La Vía Battiato
En presencia de Battiato | Crítica
Eduardo Laporte retrata a un músico que tuvo “tantas capas como una cebolla cósmica”
La ficha
En presencia de Battiato. Eduardo Laporte. Sílex. Madrid, 2021. 204 páginas. 20 euros
Al poco de fallecer Franco Battiato, en mayo de 2021, Eduardo Laporte tuvo un pronto lumínico y decidió, casi sobre la marcha, escribir una biografía sobre el ecléctico artista siciliano, auténtico verso suelto de la música pop europea, uno y múltiple, oculto y a la vez exhibicionista (todo siempre por riguroso orden de contradicción).
No es fácil abordar lo inabordable. A decir de Laporte, la obra de Battiato tiene "tantas capas como una cebolla cósmica, intergaláctica". Por eso concibió su tarea como una biografía de tipo quest, escrita casi al galope, con mucho de alegría y sensible al redescubrimiento. El resultado es En presencia de Battiato, que podría haberse titulado también La Vía Battiato, en sintonía con la Vía Láctea, que remite a una de sus canciones concebidas bajo el halo de Sirio. Tal vez no haya otra forma de acotar a il Nostro (así lo llama Laporte).
Sobre Franco Battiato (Riposto, 1945-Milo, 2021) no había en castellano más biografía que la ya lejanísima de Eduardo Margaretto (en el sello Cátedra, 1990). Las otras dos fuentes principales que ha trabajado Laporte (Youtube aparte), han sido el jugoso libro de entrevistas con Battiato que le hiciera en 1992 Franco Pulcini (Tecnica mista su tappeto) y la más reciente aproximación por parte de Aldo Nove, aparecida hace poco en Italia.
Dado lo críptico del personaje en lo íntimo, no resulta nada fácil abordar con garantía de éxito la cosmogonía vital y creativa de Battiato. En su obra hallamos retazos de sabiduría milenaria, ciencia-ficción, lecturas del zodiaco, música culta y tribal, religiosidad, astronomía, sorbos de filosofía varia y, como contraste, lo más paródico y eventual de las mundanas circunvoluciones. El sincretismo halla su espíritu y su carnalidad en este artista inigualable.
Dicho esto, Battiato fue ante todo un músico extraordinario, absolutamente adelantado a su tiempo (cuando comenzó su carrera, en la Italia de fines de los 60 e inicios de los 70, triunfaba la música ligera al estilo, un tanto meloso, de Albano). Con el tiempo il Nostro picoteará también en el cine (documentales y películas propias), en la edición (su sello L’Otavva) y en la pintura (de ahí su alter ego Suphan Barzani).
La obra musical de Battiato es ingente. Década tras década se alternan grabaciones casi anuales (discos nuevos, recopilatorios, remasterizaciones y colaboraciones con otros artistas). A ello se le une la música experimental y de vanguardia, que nunca abandonará (resultó evidente el influjo musical y metafísico de Stockhausen). De igual modo, como reto personal, también creará algunas composiciones de altos vuelos celestes (sus óperas Génesi, Gilgamesh, Tedesio).
Lo insólito en Battiato es su autodidactismo, tan radical como libérrimo, lo que lo llevará de indagar en las ecuaciones acústicas del sintonizador VCS3 a introducir sinfónicos ejércitos de cuerda, sobre todo a partir de su relación con Giusto Pio, quien será clave en los éxitos de los primeros 80 (Patriots, La voce del padrone).
El ex benedictino Roberto Juri Camisasca (autor de Nomadi) y, sobre todo, el filósofo del vacío y la aridez llevadera, Manlio Sgalambro, serán las otras dos personas decisivas en su trayectoria. Darán a los discos de Battiato una impronta propia, aunque en lo musical el toque battiatiano siempre fue reconocible.
En Fetus (1972), como en Pollution (1973) o en Sulle acorde di Aries (1973), sus primeras creaciones más inauditas y experimentales (obras maestras para Aldo Nove), se inicia una carrera que irá acabando, conforme el apagamiento de la vida, con el sensacional Apriti Sesamo (2012), Joe Patti’s Experimental Group (2014) y el casi testamentario Torneremo ancora (2019), grabado con la Royal Philarmonic Orchestra.
No sólo la inquietante fábula de Alicia en el país de las maravillas nos invitaba a hallar la manera de atravesar los espejos. Franco Battiato hizo de la música una estética de lo profundo, una corriente gravitacional que permitía atravesar los espejos y las existencias, cual alma transmigrada. Se le recuerda aquel aire retro y setentero, cuando lucía pelo afro y cierto aire lánguido y chulón, entre un Jimmy Hendrix, el actor John Turturro y un Cristo post-punk (impagable la contraportada de Pollution). En los últimos años, en sus videoclips ofrecía la imagen serena de un conferenciante de la nueva espiritualidad.
Iglesia Battiatiana
La biografía abierta de Eduardo Laporte nos muestra las idas y venidas que fue tomando la carrera musical de Battiato, sin olvido de sus zonas de sombra (la aguda crisis psiquiátrica que padeció en su torre creativa de Milán). Por eso, a los creyentes o francmasones de la Iglesia Battiatiana nos molesta que al heteróclito genio de Catania se lo asocie únicamente con aquellos hits en español de los 90, de churriguerescas letras melódicas, que sabían combinar la rareza y lo sincrético con lo popular. Para mayor escarnio, aún hoy hay más de uno que se empeña en asociar a Battiato con noches de guateque y cubatas urgentes en vasos de plástico. Eduardo Laporte equipara su halo al de un "derviche melifluo", que gira en derredor, entre sintetizadores y fuentes ingrávidas, lejos de la materia y unido, a la par, a los cuatro elementos del ciclo de la vida. En su canción I’m that, del disco Dieci stratagemmi (2004) decía no ser ni musulmán, ni hindú, ni budista, ni cristiano. Sólo un músico. Sólo Battiato.
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