La princesa, el jardín, el poeta

Rosa Villacastín novela, junto a Manuel Francisco Reina, la intensa historia de amor que unió a su abuela con Rubén Darío durante 15 años.

Manuel Francisco Reina y Rosa Villacastín, acompañados ayer de Marina Bernal (en el centro) en la presentación de 'La princesa Paca'.
Braulio Ortiz Sevilla

02 de junio 2014 - 05:00

Rosa Villacastín era apenas una niña cuando comprobó que la rutina del pequeño municipio de Navalsauz, en Ávila, y más concretamente la de su casa, se rompía con una visita. Entre la conversación de los recién llegados -se encontraba entre ellos la escritora Carmen Conde- con la abuela de la pequeña sonó en reiteradas ocasiones un nombre, el de Rubén Darío. Cuando el coche que había alterado la tranquilidad del pueblo ya se había marchado, Villacastín preguntó a su familiar que quién era aquel señor del que habían hablado. Y la mujer se sinceró, sin necesidad de recurrir a las vendas amables con que a veces se oculta a los críos la realidad: era, había sido, le dijo, el amor de su vida. Las visitas siguieron produciéndose en las semanas siguientes -Conde acabaría escribiendo un libro sobre aquello-, y en Francisca Sánchez, la musa del poeta, fue remitiendo el recelo inicial, hasta que decidió abrir ese baúl azul que Rosa Villacastín siempre había observado con intriga. "Fue una decepción para mí, que esperaba un tesoro: sólo había papeles", cuenta la periodista décadas después de aquel episodio.

Aquellos documentos, lo entendería con la edad, eran efectivamente un impresionante tesoro que revelaba el intenso amor que unió entre 1899 y 1914 a Francisca Sánchez del Pozo, hija del jardinero del Palacio Real, con el nicaragüense, al que conoce cuando éste ha sido enviado a España por el diario La Nación de Buenos Aires para que narre cómo sobrelleva Madrid la pérdida de Cuba y las demás colonias. Una historia que Villacastín ha novelado junto al jerezano Manuel Francisco Reina en La princesa Paca (Plaza y Janés), una obra que sus autores presentaron ayer en la Feria del Libro de Sevilla acompañados de la periodista Marina Bernal.

Desde ese flechazo inicial cuando Darío camina junto a Valle-Inclán y conoce a la muchacha entonces analfabeta que cambiaría su destino, se desarrolla un idilio que tendría en Barcelona y París sus otros escenarios y que escandalizaría a las mentes biempensantes: la pareja no pudo contraer matrimonio porque él estaba casado, y pese a ello tuvieron cuatro hijos. Nada fue previsible en una relación que respaldó gran parte de la intelectualidad de la época: fueron Amado Nervo y luego Edgar Degas quienes rebautizaron a Francisca como la princesa Paca, dado que Darío era celebrado como el príncipe de las letras. "Nos preguntan a menudo qué es verdad y qué es mentira en este libro", desvela Manuel Francisco Reina, "y lo curioso es que hemos tenido que quitar, porque hay elementos de realismo mágico por un lado y de folletín del XIX por otro. Pero es que ellos se conocieron en 1899", expone el escritor, que tras Los amores oscuros, indagación en la última pasión de García Lorca, vuelve de nuevo la mirada al pasado de otro clásico de la literatura.

Darío, descrito en el libro como "un niño pequeño encerrado en la buena planta del hombretón que era", arrastra un buen número de fantasmas cuando llega a los brazos de Francisca. Alguien abandonado por sus padres, que alberga remordimientos por la muerte de su primera esposa y al que casan con otra, la ambiciosa Rosario Murillo, "en una borrachera, a punta de pistola", encuentra en Francisca "una mujer absolutamente sencilla, cariñosa, entregada a él. Ella era el hogar que nadie le había dado", apunta Villacastín. "Alguien que entendía la naturaleza atormentada de Rubén, que exorcisaba sus demonios con el alcohol", opina Reina.

La intuición de Francisca le ayudó a desenvolverse ante escritores como los Machado -Manuel le regaló un mantón de manila con el que posa en una foto del libro- o Emilia Pardo Bazán. "Nos interesaba retratar la complicidad que se da entre ésta y Francisca", señala Reina. "Son dos mujeres de orígenes muy distintos pero a las que la sociedad trataba mal. A Francisca porque se había saltado todas las convenciones y provenía de una extracción social humilde, y a Pardo Bazán porque era aristócrata y escribía mejor que los narradores de su época...", argumenta el poeta y narrador.

"...Multiplicaste pétalos de lirio / y refrescaste la hoja de laurel", le dice Darío a Francisca Sánchez en un poema en el que repite su nombre, un texto que abre La princesa Paca. Aquella mujer estuvo muy presente en la obra del maestro: "El libro más importante de Darío, aparte de Azul, que lo escribe cuando no conoce todavía a Paca, es Cantos de vida y esperanza", analiza Reina, que "se escribe cuando están juntos Francisca Sánchez y Rubén". Curiosamente, fue el marido que tendría Francisca después de que Darío muriera, José Villacastín, el abuelo de Rosa, quien invirtió su fortuna en recopilar y publicar el legado literario del genio. Ésa, lo sabe la nieta de aquel hombre, es "una historia que merece un libro aparte. Mi madre sufría mucho pensando que a su padre no se le reconoció nunca su labor".

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