Cultura

Todos la querían pero entre todos la mataron

  • Jorge Benavides Solís, profesor de la Escuela de Arquitectura de la US, analiza el traslado del proyecto del Caixafórum de las Atarazanas a la Torre Pelli.

La Sevilla actual comenzó su transformación a partir de la intervención urbanística en las Atarazanas ordenada por Alfonso X el Sabio, exactamente hace 760 años. Según referencias históricas anteriores, el califa Abu Ya, interesado en hacer de esta ciudad una capital, había mandado construirlas en 1172, adosadas a la muralla de la ciudad, cerca del Alcázar. Sus 17 naves originales ocupaban una superficie de 170x100 metros (más de una hectárea y media); ahora sólo quedan siete, pero aún así son admirables. En el sitio de las restantes se levantó el Hospital de la Caridad (siglo XVII) y el actual edificio de Hacienda (1945). Hay que ubicarse en esos años para imaginar la enorme magnitud de este edificio. Indiscutibles razones históricas, arqueológicas, técnicas, constructivas, arquitectónica y urbanas, pero sobre todo su singularidad (hay pocas tipologías similares de ese periodo en el mundo), imponen la obligación de protegerlas, de darles uso.

En 1969 este monumental edificio fue declarado Bien de Interés Cultural. En 1993 pasó a ser propiedad de la Junta de Andalucía la cual, después de haber invertido y fracasado en su intento de convertirlo en Museo de Arte Contemporáneo, en 1999 consiguió firmar el Convenio con La Caixa para que lo convirtiera en su Centro Cultural. Después de los resultados del correspondiente concurso, de haber obtenido la aprobación de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico y cuando solamente se esperaba la licencia de obra, el alcalde, en lugar de facilitarla, sorprendiendo a todos los sevillanos y a quienes vivimos y amamos esta ciudad, la ha denegado.

La denegación carece de lógica y de razones suficientes; más bien parece un instrumento dialéctico útil para la confrontación con la Junta; o sea, para la lucha puramente partidista que, paradójicamente, desprestigia al poder político (PP y PSOE) y fortalece al poder financiero. Señores: gobernar es dar soluciones, no generar problemas.

Uno de los edificios de imprescindible referencia en la historia urbana está en peligro de volver a su situación de hace muchas décadas y quizá del abandono, justo en el momento en el que la ciudad, gracias a la concepción del proyecto arquitectónico, por primera vez se preparaba para enriquecer su espacio público desde lo privado proporcionando así un monumental lugar abovedado de grandes dimensiones para múltiple uso. Todo lo contrario a lo que se hizo al privatizar la plaza de las setas. En las Atarazanas, en todo caso, la concesión al menos parece más equitativa. Aquel sugerente aporte permitiría rescatar y enriquecer el nexo con el río a través de la calle Temprado y del Jardín de La Caridad, agrupando así en un conjunto a diversas actividades generadoras de un nodo cultural de la cual carece la ciudad: Caixafórum, Torre de la Plata, museo (Torre del Oro), pintura barroca sevillana (La Caridad), música (Teatro de la Maestranza), comercio, ocio, turismo (museo, plaza de toros).

También traería a la memoria ciudadana la antigua relación de las Atarazanas con el Conjunto Patrimonio de la Humanidad (Catedral, Archivo de Indias, Alcázar) y, a través de éste, el turista del futuro tendría la posibilidad de continuar su itinerario hasta el otro nodo -centralidad verde- constituido, a partir de los jardines del Alcázar, por todos los jardines aledaños hasta el Parque de María Luisa donde podrían disfrutar de otra variada oferta: Plaza de España, Museo Arqueológico, Museo de Artes y Costumbres Populares, Colección de Arte Contemporáneo (antiguo Consulado de EEUU), Casa de la Ciencia, Biblioteca Pública, Teatro Lope de Vega, Casino de la Exposición, Universidad, Palacio de San Telmo...

Según la Organización Mundial del Turismo, en los próximos diez años se incorporarán, entre otros, 100 millones de turistas chinos a la demanda de servicios. Ni de lejos se les ocurrirá venir detrás de la Torre La Caixa (antes Pelli y luego Cajasol), porque en su país se están construyendo miles de todos los tamaños, colores y excentricidades. Les interesará una oferta variada, que no compita con las centroeuropeas sino que ofrezca lo que da y ha dado esta tierra durante siglos, entre ellas las Atarazanas, con las que La Caixa, por su parte, obtendría mucho más reconocimiento social aquí y en el extranjero. Atenuaría así la deteriorada imagen de los bancos que tanto dolor, con desahucios incluidos, han causado y están provocando a los españoles. Deben saber muy bien quienes se dedican a construir y asesorar marcas.

La Torre no dará prestigio, lo dará la rehabilitación de las Atarazanas junto con la dignificación de los innumerables monumentos que deberían coordinarse para estar abiertos y, por último, la ordenación de todo el conjunto histórico, con el fin de hacer agradable la vida y no para provocar indignación cuando se pasea y se le ve sin orden ni concierto, saturado de vallas, mesas, sillas, con olor a orines y excremento de caballos.

A propósito, y entre otras cosas: ¿Cuándo el señor alcalde hará público el plan de movilidad y de accesibilidad? ¿Cómo y por qué medios se llegará a la Torre? ¿Por dónde accederán a la Torre y saldrán de ella los 3.044 coches y las 400 motos a la hora punta si actualmente están saturadas las vías y puentes cercanos? Y al señor consejero de Cultura: ¿Permitirá que unilateralmente se liquide el convenio con la entidad bancaria donde tiene el dinero la Junta sin tomar alguna terminante iniciativa?

Por último: ¿Cómo interpretar el silencio de los sevillanos ante la doble agresión que se está cometiendo a la ciudad? El autoritarismo de un vacuo neoobelisco conmemorativo a la crisis bancaria participada por los políticos, no solamente aplasta la ciudad, sino que pretende perjudicar a su centro histórico, impidiendo que las Atarazanas se revitalicen. Carece de sentido común. No es de recibo.

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