¿Qué significa la guitarra para Romero de Torres?

JAVIER RIBA | CRÍTICA

Riba y las dos guitarras históricas
Riba y las dos guitarras históricas / Federico Mantecón

La ficha

****XVI Festival de la Guitarra de Sevilla. Programa: Obras de I. Albéniz, J. Arcas, M. Rodrigo y M. de Falla. Guitarra: Javier Riba. Lugar: Museo de Bellas Artes. Fecha: Martes, 21 de octubre. Aforo: Lleno.

La niña de las saetas, La Cordobesa, La Carcelera, Nuestra Señora de Andalucía y otros muchos cuadros más de Julio Romero de Torres ofrecen lugar protagonista y simbólico a la guitarra. Y en todos los casos podemos ver un modelo peculiar de guitarra, precisamente la construida hacia 1906 por Rafael Casana para el pintor, un instrumento arcaizante de pequeñas dimensiones, delgado y delicado, afín a la guitarra romántica más que a los modelos de principio de siglo. Eso le otorga una sonoridad muy íntima, con unos colores muy peculiares, como si cantara al oido guiada por la mano también delicada de Riba, con ese toque limpio y matizado que le caracteriza y ese fraseo atento tanto a los silencios como a los acentos. Con ella Riba ofreció versiones cuidadísimas hasta el mínimo detalle de Albéniz, Arcas y María Rodrigo, recurriendo ocasionalmente a portamentos expresivos. La combinación ajustada de rasgueo y punteo en Coplas de España de Rodrigo le dio a la pieza un aire como de experimentación sobre lo andaluz, con un fondo de jota puntual muy atractivo. En esta guitarra tan personal sonaron de forma diferente, casi misteriosa, las tres piezas de Falla: Homenaje a Debussy (con muy especial aire de lejana habanera nocturna llevado con sutilidad por Riba), Romance del pescador (de nuevo la lejanía como recurso evocador) y Canción de fuego fatuo (ritmo sostenido con elegancia)

Con otra guitarra más avanzada aunque anterior (1900) Riba abordó sus propias versiones de Evocación y El Puerto, con todo el deslumbre de colorido de la primera pieza y el derroche rítmico de la segunda, con sus hemiolias y su guajira seductora. También en esta guitarra de Vicente Arias abordó las evocaciones albenizianas de Granada y Cuba, sacando partido del sonido más complejo y brillante del instrumento, que permitía sutiles juegos al combinar el sonido quebradizo de los armónicos con la vibración plena de las cuerdas.

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