Tres preguntas sobre nuestro tiempo

El CAAC rinde tributo a Alain Resnais mostrando tres de sus obras documentales, pero también artísticas, que forman una suerte de manifiesto de la modernidad.

Tres preguntas sobre nuestro tiempo
Tres preguntas sobre nuestro tiempo
Juan Bosco Díaz-Urmeneta

18 de enero 2016 - 05:00

Cómo convertir el documental en obra poética: esa es una de las claves de esta exposición. Las tres obras de Alain Resnais (Vannes, 1922-París, 2014) lo muestran de modo concluyente. La primera, Guernica (fechada en 1950 y hecha en colaboración con Hessens), da cuenta del brutal bombardeo de la Legión Cóndor (con el consentimiento de Franco) de la ciudad vasca en un día de mercado. El filme no se limita a narrar: las imágenes del desastre alternan, en excelente montaje, con obras de Picasso, desde la época azul al Guernica, mientras la voz de María Bayo desgrana un vibrante texto del poeta surrealista Paul Éluard.

El tono pierde tintes épicos para ganar alcance crítico en la segunda obra, Las estatuas también mueren (1953, realizada con Chris Marker y Ghislain Cloquet). Ya no se trata de recordar sino de sembrar en la memoria. A la evocación de Guernica -con el dolor de la Segunda Guerra Mundial aún vivo- sigue un acompasado alegato de cómo la colonización degrada a los pueblos. Esculturas que un día marcaron las etapas de un ritual, sintetizaron antiguas culturas y articularon su día a día, se arrancaron de su suelo nutricio y se convirtieron en curiosidades de museo. Desde ahí, insensiblemente, el documental abunda en la minoría de edad impuesta a los colonizados: trabajan bajo la tutela del colonizador y en su beneficio, y falsean antiguas danzas para rendir honores al hombre blanco. A los de color sólo les queda hacer de músicos o lucirse como atletas. El filme, para llegar a las salas de cine, debió soportar repetidos vetos del Gobierno francés.

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La tercera película, que tampoco gustó en los departamentos ministeriales, Toda la memoria del mundo (1956), se centra en la Biblioteca Nacional de Francia y ofrece nuevas dimensiones de la memoria: la que se materializa en anaqueles, gabinetes de restauración o recintos reservados para manuscritos o incunables, y también esa otra que posee cada individuo: la lectura, por la que construye su propio libro y lo lleva consigo de modo que brote de repente en su imaginación y su inteligencia.

Las tres obras de Resnais forman una suerte de manifiesto de la modernidad. Pero no están solas. Cada una cuenta con un contexto que permite medir qué distancia, para bien o para mal, nos separa de cuanto se pensaba y sentía hace poco más de medio siglo. Así, el último documental se contrasta con fotos de Cándida Höfer y la videoinstalación de Nina Fischer & Maroan el Sani que recorren las salas de la biblioteca filmada por Resnais, hoy vacías. Las imágenes se antojan una suerte de negativo del enorme edificio de la nueva Biblioteca Nacional de Francia que, sea cual sea su valor artístico, no se libra del monumentalismo en que la mayoría de los gobiernos centran hoy sus políticas culturales.

Tampoco es en exceso optimista el vídeo de Duncan Campbell que, junto con esculturas africanas de la colección Sánchez-Ubiría, sirve de contrapunto a Las estatuas también mueren. La obra, It for Others, que mereció el prestigioso premio Turner, recoge fragmentos del filme de Resnais y los lleva a un plano más general: de un lado muestra la relación entre arte y mercado, basándose en la teoría de la plusvalía de Marx, y de otro señala cómo las imágenes con valor cultural, social o político se degradan hoy, no a objeto de museo, sino a mito que se multiplica en objetos triviales para beneficio de empresas publicitarias o de comunicación.

Finalmente, Guernica se ha situado entre las fotografías con las que Dora Maar levantó acta del proceso de elaboración del gran cuadro de Picasso y dos trabajos de Daniel García Andújar que muestran cómo aquel brutal bombardeo de una población civil, en vez de ser vetado por su inhumanidad, se consolidó como táctica militar, durante la Segunda Guerra Mundial (Londres, Dresde, Hiroshima, Nagasaki) y así continúa hasta hoy.

Las obras de Resnais y sus valiosos colaboradores ofrecen una apretada síntesis de los valores de la cultura moderna y respiran un confiado entusiasmo por su logro y estabilidad. Sus contextos, sin embargo, señalan las sombras que hoy se extienden sobre esos valores. El recurso al terror y los afanes belicistas forman un círculo al parecer indestructible, la industria cultural desnuda a la imagen de cualquier contenido de pensamiento y las políticas culturales cuidan más los ladrillos que las ideas. ¿Qué se puede esperar de una época que valora más la habilidad para comunicar que la verdad de lo que se comunica? La muestra añade así un nuevo valor al señalado al principio: es un semillero de preguntas. Sólo que no las hace. Las deja caer y espera que broten en el espectador.

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