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La directora Sandra Romero (Écija, Sevilla, 1993) verá esta semana cumplido un viejo sueño: Por donde pasa el silencio, el largometraje en el que regresa a las raíces y aborda inquietudes personales como la ambivalencia de los vínculos familiares o la falta de oportunidades en el entorno rural, llega este viernes a las salas. Aquel proyecto intimista en el que trabajó durante años junto al actor Antonio Araque –y los hermanos del intérprete, Javier y María– se presenta ahora ante el público avalado por numerosos reconocimientos: tras su estreno en la sección New Directors de San Sebastián y su paso por los festivales de Sevilla y Huelva, la película ha conseguido en estas semanas seis nominaciones para los galardones de Asecan, premios en el LesGaiCineMad y el Fical de Almería, además de la preselección en la categoría Arrebato de Ficción de los Premios Feroz. Un palmarés que confirma la intuición que tuvo Romero cuando concibió el filme: que aunque plasmara con su cámara el pulso de la vida en una localidad como Écija, en realidad estaba hablando de emociones universales.
“Quería que fueran los personajes los que hacen avanzar la historia, y no que dependieran de una trama”, explica Romero en una entrevista realizada en el pasado Festival de Sevilla. Este miércoles volverá a la capital hispalense gracias al preestreno que acoge a las 19:30 horas el cine Avenida, una proyección en la que la directora estará acompañada por el equipo de Por donde pasa el silencio. Un elenco, señala, que fue fundamental para la construcción de esta película: “Antonio y yo somos amigos desde la adolescencia. Yo me siento reflejada en su familia, y Antonio se siente identificado con la mía. Quería hacer una ficción sobre los temas que a mí me interesan, y comprendí que esos hermanos me servían como actores para lo que tenía que contar”, prosigue la cineasta, que tras terminar la primera versión del libreto “regresé a leerla con ellos, para decirles: Esto es lo que he escrito, pero quiero volver a abrir esta historia a la vida, y lo haré con vosotros. Ellos acabaron de definir los personajes, volcaron mucho de sí mismos. Han sido muy valientes y generosos”.
Antonio, el protagonista de Por donde pasa el silencio, vuelve a casa tras una larga ausencia y se encuentra con una familia devastada por la incomunicación y el resentimiento: la enfermedad que sufre Javier afecta a sus condiciones físicas pero también a la forma en que se relaciona consigo mismo y con los otros. Antonio procurará otorgar alivio al hombre atormentado en que se ha transformado su mellizo. El largometraje, que adapta un corto con el que Romero ganó una Biznaga de Plata en Málaga, traslada así el mundo de los cuidados, habitualmente asociados a las mujeres, a una esfera masculina.
“Hablo de la familia andaluza porque es la que conozco, y aquí las mujeres y los hombres estamos educados de manera distinta. Frente a la situación de discapacidad de Javier, María asume que es ella la que se quedará ahí, quien se encargará del tema, mientras que Antonio se ha ido mil veces y se volverá a marchar. Cuando Antonio intenta suplir a su hermana y a su madre, Javier no deja de expulsarlo, no está acostumbrado a que su hermano lo cuide. Los dos tienen idas y venidas en su relación porque no saben dónde situarse el uno con el otro, también en el plano del tacto. Se pueden tocar las bocas gritándose, pero hay una incomodidad si hablamos de lo físico”, analiza Romero. La directora evitó “colocarse en el lugar del cliché con el personaje de Javier. No quería caer en la compasión, esta cosa de pobrecito, que está enfermo y necesita un tratamiento. Para empezar porque Javier no es sólo una enfermedad, es una persona mucho más compleja”.
Romero describe en su película un entorno huérfano de esperanza, donde “en los trabajos que hay es común la explotación, pero también resulta difícil irte y sacrificar a tu familia para buscar algo mejor. Cuando yo voy, y no sé si es algo general porque todos los lugares tienen contextos diferentes, me encuentro una especie de tristeza en la juventud”, observa la sevillana, que retrata la homosexualidad de su protagonista sin grandes conflictos –“supuso un problema en el pasado, pero ya no: quería que fuera así porque hemos peleado mucho, los que vinieron antes y los de ahora, para conseguir eso”– y sigue la estela de “disidentes como Ocaña o Jesús Pascual, el director de ¡Dolores, guapa!” , en la utilización del imaginario y la “impresionante puesta en escena” de la Semana Santa.
La creadora cita Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta, como principal referente de Por donde pasa el silencio, y apunta también los nombres de Carla Simón –su tutora en la residencia que le concedió la Academia de Cine para desarrollar este proyecto–, Elena López Riera y Chema García Ibarra, “gente que tiene una mirada sobre sus lugares de origen y que afortunadamente está fuera de esos núcleos donde siempre se ubican las ficciones, Madrid y Barcelona. No es fácil salir de ahí: nuestra película se encareció mucho por rodar en Écija”, dice Romero, que dirige también algunos capítulos de Los años nuevos, la serie de Movistar+ creada por Rodrigo Sorogoyen, Paula Fabra y Sara Cano con la que se siente muy “afortunada. En uno de los episodios hay un retrato familiar, una cena en la que conocemos a los personajes por las conversaciones que tienen en la mesa. Aquí seguimos hablando de la intimidad”.
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