Guardiola, ante un nuevo atracón de bellotas con cáscara

El tren extremeño del PP descarrila y se queda lejos del destino deseado y en peores condiciones

María Guardiola.
María Guardiola. / M. G.

21 de diciembre 2025 - 23:49

Guardiola fue un problema en 2023, cuando despotricó del aliado natural y luego tuvo que tragarse una a una sus propias palabras como bellotas con cáscara para dar entrada a Vox en el Ejecutivo extremeño. Distinto fue que luego la muchachada de Abascal se saliera de todos los Ejecutivos autonómicos por orden del César Abascal, que tiene en las generales su único objetivo. El protagonizado por la política extremeña fue un sainete de manual, uno de los peores espectáculos que se pueden ofrecer en la vida pública con tal de subirse al machito del poder. Su palabra tuvo el mismo valor que el salivazo en una tabla de planchar. Y eso que en España llevamos años acostumbrados a cambios de opinión y a faltas de decoro y cortesía institucional, amén de soportar el lastre de los escándalos y frentes judiciales. Muchos estamos convencidos de que aquel esperpento extremeño de ese PP, localizado y concentrado en Guardiola, fue letal para los intereses nacionales de Feijóo, al margen de otras cuestiones que pudieron influir en una victoria insuficiente del gallego en las generales. La jefa de filas del PP extremeño pudo haberle ahorrado entonces muchas curvas al líder de Génova. Guardiola ha fracasado, pues no se adelantan unas elecciones año y medio para ganar un único diputado, disparar a ese aliado natural (que guarda los desprecios sufridos en el altillo de la memoria) y que, es cierto, hunde al PSOE en un territorio tradicional del partido y el puño y la rosa, pero le permite alimentar el miedo al pacto de las derechas (PP-Vox) en todos y cada uno de los próximos comicios. Sí, el PSOE actual se mantiene electoralmente vivo gracias en buena medida al miedo atávico a la derecha que mantiene cierto sector de la población al que se le recuerdan continuamente la Guerra Civil, Franco y versiones manipuladas de Adólfo Suárez o la Conferencia Episcopal.

A Sánchez le importa muy poco Extremadura, mucho menos su candidato procesado en el juzgado y ahora estrellado en las urnas. Pero estos comicios le dejan sacar a pasear el dóberman del miedo, como hizo Rubalcaba en 1996. Nunca una derrota tan clamorosa puede ser más rentable para quien lleva la ventaja de no tener escrúpulos, de ser fiel a una ideología que solo tiene un punto: el mantenimiento del poder por el poder. Guardiola vuelve a fallar con estrépito. Y no sirve para nada bueno su victoria clara. Muy al contrario, la sube a la montaña rusa de una durísima negociación con un Abascal que disfrutará teniendo cogido al PP por donde más duele. Vox sale fortalecido. Y, por tanto, envalentonado. En Moncloa tienen lo que querían: poder aventar el miedo al supuesto recorte de derechos y libertades. Pierde el PSOE, gana el argumentario de Sánchez. Estas cosas pasan cuando el PP mantiene candidatos que asumen con fervor el marco mental de la izquierda. Si en Génova toman nota, podrán dar siete pasos de gigante. De lo contrario, la historia no se repetirá, será la misma. Alguien debe advertir que el contexto ha cambiado, que la politica española no es ajena a los vientos europeos que empujan las posiciones de las derechas puras y duras. Siempre queda, por supuesto, la saludable opción de perder los complejos: tener marco mental propio, una hoja de ruta común en todos los territorios a la hora de pactar con Vox y no perder de vista quiénes son los aliados. El tren extremeño del PP descarrila de nuevo. Sorprendente, insólito. La siempre deseable moderación debe ser vendida de otra forma en el escaparate electoral, porque en 2025 falla de nuevo la fórmula de la subrogación en los postulados de la izquierda.

stats