'La musa furtiva' recopila la poesía sensorial e irónica de Molina Foix

El volumen, editado en la colección 'Vandalia', recoge versos escritos entre 1967 y 2012. El autor, que siempre ha cultivado el género, sólo había publicado sin embargo dos poemarios.

Braulio Ortiz / Sevilla

25 de enero 2013 - 05:00

La sólida carrera como narrador de Vicente Molina Foix, con libros tan celebrados como La Quincena Soviética, El vampiro de la calle Méjico y El abrecartas, y destacados galardones entre los que se encuentran el Premio Herralde y el Nacional de Literatura, ha acaparado un foco que también habría merecido la poesía del autor, avalada en sus comienzos con la inclusión en la histórica antología de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles. El valenciano, según ha reconocido, siempre cultivó los versos pese a mostrarse un tanto esquivo en la difusión de su lírica: hasta ahora sólo había publicado dos poemarios, Los espías del realista y Vanas penas de amor. Ahora, la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara reúne en el volumen La musa furtiva. Poesía 1967-2012 esa producción que estaba dispersa en revistas y plaquettes, una suerte de biografía literaria que para la especialista Candelas Gala, de la Wake Forest University, encargada del prólogo de esta compilación, revela a un escritor que "nos hace reír, y sentir, pero también pensar", que pese a su interés por la cultura tiene "los pies bien asentados en la realidad", se aleja de lo solemne mediante las expresiones comunes de la conversational poetry y las hechuras de la ironía.

Molina Foix admitió ayer, en la presentación de La musa furtiva, que "nunca" había abandonado la poesía, aunque guardaba sus creaciones, una decisión "que la gente atribuye a la humildad, aunque yo creo que quizás se debía a lo contrario, a la soberbia". Fue el interés de la directora de la Fundación Lara, Ana Gavín, en incorporarlo al catálogo de la colección Vandalia, una "proposición deshonesta", bromea, "ante la que estuve un tiempo haciéndome el interesante", el impulso para que se enfrentara a "una operación de arqueología de mí mismo". En esa tarea descubrió sorprendido que había "una cantidad de textos mucho mayor de lo que imaginaba", y la prospección le llevó incluso a los orígenes, a ese poema dedicado a la Inmaculada Concepción de los tiempos en que "era muy beato, después me hice libertino". Pero a pesar de ese hallazgo, "en general me reconozco en lo que he encontrado. Evidentemente me identifico más con el Vicente Molina Foix de ahora, pero hay una voz que es la mía, imágenes que coincidían con mis novelas".

El creador no oculta su orgullo por el nombre que ha puesto a su poesía reunida, La musa furtiva. "Se supone que soy un experto en poner títulos, y hubo una época en que incluso quería vivir de eso, pero las circunstancias me demostraron que no había mercado. Pero le regalé un montón de títulos a mis amigos para sus novelas, y, de hecho, Juan García Hortelano hablaba de la Agencia Molina de títulos. Pero uno ha cometido errores: Busto [la obra con la que ganó el Premio Barral] me parece un título sencillamente horrendo", confiesa Molina Foix, que para ilustrar la portada de esta antología ha recurrido de nuevo a una imagen de la artista Carmen Calvo. "Desde El abrecartas decidí que me acompañara en los libros. Su universo conecta mucho con el mío", comenta.

Entre las constantes que se detectan en las páginas de La musa furtiva, "los temas amorosos, la enfermedad, la muerte",sobresale la visión amarga que el escritor tiene de las relaciones de pareja. "Sí, hay una parte muy considerable de poesía amorosa, pero al contrario que Salinas, que cantaba al amor, yo hablo de éste cuando ya ha acabado. Cuando amo no escribo", afirma. Molina Foix se mofa de su objeto de deseo cuando ya la decepción ha arrojado otra luz sobre las cosas. "No recuerdo / esos labios / que según ellos son rojos / y yo noté propensos a las pupas", escribe en Epigrama segundo. El escritor, como apuntaCandelas Gala, se sirve de referencias a la cultura clásica con una intención paródica, para acabar resaltando "lo sórdido, grotesco y puramente vulgar de muchas de las situaciones". A Molina Foix le gusta "hacer sangre, pero de manera contenida", matiza, "detrás de la capa cínica, un poco acusativa e hiriente, se esconde el sentimiento de pérdida. No me estoy vengando, describo una historia que me ha dejado tocado", advierte.

La muerte es otra de las heridas que acaricia la poesía de Molina Foix: en un pasaje como El último se enfrenta a la ausencia de "los compañeros de generación, los maestros, las personas de mi entorno que se fueron": "Si a algunos de vosotros, / fugitivos hermanos de la muerte, / se os ocurre venir / por este mundo restante, ya lo sabéis: / yo doy la vez", invoca un autor que, asegura, trata la muerte "con distanciamiento" porque "nunca he sido un poeta sentimental".

Desde esa cierta mesura, no obstante, el autor de Con tal de no morir sabe facturar versos emocionantes, como los de El hijo que no tuve, que dedica a la descendencia que no se produjo: "Y ahora, cuando no existes, / vienes tú a despertarme / con el recuerdo de lo que pudo ser, / mientras tu madre, / vestida con la ropa de aquel entonces, / sale desde su olvido / y me pregunta, / cuando ya no hay tiempo: / ¿Qué nombre le pondremos a nuestro hijo?".

La musa furtiva propone también una invitación a observar el mundo: el mirón se alza como una figura frecuente. "Soy un poco voyeur, me fijo mucho en las cosas. No tengo coche y voy paseando a todos sitios, son paseos en los que ejercito la mirada. Soy un autor sensorial, y esa sensorialidad viene de ahí", explica.

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