Alfa y omega del Romanticismo
Conciertos del Cicus | Ensemble Praeteritum
Mañana lunes el Ensemble Praeteritum se presenta en el Cicus con los octetos de cuerda de Felix Mendelssohn y Max Bruch
La ficha
Ensemble Praeteritum. Sturm und Drang (octetos de cuerda de Mendelssohn y Bruch).
Auditorio Cicus (C/ Madre de Dios, 1). Lunes 16 de junio. 20:00 h.
Entradas: 5 €.
Fundado en 2011 por el violinista madrileño Pablo Suárez Calero, el Ensemble Praeteritum se ha caracterizado desde sus inicios por una notable flexibilidad de repertorio y de enfoque. Aunque nacido con una vocación orientada a la interpretación con criterios históricos, el grupo ha ampliado progresivamente su campo de acción, alternando instrumentos de época y modernos según el programa, y abordando tanto música de cámara como sinfónica en repertorios que van del siglo XVIII al XX. Esa versatilidad se refleja no solo en la variedad estilística de sus propuestas, sino también en la composición abierta de la formación, que adapta su plantilla a cada proyecto con una atención particular al equilibrio sonoro.
Salvo falla de mi memoria o error de documentación, el Praeteritum no había actuado nunca en Sevilla, así que su debut en la ciudad tendrá lugar con este programa que, bajo el título de Sturm und Drang, reúne dos obras escritas con casi un siglo de diferencia: el Octeto en mi bemol mayor Op.20 de Felix Mendelssohn, compuesto en 1825, y el Octeto en si bemol mayor de Max Bruch, fechado en 1920. A pesar del abismo temporal entre ambas piezas, el título del programa sugiere un hilo común: una intensidad expresiva que, en cada caso, se manifiesta de forma muy distinta.
El título de Sturm und Drang no remite aquí tanto a un estilo musical como a un clima emocional y cultural. En el caso de Mendelssohn, la alusión resulta especialmente pertinente: su Octeto en mi bemol mayor, compuesto con solo dieciséis años, está impregnado de una energía juvenil que entronca con el espíritu de aquel movimiento prerromántico alemán que exaltaba la pasión, la individualidad y la libertad creadora. Pero el vínculo con el Sturm und Drang no es solo de tono: Mendelssohn mantuvo una relación directa con Goethe, tocó para él y puso música a sus poemas. En este contexto, el título del programa adquiere un sentido preciso: evoca no solo una etapa de la historia intelectual alemana, sino también un universo afectivo y estético que Mendelssohn hizo propio en sus primeras obras.
En el Octeto de Mendelssohn se despliega un tratamiento sinfónico de la cuerda con un sentido del contrapunto y de la forma que sorprende por su madurez. La energía del primer movimiento, el lirismo del Andante, la ligereza casi mágica del Scherzo –inspirado, según el propio compositor, en una escena de El sueño de una noche de verano– y el virtuosismo final hacen de esta partitura un ejemplo singular del primer Romanticismo musical, en el que la exuberancia formal no anula el equilibrio ni la claridad estructural.
Muy distinta es la perspectiva del Octeto en si bemol mayor de Max Bruch, escrito casi cien años después, en los últimos meses de vida del compositor. La obra, que fue publicada póstumamente, parte de un quinteto anterior reelaborado y ampliado para ocho instrumentos, pero no busca innovar ni romper con modelos heredados. Bruch, que ya había conocido el éxito con obras como el Concierto para violín en sol menor o Kol Nidrei, retoma aquí la escritura camerística desde una óptica introspectiva y serena. La obra avanza con un lenguaje armónico conservador, de fuerte raíz romántica, y un uso melódico que no oculta cierta melancolía. En lugar del ímpetu juvenil de Mendelssohn, Bruch ofrece una voz crepuscular, más cercana al canto que a la explosión.
El contraste entre ambas piezas –una nacida en el umbral de la vida adulta, otra en sus últimos compases– da forma a un programa que no se apoya en el contraste estilístico, sino en la diferencia de mirada. En la música de Mendelssohn resuena todavía el eco de la exaltación prerromántica: la urgencia de expresar, la necesidad de afirmarse. En la de Bruch, el tono es otro: más recogido, más contemplativo, como si cada línea fuera ya un recuerdo.
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