Rosalía, ¿qué tienes pensado para nosotros?
ROSALÍA | Cantante
'Berghain' funciona como manifiesto artístico que nos hace imaginar un pop que no necesite ser comercial para ser significativo
Así es Berghain, el templo del tecno que ha inspirado la nueva canción de Rosalía: "Un espacio libre para los hedonistas a los que les gusta dejarse llevar"
Rosalía sorprende en alemán y como soprano lírica en su nueva canción, 'Berghain'
En el paisaje sonoro contemporáneo, donde la atención es el bien más escaso y los lanzamientos musicales se suceden con voracidad industrial, la llegada de Berghain —primer adelanto del esperado álbum Lux de Rosalía— trasciende lo musical para erigirse como fenómeno cultural total. Lo que estamos presenciando estos días va más allá del lanzamiento de una canción, es la puesta en escena de un ideario artístico que cuestiona los fundamentos mismos de la creación pop en el siglo XXI. Rosalía ejecuta con maestría deslumbrante un ejercicio de eficacia y eficiencia que comenzó mucho antes de que escuchásemos la primera nota; su aparición mariana en Callao no fue un mero acto promocional, sino la materialización escénica de un universo simbólico cuidadosamente orquestado. En la era del scroll infinito y el consumo desechable, la artista demuestra su talento único para ser una señal entre el ruido.
La pieza musical en sí constituye una declaración de principios tan radical como coherente con su trayectoria. Berghain se revela como composición barroca, operística y marcial que rechaza conscientemente los códigos del hit inmediato. Al hacerlo, Rosalía parece susurrar al oído de la industria musical una falsa nostalgia de lo que nunca llegó a tener: evoca la grandiosidad wagneriana, la oscuridad del techno berlinés y la solemnidad de la música sacra, pero no desde el pastiche, de lo que muchos la acusan, sino desde la apropiación transformadora. Esta alquimia sonora, donde tradiciones aparentemente ajenas emergen transmutadas en algo genuinamente nuevo, conecta con el espíritu provocador de Klaus Nomi o Einstürzende Neubauten, pero lleva esa pulsión experimental al terreno emocional y pop, donde ellos nunca quisieron o pudieron entrar. En este gesto se encierra una de las cuestiones fundamentales de nuestro tiempo cultural: ¿es mejor ser popular o relevante? Rosalía parece haber elegido sin ambages la segunda opción, posicionando Berghain como anti-single deliberado que interroga las lógicas industriales del streaming.
El complejo entramado visual que acompaña la pieza merece un análisis particular. El videoclip dirigido por Nicolás Méndez amplía este universo conceptual hasta cotas de genuino delirio creativo que complementa —más que ilustra— la propuesta sonora. La secuencia inicial de Rosalía realizando tareas domésticas banales mientras una orquesta sinfónica invade su espacio íntimo funciona como potente metáfora de los pensamientos intrusivos que la propia artista define con su frase "My intrusive thoughts sound like this". Esta imagen, de una potencia visual extraordinaria, condensa la esencia del proyecto, que es la irrupción de lo sublime en lo cotidiano, lo extraordinario en lo mundano. La posterior deriva hacia un cuento de hadas gótico, con sus referencias a Blancanieves y su culminación en la obsesiva repetición por parte de Yves Tumor de "Te follaré hasta que me quieras", completa un relato visual que dialoga con la música en términos de igualdad creativa. Si un pavo real sin las plumas solo es un pollo grande, para Rosalía, la espectacularidad visual y performática —las plumas— no constituye un adorno superficial, sino que da dimensión consustancial a su propuesta artística.
Pero quizá donde mejor se comprende la radicalidad de este proyecto es en su rechazo explícito a las dinámicas de consumo contemporáneo. Frente a la cultura del descarte y la atención fragmentada, Berghain exige tiempo, concentración y escucha activa; frente al pop fácilmente digerible y diseñado para algoritmos, ofrece una experiencia estética que requiere —y merece— múltiples aproximaciones para ser aprehendida en su complejidad. Este desafío a la inmediatez, que algunos pueden ver como un capricho vanguardista, es una posición ética frente a la creación artística en la era digital. Su genio reside en comprender que, para profundizar de verdad, hay que renunciar a abarcarlo todo. Y ella, con una claridad pasmosa, profundiza, no abarca. Se sumerge en una estética clásica y oscura, la explora hasta sus últimas consecuencias y nos obliga a seguirla por un camino que, aunque incómodo para algunos, resulta innegablemente propio y coherente con su evolución. La canción funciona como manifiesto artístico que choca con los fundamentos mismos de la industria musical contemporánea, desafiándonos a imaginar un pop que no necesite ser comercial para ser significativo. En ese sentido, la colaboración con Björk no solo amplifica su alcance conceptual, sino que inscribe a Rosalía en una línea directa de mujeres que han hecho del riesgo una forma de expresión absoluta. La verdadera innovación rara vez nace del consenso sino del riesgo consciente y la coherencia visionaria.
Lo que convierte Berghain en un acontecimiento cultural de primer orden es la forma en que redefine las expectativas sobre lo que podría ser Lux, el tan esperado álbum nuevo. Este adelanto eleva el listón creativo; si este es solo el primer vistazo, ¿qué universo sonoro nos aguarda en el trabajo completo? Rosalía plantea la posibilidad de un disco conceptualmente arriesgado y cohesionado. Las preguntas que deja flotando en el aire son tan excitantes como inquietantes: ¿será Lux una inmersión profunda en esta estética oscura y operística? ¿Estamos ante un trabajo que priorizará la coherencia artística sobre la rentabilidad comercial? Este primer fragmento sugiere que Rosalía está dispuesta a llevar su sello personal hasta las últimas consecuencias, estableciendo nuevas posibilidades expresivas para toda una generación de creadores.
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