Artes escénicas

'Una noche con los clásicos': la poesía que conforma nuestro ADN

  • Blanca Marsillach recuerda a su padre en una obra que acoge este miércoles el Teatro Cajasol y en la que resuena la palabra de Góngora, Calderón o Miguel Hernández

Blanca Marsillach, en 'Una noche con los clásicos'.

Blanca Marsillach, en 'Una noche con los clásicos'. / Moisés Fernández Acosta

El teatro y la tecnología permiten que Blanca Marsillach invoque a su padre sobre las tablas, y celebre la generosidad con la que éste concebía el teatro, se abrazaba a la palabra y su belleza con esa voz rotunda que poseía. La actriz y productora interpreta, junto a Begoña Mencía, Una noche con los clásicos, una pieza que su progenitor estrenó a finales de los 90 en el Festival de Almagro, acompañado de María Jesús Valdés y Amparo Rivelles, y que la hija recupera este miércoles a las 21:00 en el Teatro Cajasol, un espectáculo con aforo libre hasta completar aforo.

Blanca Marsillach plantea este montaje, para el que ha contado en otras ocasiones con actores como Miguel Rellán, Mónica Buiza o Natalia Millán, como un “homenaje al legado de Adolfo, a todo lo que hizo, a todo lo que luchó por la cultura”, un tributo al pionero que entre otros muchos logros desafió a la censura de su tiempo con sus versiones del Marat-Sade de Peter Weiss o el Tartufo de Molière, creó la Compañía Nacional de Teatro Clásico y escribió, como dramaturgo, poderosos personajes femeninos.

Adolfo Marsillach ideó este proyecto al final de su vida, como una fiesta en la que convivirían los versos de Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Gil Vicente, San Juan de la Cruz o Garcilaso. “Hemos quitado la parte de la mística y hemos dejado los poemas más divertidos, los más cañeros”, precisa Blanca Marsillach sobre la revisión que se verá en Cajasol. “No es ninguna traición, respetamos la propuesta de mi padre, que era un cachondo, hablando en plata. Es muy interesante ver cómo después de 26 años el mismo poema funciona igual, algo que es muy complicado porque con el tiempo las sensibilidades cambian, pero se ríen ahora de la misma manera conmigo o con alguna compañera como se reían con mi padre, con María Jesús o con Amparo”.

Porque Marsillach, el padre, defendía una escena impregnada de vida, que emocionara a los espectadores y no se encerrara en parámetros elitistas. “Él lo decía mucho, que quería una escuela de teatro para todos los públicos. Lo que hacía era muy accesible, lo podían entender los mayores o los jóvenes. Y creo que ahí está la clave para que su trabajo funcionara tan bien”, opina la hija sobre un actor, director y dramaturgo que “puso mucha carne en el asador, y, lamentablemente, hoy hay veces que no se le da el lugar que merece. Pero no sólo a él, ocurre con Fernán Gómez y con otras figuras de su época. Son necesarios proyectos como éste para recordar la grandeza que tuvieron”.

“Mi padre quería que el teatro fuera una escuela para todos los públicos”, dice Blanca Marsillach

Blanca Marsillach vuelve a colaborar con su familiar, ahora gracias a la técnica, como en los espectáculos en los que se puso a sus órdenes de joven. “Fue complicado, fue duro, porque el que te está dirigiendo y mandando es tu padre. Exigía muchísimo, pero estoy segura de que si le preguntas a cualquier compañero te hablará maravillas, de su trabajo y de su persona”, evoca la intérprete, que añade como muestra del respeto que suscitaba Adolfo Marsillach el homenaje que la CNTC le dedicó el pasado año, cumplidas dos décadas de su muerte, en Almagro, una cita a la que no faltaron profesionales como Adriana Ozores o Carlos Hipólito.

Blanca Marsillach apenas ha cambiado la nómina de poetas y dramaturgos de Una noche con los clásicos. “Cuando las cosas funcionan es mejor no moverlas”, asegura la productora, “aunque tuvimos la idea de meter a Miguel Hernández por el aniversario de su muerte, y sus versos le aportaron frescura al conjunto”. Todas las empresas en las que se embarcaba el padre eran largamente meditadas: hasta los 80, consagrado desde mucho antes como actor y director, no estrenó la primera obra escrita por él, Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? “Él decía que las cosas a su tiempo, y bien organizadas”, explica la hija sobre la disciplina del padre. “No compartía nada hasta que no estuviese suficientemente maduro”. En Una noche con los clásicos todo está urdido con esmero: en alguna ocasión, Miguel Rellán ha comparado acercarse a ese repertorio con escuchar a Mozart. “Miguel terminaba de hacer una función y me decía: Es que me tiembla la mano de la emoción que tengo. Escuchar a tu padre te remueve todo”, cuenta Blanca Marsillach.

Adolfo Marsillach, en Sevilla en el año 2000, cuando recibió el Max de Honor. Adolfo Marsillach, en Sevilla en el año 2000, cuando recibió el Max de Honor.

Adolfo Marsillach, en Sevilla en el año 2000, cuando recibió el Max de Honor. / Eduardo Abad / Efe

“No soy tan ingenuo como para pensar que el teatro pueda transformar la sociedad, pero estoy convencido de que existe una posibilidad de ayudar a despertarla”, reza una placa en la casa del actor, director y dramaturgo. Blanca Marsillach ha heredado esa preocupación porque el teatro dialogue con el mundo que lo rodea. “Cuando estaba en EE UU, uno de los países a los que me mudé, porque también estuve en Italia, hubo un momento en que me dije que no sabía qué hacer con mi vida... Ahí decidí que quería montar proyectos que ayudaran a los colectivos más desfavorecidos. Lo primero fue una obra para mujeres que habían sufrido violencia de género, después vino otra en la que le explicábamos a los niños cómo cuidar el medio ambiente”, señala la actriz sobre una faceta en la que ha alumbrado otras propuestas como Belcebú, una pieza sobre el acoso escolar, y prepara junto a su compañía, Varela Producciones, una obra y un taller sobre educación financiera, iniciativas en las que cuenta con apoyos como la Fundación Unicaja, la Fundación Cajasol o las bodegas Marqués de Riscal.

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