Juan Jacinto Muñoz Rengel. Escritor

"No quería caer en la visión del microrrelato como un chiste"

  • El autor viaja por mundos imprevisibles en 'El libro de los pequeños milagros', ejercicio de libertad tras las limitaciones que impone la novela.

Cuidado, spoilers. Esa advertencia que cualquier lector de blogs se encuentra a menudo, que un redactor deja caer antes de destripar el argumento de una película o de una serie, encuentra un nuevo, estremecedor, significado en esa mirada privilegiada, capaz de ver más allá de lo evidente, de Juan Jacinto Muñoz Rengel. En una de las piezas que abre El libro de los pequeños milagros, el conjunto de microrrelatos que el malagueño publica en Páginas de Espuma, los spoilers han tomado la forma de una suerte de pájaro y un picotazo de esas criaturas sume a los hombres en la parálisis: conocer el porvenir, el resultado que tendrán los esfuerzos que se invierten en una causa, puede no ser más que una invitación al desaliento. "Casi nadie habría hecho lo mismo con su vida si hubiese adivinado su porvenir. En el relato, los opositores, por ejemplo, dejan de presentarse a los exámenes porque saben que no van a aprobar. El hombre necesita fe para hacer las cosas", asegura.

Tras El sueño del otro, una obra excepcional que indagaba en los enigmas de la identidad desde la clave de lo fantástico, Muñoz Rengel cambia al microrrelato y vive el salto como una liberación: en la novela -incluso en la disparatada El asesino hipocondríaco- "hay normas que debes seguir en cuanto empiezas", y el malagueño sabía que el nuevo formato, "un género muy ágil, muy juguetón", le permitiría volcar "todos mis temas, todos mis monstruos" y abordarlos en manifestaciones dispares, "en serio, con humor, inquietando, tratando de hacer pensar".

Así, en El libro de los pequeños milagros campa a sus anchas un escritor desprovisto de ataduras, interesado en acercar la ciencia ficción a la literatura española, pero no por ello ajeno a los problemas de la sociedad actual. Narraciones como Vigilados, donde los inspectores resultan llevar bigotes postizos y ser unos farsantes, ¡Ah, las fábulas!, donde un caimán impone la austeridad a la fauna de una ciénaga, o Visibilidad, en el que las redes sociales acaban transformando la apariencia de los individuos, acaban componiendo un rotundo retrato de estos tiempos. "En todas las piezas hay una primera historia, la visible, pero esconden otras dimensiones, otras capas. Lo que tenía claro es que no quería caer en esa simplicidad del microcuento como chiste", defiende.

Muñoz Rengel intenta "desestabilizar al lector, como si le pegara un pequeño golpe en el zapato y con eso se tambaleara". Pero esa inteligencia esquinada necesita "lectores activos, que se presten al juego. Esto no es un thriller de 400 páginas que te va a arrastrar con su historia. De alguna forma, todos los micros, incluso los que parecen más narrativos, están metiendo una semilla dentro de la cabeza del lector y esperando que eso florezca. Yo necesito que el receptor coja el germen que le doy y lo expanda, le eche agua y eso se multiplique".

Por algo Muñoz Rengel coloca como preámbulo un homenaje al Esto no es una pipa, de Magritte. Esto no es un texto, se lee al principio del volumen. "Eso me surgió como una pieza, pero entendí que debía ser la advertencia preliminar, que te colocaba perfectamente donde tenías que estar. Venía a decir: ojo, que esto no es un libro cualquiera", argumenta el autor, que por esa razón puso a su trabajo "un título tan largo que está en la primera página porque no nos cabía en la portada": El libro de los pequeños milagros y los planetas ignotos, que contiene las pormenorizadas y muy veraces narraciones de los grandes hechos sobrenaturales y extraordinarios de este mundo, así como las epopeyas de otras tantas hazañas extraterrestres (...). "Era contradictorio porque tiene un aire cervantino, del Siglo de Oro, pero a la vez está hablando de extraterrestres y de otros elementos que no tienen nada que ver con esa época. Esos detalles, como el perro-loro de la portada, dan una idea de que no es un libro corriente, que está claro que no hemos querido engañar a nadie, ni el editor ni yo [ríe]".

Ese moverse entre la tradición y la modernidad no es precisamente el único contraste en los universos de Muñoz Rengel, a quien le atrae tanto lo entrañable como lo repulsivo, como ocurre en Fe, donde un muñeco de nieve acaba derritiéndose y mostrando "un musculoso y sanguinolento corazón", o en Coralinos, donde unas bestias "tienen el esqueleto por fuera, y lo que menos esperas es que sientan repugnancia por nosotros cuando nos ven". Nada es lo que parece en estos pequeños milagros: las divertidas Historias cruzadas -relectura del pasado en el que Adán y Eva se mezclan con la bruja de Blancanieves o se ofrece otra perspectiva de la conquista de América- señalan la facilidad con la que acontecimientos históricos podrían haber tenido otro rumbo. "Me pregunto qué pasaría si no se hubiese llegado tan pronto a las Américas y si no hubiésemos inventado las armas de fuego, que era el dominio que teníamos sobre ellos. Nuestros ejércitos no eran tantos y aquélla era una civilización potente, lo que ocurre es que nosotros disparábamos y ellos tenían flechas. Es como una realidad alternativa que podría haberse dado, y que habría cambiado el mundo".

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