Óscar Martín: "Hay que dejar que la obra respire"
Mapa de Músicas | Óscar Martín. Pianista
El pianista sevillano Óscar Martín graba junto a Zahir Ensemble un álbum con obras de Leoš Janáček y Reinhard Febel
Pianista versátil, con una trayectoria consolidada tanto en el repertorio clásico como en la música contemporánea, Óscar Martín (Sevilla, 1976) es catedrático del Conservatorio Superior de Sevilla y colaborador habitual de Zahir Ensemble, grupo con el que acaba de presentar un nuevo CD.
–Este disco gira en torno a Hyperklavier, una obra de Reinhard Febel que rompe con muchas convenciones del piano concertante. ¿Cuál es su lógica interna?
–El propio título, Hyperklavier, apunta a una superación del medio pianístico tal como lo conocemos. No es un concierto al uso. No hay ese diálogo romántico típico del piano heroico contra la orquesta; no hay un enfrentamiento, sino una fusión. El piano está integrado dentro del conjunto instrumental. A veces lo que suena como una resonancia del piano es ya parte del ensemble. Se juega con los ecos, con prolongaciones del sonido... y eso plantea un reto técnico y expresivo tremendo.
–¿Y cómo se traslada eso a la escritura pianística?
–Por ejemplo, el uso del pedal es absolutamente quirúrgico. La escritura no permite ocultar nada. Exige una transparencia extrema, y eso obliga a repensar la digitación, la articulación, incluso la respiración musical. Es una obra que demanda del pianista un tipo de conciencia tímbrica muy diferente a la del repertorio clásico.
–Pero también hay elementos del pasado...
–Sí. A pesar de toda esa ruptura, en el tercer movimiento hay una cadencia que recuerda a la tradición. Es un gesto heredado, pero resignificado. La obra no puede ni quiere deshacerse del todo de la historia. Juega con ella. Eso la hace más rica.
–¿Qué relación encontró entre Hyperklavier y las dos obras de Janáček que completan el disco?
–Tanto el Concertino como el Capriccio para la mano izquierda comparten con Hyperklavier una voluntad de romper moldes. También en ellas el piano deja de ser el héroe romántico tradicional y pasa a integrarse en texturas instrumentales muy originales. Janáček escribe de un modo excéntrico, muy libre, a veces con una exuberancia casi lisztiana o incluso con gestos que evocan a Rajmáninov, pero siempre dentro de un universo muy propio. En el Capriccio, por ejemplo, el piano se enfrenta a un conjunto que parece una fanfarria, una banda de metales. Y sin embargo, la emoción está ahí, con ese halo romántico del que tampoco quiere desprenderse del todo.
–Esa variedad de acompañantes se refleja en el proceso de grabación, por fases.
–Exactamente. El disco se ha ido grabando por fases, porque había que reunir músicos distintos para cada obra. Cada sesión implicaba un nuevo proceso de preparación, de ensamblaje. No es un disco grabado en bloque, sino el resultado de un trabajo sostenido en el tiempo. Pero eso también tiene su valor: hay una energía muy viva en cada pieza.
–¿Cómo ha sido trabajar con el Zahir Ensemble en este contexto?
–Muy enriquecedor. Hay una complicidad real en el grupo. Conozco a Juan desde hace muchos años, estudiamos juntos. Sé cómo respira. Y muchos miembros de Zahir son compañeros de hace mucho tiempo también. Cuando encuentras ese entendimiento, el trabajo se convierte en algo colectivo, casi coreográfico.
–¿Qué aportan sus interpretaciones a este repertorio?
–Uno siempre tiene ese impulso de aportar algo. Hay un punto de ego inevitable: el deseo de dejar una huella personal. Pero grabar es distinto a tocar en directo. En un concierto, lo efímero te permite asumir más riesgos, incluso perdonarte ciertos excesos. En una grabación, todo queda fijado. Ahí es donde aprendemos a buscar un equilibrio entre lo que uno quiere decir y lo que la música realmente necesita. Diría que en este disco he logrado acercarme a ese punto: aportar, pero sin imponerme. Dejar que la obra respire. Eso también es una forma de interpretación: saber retirarse un poco para que hable la música.
–¿Cómo ve el estado de la música contemporánea en Sevilla?
–Tenemos dos grupos consolidados como Zahir Ensemble y Taller Sonoro, y salas como el Espacio Turina, que está haciendo una labor muy valiente. Pero si comparamos con otras ciudades europeas de tamaño similar, la actividad es escasa. Hay un desfase entre la cantidad de centros de enseñanza musical y la vida musical real. Nos faltan salas e iniciativas que acerquen la música contemporánea a nuevos públicos. El talento existe, pero muchas veces se queda sin contexto donde desarrollarse. Aun así, confío en que siempre habrá resquicios en los que colocar esta música. Aunque venga poca gente, al año siguiente vendrá más. Pero para eso también tenemos que saber comunicar mejor lo que hacemos.
–¿Por qué se ven tan pocos alumnos de conservatorio en los conciertos?
–Es una de esas paradojas difíciles de digerir. Hay miles de alumnos estudiando música en Sevilla. El problema empieza por la propia estructura del conservatorio. El itinerario educativo está tan sobrecargado de asignaturas que apenas queda tiempo ni energía para vivir la música más allá de las aulas. Además, muchas veces se pierde la dimensión melómana de la formación: no basta con tocar bien, hay que escuchar, hay que empaparse de música. Y eso no se enseña con un horario o con un examen, se contagia. Los niños que aprenden flamenco lo hacen escuchando. Los de bandas de cornetas se saben todas las marchas de oído. ¿Y los alumnos de clásico? A veces no conocen ni lo que tocan. Falta un vínculo real entre formación y experiencia estética. Y sin ese vínculo, es muy difícil que alguien sienta la necesidad de asistir a un concierto.
La ficha
HYPERKLAVIER
Leoš Janáček (1854-1928)
- Concertino para piano y seis instrumentos [1925]
- Capriccio para piano (mano izquierda) y conjunto de vientos [1926]
Reinhard Febel (1952)
3. Hyperklavier [2015-17]
Óscar Martín, piano
Zahir Ensemble: Alfonso Rubio, flauta y piccolo [2, 3]; Héctor Herrero, oboe [3]; Carlos Lacruz, clarinete y clarinete bajo [1, 3]; Juan Manuel Rico, fagot [1, 3]; Joaquín Morillo, trompa y tuba tenor [1-3]; José Forte, trompeta [2, 3]; Marta Lucas, trompeta [2]; Ricardo Ortiz y Francisco Blay, trombones [2]: José Manuel Barquero, trombón [2, 3]; Agustín Jiménez, percusión [3]; Miguel Romero y Rafael Muñoz-Torrero, violines [1, 3]; Aglaya González, viola [1, 3]; Ivana Radakovich, violonchelo [3]; Antonio Torres, contrabajo [3]
Director: Juan García Rodríguez
IBS Classical
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