El alma de Lorca vibra en la escena del Turina

Poeta en Nueva York | Crítica

Sergio El Colorao, Marco Flores y Javier Povedano en un momento de ‘Poeta en Nueva York’ de Carretero en el Turina.
Sergio El Colorao, Marco Flores y Javier Povedano en un momento de ‘Poeta en Nueva York’ de Carretero en el Turina. / Luis Ollero

La ficha

POETA EN NUEVA YORK

****

Poeta en Nueva York, ópera de cámara con música y libreto de Alberto Carretero a partir de Federico García Lorca.

Solistas: Javier Povedano, barítono; Sergio Gómez El Colorao, cantaor; Laura García Lorca, voz en off; Marco Flores, bailaor. Trío Arbós: Ferdinando Trematore, violín; José Miguel Gómez, violonchelo; Juan Carlos Garvayo, piano. Electrónica y dirección musical: Alberto Carretero. Dirección de escena: Rita Cosentino. Escenografía: Alejandro Andújar. Vestuario: Yaiza Pinillos. Iluminación: David Bofarull. Coreografía: Marco Flores. Ingeniero de sonido: Lauren Serrano. Vídeo: Julieta Ascar. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Jueves, 12 de junio. Aforo: Lleno.

Renacer fue un ejercicio de simbolismo; La bella Susona, una narración con formato de fábula. En Poeta en Nueva York, Alberto Carretero da un paso más radical y disuelve toda linealidad dramática en favor de una arquitectura sonora y visual en la que la palabra de Lorca, sin ser ilustrada ni adaptada, es sometida a una intensa transfiguración escénica. No hay personajes ni relato; hay, en cambio, un trayecto interior, una espiral lírica en la que texto, cuerpo, sonido y luz se funden en una forma de teatro musical profundamente contemporánea, pero que conserva su capacidad de conmover.

Con muy pocos elementos, pero sobrada de inteligencia, la puesta en escena de Rita Cosentino despliega un universo poético denso y abierto, en el que la palabra de Lorca se erige en el eje absoluto del espectáculo. Esta presencia se sostiene en la sobria y cadenciosa declamación de Laura García Lorca, cuyo tono medido aporta gravedad y pulso a la palabra, y en las voces de los cantantes, que, muy exigidos técnicamente, encarnan distintos planos expresivos del texto: Povedano y Sergio El Colorao cumplen de sobra sus cometidos y logran en la fusión de sus voces (sobre todo al final) algunos de los momentos más intensos de la parte vocal de la ópera con unísonos y ecos de resonancias casi litúrgicas.

Sin embargo, es la presencia física y escénica del bailaor Marco Flores la que verdaderamente da hondura al montaje. Aunque en origen el universo reconocido de Flores es el del flamenco, su cuerpo trasciende cualquier gesto tradicional para convertirse en un canal por el que circula toda la energía y la sustancia poética de la obra. Sus movimientos proyectan los textos lorquianos en otra dimensión, les dan encarnadura y una fuerza visceral que transforma la palabra en experiencia sensorial, haciendo que lo intangible se vuelva palpable, lo abstracto se haga comprensible, y de ahí la capacidad emotiva del espectáculo.

Porque la música de Carretero no es fácil. El compositor sevillano no se rebaja nunca. Aunque a veces coquetee con ritmos populares (la escena de Cuba) e incluso recurra a madrigalismos y gestos descriptivos, lo que llega de la escena es un torrente sonoro extraordinariamente denso (casi de horror vacui) en el que la textura prima sobre la melodía y la transformación constante desplaza el desarrollo temático tradicional. No obstante hay pasajes imitativos fácilmente discernibles y reconocibles, con una electrónica siempre presente, pero sutil, y el recurso habitual a efectos de live electronic, que funciona como espejo fluctuante que refleja, amplifica o absorbe el sonido acústico, generando una capa sonora versátil y dinámica. La escritura instrumental para el Trío Arbós es sofisticada y en ocasiones mimetiza la vocalidad o se sumerge en exploraciones tímbricas, con técnicas extendidas, aunque sin perder nunca la claridad formal.

El resultado final no es una ópera en sentido clásico, sino una experiencia poética y sensorial que desafía al espectador a hacer su propio recorrido. La obra no se entrega fácilmente ni busca empatías inmediatas, pero tampoco se encierra en un hermetismo excluyente. Contiene emoción contenida, belleza abstracta y una fuerte conciencia formal que dota a toda la pieza de una densidad estética bizarra, atrevida y perturbadora.

stats