Rigoberta Bandini desata su universo pop en Sevilla con el arranque de la gira 'Jesucrista Superstar'

Icónica Santalucía Sevilla Fest

La catalana trajo a Icónica Santalucía Sevilla Fest un espectáculo desbordante de humor, beats y emociones, donde el pop se convirtió en fiesta colectiva y catarsis generacional

Zahara: "En reivindicar la calma también hay revolución"

Rigoberta Bandini anoche en el festival Icónica
Rigoberta Bandini anoche en el festival Icónica / Óscar Romero

Cuando Rigoberta Bandini estuvo en nuestra ciudad la vez anterior tuve ocasión de entrevistarla y me dijo que en el 2023 empezaba otra etapa de creación que no sabía dónde la iba a llevar. Desde anoche puedo decir que con ese nuevo disco del que empezaba aquí su gira de presentación, no sé si va a llegar alguna vez a ser una Jesucrista porque ella no se siente una mesías y le incomoda servir de excusa para polarizaciones sociales, políticas y religiosas, pero lo que sí está clarísimo es que ya es una Superstar que ha ascendido algunos peldaños en cuanto a presencia escénica, producción, instrumentación en directo… espectacularidad, en suma. Es increíble cómo ha pasado, sin que en los casi tres años transcurridos desde entonces hubiese sacado disco nuevo ni subido a ningún escenario, de los 3.000 espectadores de la vez anterior, a los 8.000 de anoche, entregadísimos a ella. En las primeras filas vi a gente que sabía que iba a estar allí, como Memphis Jiménez, que me consta que es fan de Rigoberta como lo demuestra el estribillo de Café, la canción que hace en Paraíso Seis: …y vamos juntos a esa fiestaaaa, como decía Rigobeeertaaaa…, y a gente inesperada como Quintín Vargas e Ismael Prieto, el batería de sus nuevos Zíngaros, con algunas chicas, una de las cuales hizo rular su estuche de maquillaje de purpurina de colores y hasta yo terminé con la cara llena de brilli brilli.

Y sí, la fiesta a la que fuimos todos juntos fue un culto de lo absurdo, lo divino y lo musical. Allí se mezclaron la liturgia y el rave, la emotividad y el kitsch, fundidos en una celebración colectiva de nuestras contradicciones. Músicos, bailarinas, visuales delirantes, teatralidad y el habitual desparpajo entre la naturalidad naíf y el artificio de la performance dejaron claro que en los conciertos de la gira que arrancó anoche en la Plaza de España cabe todo menos el aburrimiento.

Rigoberta Bandini y sus coristas
Rigoberta Bandini y sus coristas / Óscar Romero

El repertorio fue un viaje sin frenos por su imaginario, inaugurado con el himno postmillennial JAJAJA y enseguida encadenado con el Club Xavalas Tristes y Simpática pero problemática, que en directo es un bombazo colosal, en las que las coreografías juguetonas y el sentido del humor afilado levantaron instantáneamente al público, que la había esperado un rato larguísimo, porque su concierto comenzó a las doce de la noche, una hora y media después de que terminase el de Zahara.

Una vez que se despojó de la chaqueta amarilla de charol con la que apareció para las primeras coreografías, el cuerpo central del show fue creciendo en intensidad con joyas como Vuelaaa, Enamorados o el mashup de Congelati, Brindis y su versión descongelada, todo envuelto en proyecciones surrealistas, luces epilépticas y una entrega total de la banda, con chicas nuevas a la guitarra y la batería, además de Esteban Navarro y sus compañeros maquineros.

Cada canción parecía abrir una pequeña puerta a un universo propio: la ironía existencial de In Spain we call it soledad, el beat hedonista de DJ in Spain, mantenido por Esteban mientras ella volvía a cambiarse, la nostalgia chiclosa de Miami Beach, o la balada emocional que es Aprenderás, antes de volver a hacer mutis mientras se proyectaba un video que alternaba a su prima y componente destacada de su coro, Memé, con Paula (nombre real de Rigoberta) de niña, en uno de los momentos más tiernos de la noche. Se mostró más teatral y camaleónica todavía interpretando La pulga en el sofá como si fuera una ópera marciana, se desató con Pamela Andersonpam pam pam Pamela, te hicieron sentir pequeña y no supimos quien eras más allá de tu belleza despam pam pam panante…, entre guiños noventeros, que culminó con El amor aquel de Massiel y un Amore amore amore en el que se bajó del escenario para mezclarse con la gente, hacerse selfies, servirles chupitos y hasta perder la peluca, por lo que Soy mayor la hizo luciendo la redecilla que le recogía el pelo en vez de la melena rubia artificial. Luego llegó la Perra desbocada y con el rap feminista todo se convirtió en una rave canina con los grupitos de mujeres abrazadas entre sonrisas y lágrimas; este es uno de esos momentos en que los hombres nos sentimos un poco fuera de lugar porque no nos hacemos una idea total de qué significa lo que Rigoberta canta y cómo lo canta. El set acabó, entre lo nuevo y lo antiguo, con Kaiman y Too Many Drugs llenando la noche de ritmos house.

El clímax, cómo no, llegó al volver al escenario para los bises con Ay mamá -sí, todas se sacaron las tetas fuera-, que ya es patrimonio emocional de una generación. Y después Centro de gravedad permanente cerró el rito con una calma de after en el que nadie quería apagar la luz. Este espectáculo de Jesucrista Superstar es, como decía el hijo de aquel Julio Iglesias que dio título a una de las canciones de Rigoberta, anoche apenas esbozada por las chicas del coro mientras ella se preparaba para aparecer como la perra, una experiencia religiosa de sudor, risa, lágrimas y pelucas fluorescentes. Y anoche, Sevilla comulgó encantada.

Zahara
Zahara / Óscar Romero

La noche, cuando todavía era por la tarde, a eso de las nueve y media, comenzó con una atmósfera de introspección y emoción, cortesía de Zahara y su nuevo espectáculo. La artista ubetense ofreció un concierto que fusionó la delicadeza de su voz con una cuidada producción electrónica, enmarcando las canciones de su último disco, Lento Ternura, en una experiencia sensorial y a veces conmovedora. A mí particularmente me llegó su recuerdo a cuando comenzó prácticamente su carrera en la sala Malandar allá por el 2009, y cuando preguntó que quien había estado allí yo estaba demasiado lejos como para que viese mi brazo levantado.

Acompañada por sus habituales colaboradores, Martí Perarnau , Manuel Cabezalí y Xavi Molero, Zahara desplegó un repertorio que transitó entre la luz y la oscuridad, explorando temas como el amor, la pérdida y la búsqueda de sentido en un mundo acelerado. Canciones como Formentera, la primera de todas, y Con las ganas resonaron con fuerza, mostrando la evolución artística de Zahara hacia un sonido más maduro y experimental. La puesta en escena, meticulosamente diseñada, potenció la conexión entre la artista y nosotros, creando momentos de intimidad en medio de un espacio tan imponente como la Plaza de España, que contrastaba con el váter portátil en el que se encerró para una de las canciones, del que dijo que tenía apenas los mismos metros cuadrados que su apartamento de Madrid –como se entere Ayuso, empieza a alquilar los váteres estos por 1.400 pavos, dijo, entre la broma y la crítica-. Zahara mostró una gran capacidad para transformar su concierto en un ritual emocional, y preparó perfectamente el terreno para la explosión festiva que llegaría después con Rigoberta Bandini, a la que dedicó Demasiadas canciones, poniéndola de ejemplo de lo que puede conseguir una mujer en este mundo musical en el que, como decía en la letra que cantaba, hay demasiadas pocas mujeres tocando en festivales.

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