rápìda, algo sin precedentes. En los ensayos, la gente del teatro, los constructores de la escenografía, no trabajaban, se detenían fascinados con lo que estaban escuchando", dice el director de orquesta sobre una pieza que "conecta también a través de la palabra con el público". El castellonense desliga la obra del "estigma político" que la acompaña, pese a que a menudo se han asociado las pintadas de Viva Verdi a las iniciales de Vittorio Emanuele Re Di Italia. "No hay una intención nacionalista en Nabucco, sino una voluntad pacifista, el mensaje de que la única solución es la concordia".
De la dirección de escena se encarga la brasileña Christiane Jatahy, licenciada en estudios teatrales y periodismo, formada también en un máster de arte y filosofía, profesional de la escena pero también cineasta, que ya presentó en el Grand Théâtre de Ginebra este Nabucco. El agua, cuenta la creadora, tiene un papel destacado en su puesta en escena, en la que retoma ideas de un trabajo anterior en el que se inspiraba en Homero, Notre Odyssée, y por el que fue a "muchos lugares del mundo que sufren invasiones, donde la gente no dispone de su tierra: Palestina, Líbano, algunos países de África o de la Amazonia". En este Nabucco, explica Jatahy, "también hay gente que lucha por sus derechos. Cuando me ofrecieron hacer esta obra dije que no, pero luego entendí que no se trataba de cambiar la música ni de cambiar la palabra, se trataba de ofrecer una mirada de hoy", apunta sobre una versión en la que utiliza cámaras y reflexiona sobre la manipulación de las imágenes. Una relectura que cautivó en su paso por Ginebra, "muy emotivo: el público estaba con nosotros".
Una de las cualidades de Nabucco que atrajo a Jatahy fue la "complejidad de los personajes", algo que subrayó la soprano uruguaya María José Siri, que da vida a Abigaille, una figura "llena de contradicciones, que quiere el poder pero lo cuestiona, que ama a su supuesto padre pero lo odia, es una mujer pero también una niña que ha perdido la ilusión. En esta producción la retratamos como alguien marcada antes por el dolor antes que por la rabia". Por su parte, Juan Jesús Rodríguez, uno de los barítonos verdianos más respetados de la actualidad, que interpreta a Nabucco, ahonda en la lectura que se puede hacer de esta ópera desde el presente. "Queremos transmitir un mensaje de paz entre tanta violencia". Maribel Ortega y Damiano Salerno afrontan los papeles de Abigaille y Nabucco en dos de las funciones, las del 18 y el 21, en las que tomará la batuta Gaetano Lo Coco.
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