La belleza de la desnudez
SUOR ANGELICA | CRÍTICA

La ficha
*****Ópera de G. Puccini sobre libreto de G. Forzano. Intérpretes: Carmen Buendía, Laura Orueta, Inés López, Paula Ramírez, Alexandra Zamfira, Yue He, Alicia Naranjo, Kenia Murton, Lilia Kiiashko. Zahir Ensemble. Iluminación: Adolfo Carmona. Director de escena: Davide Garattini Raimondi. Director musical: Juan García Rodríguez. Lugar: Fábrica de Artillería. Fecha: Viernes, 7 de febrero. Aforo: Lleno.
Magnífico comienzo de la esperanzadora iniciativa de la Academia Internacional “Sevilla Ciudad de Ópera”. Asociada al festival del mismo nombre que se desarrollará en unos meses, esta academia, como en casos bien conocidos como los de Pesaro o Martina Franca, busca a los nuevos talentos de la lírica para darles oportunidades para darse a conocer en producciones profesionales. Bajo la dirección de Francisco Soriano, se ha podido disfrutar de un sólido conjunto de voces, brillantes y ya maduras para la escena, en una producción que suponía también el bautizo de un nuevo espacio escénico en la Fábrica de Artillería. La acústica funciona bien, al menos para esta ópera de cámara, pero habría que elevar algo más el escenario para permitir ganar en visibilidad más allá de la fila cinco.
Davide Garattini es especialista en sacar partido teatral a espacios no expresamente escénicos y así lo ha demostrado con este diseño lleno de poesía, de intimidad. Sin escenografía, sólo con la luz y el movimiento de las cantantes, ha insuflado vida teatral a esta maravillosa partitura, la más refinada y delicada del catálogo pucciniano. Las religiosas se movían con auténticas coreografías, con fluidez, sin momentos vacíos. El final fue especialmente sensible, sin caer en la sensiblería. Resultó todo un hallazgo, propio de alguien que conoce en profundidad la escena y sus recursos, el aprovechar la inserción de Crisantemi (el homenaje póstumo de Puccini a Amadeo de Saboya) para contarnos de manera elegante y refinada (con bellos juegos de luces) la historia de Angelica antes de su entrada en el convento. Y las referencias al bebé en manos de todas las monjas se convirtió en un acuiante recuerdo de la maternidad frustrada, no sólo de Angelica, sino de todas las demás religiosas, instaladas en una eterna infancia por sus palabras y gestos.
En una versión para ocho músicos, Juan García aprovechó para explorar los perfiles más poéticos y delicados, desde ese hallazgo afortunado de incluir Crisantemi a modo de obertura en la que se pudo degustar un bello sonido aterciopelado en las cuerdas. Y aún así alcanzó momentos de densidad dramática como el diálogo con la Zia Principessa y la escena final. Con la presencia del piano y del órgano, el sonido global ganó en densidad y cuerpo. García matizó el fraseo del conjunto con suma atención al efecto afectivo de cada frase, tejiendo un sonido transparente y ensoñador.
Carmen Buendía, con una voz de lírica ancha de bello timbre, proyección perfecta y capacidad de matizar, fue una Angelica conmovedora, capaz de transmitir toda la desesperación de una madre. Mostró el inmenso dolor al conocer la muerte de su hijo en un "Sensa mamma" muy cuidado, contenido, sin caer en exageraciones. El dolor estaba en los acentos, en las frases apianadas, en el uso del color vocal. Y en su escena final consiguió también emocionar al máximo sin caer en la sensiblería, con magnífico uso de los reguladores. Voces contundentes, de centro oscuro y brillo las de Inés López (abadesa) y Alicia Naranjo (enfermera). Muy bien Laura Orueta como la implacable tía y rutilante, con centro tornasolado y zona superior capaz de transmitir todo el peso aplastante de la moral en "Espiare!". Cuando canta Paula Ramírez su timbre diamantino se hace inconfundible, como en la última nota del coro final en la que su voz flotaba sobre las demás. Las demás (Alexandra Zamfira, Yue He, Kenia Murton y Lilia Kiiashko) al mismo nivel de excelencia, tanto de manera individual como en su inserción coral, muy bien empastada.
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