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Pilar del Río. Periodista

"Mientras se le siga leyendo, Saramago, la persona, no estará, pero sí el escritor"

  • La traductora, periodista y viuda del Nobel presenta 'Alabardas', una obra inconclusa que es también un "hecho moral" que reflexiona sobre la responsabilidad del hombre ante la violencia.

Artur Paz Semedo, un anodino empleado de una fábrica de armas, Producciones Belona S. A., había desempeñado su labor de manera irreflexiva, albergando la humilde meta de ser nombrado responsable de facturación, hasta que por L'Espoir, de André Malraux, conoce la tragedia de unos trabajadores de Milán fusilados por haber saboteado obuses; más tarde, escucha el relato de una bomba que no explotó en la Guerra de España, un artefacto que encerraba una nota en portugués. La investigación que realiza este hombre tras estas revelaciones centra la historia de Alabardas, la novela póstuma e inconclusa de José Saramago, el último gesto moral de un escritor que, a través de la transformación de un sujeto aparentemente insignificante, reivindica la necesidad de rebelión de los ciudadanos frente a las guerras que promueven los Estados. La obra, de la que Saramago sólo pudo concluir tres capítulos, aparece editada en Alfaguara con ilustraciones de otro Premio Nobel, Günter Grass, y textos del novelista Roberto Saviano y el poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera. La periodista y presidenta de la Fundación José Saramago, Pilar del Río, presentó esta semana en Sevilla el nuevo volumen en un acto organizado por el Centro de Estudios Andaluces en el que estuvo acompañada por el actor Antonio de la Torre. Con la viuda del escritor y traductora de su obra hablamos de una propuesta concebida como un aldabonazo contra la violencia y el tráfico de armas.

-En la última entrevista que le hicimos, usted aseguraba que Alabardas saldría publicada con mucha dignidad, que abordaba un tema sensible y no podía pasar a la Historia sólo como el título póstumo de Saramago.

-Es una novela y es un hecho literario, pero hemos querido que sea un hecho moral, una llamada a la reflexión y a pensar acerca de si es de verdad inevitable la guerra o no nos están llevando por unos caminos que nosotros aceptamos dócilmente, resignadamente. Yo no quise publicar Alabardas en el primer momento, cuando José acababa de morir y los editores pedían lo que estaba escribiendo. Es anticomercial sacar un inédito cuatro años después de que su autor haya muerto, pero este libro no es una operación comercial, es un alegato. Y lo hemos cuidado.

-El libro es una despedida coherente para alguien que en su literatura se desveló por "un sentimiento ético de la existencia".

-Y publicarlo es un modo de que el autor continúe con nosotros. José Saramago no está, pero los lectores sí estamos. Alabardas es un libro para los lectores, y, mientras nos acerquemos a su obra, la persona no estará, pero el escritor sí. Ésa es una idea que me gusta repetir.

-Uno de los hallazgos de la novela es que esa reflexión contra la guerra se hace a través de la peripecia de un tipo corriente, alguien que no se pregunta por las consecuencias de su trabajo. Y el lector puede sentirse reconocido en la modestia de ese protagonista.

-Sí, Artur es un personaje que disfruta con las películas bélicas, pero es también alguien que no dispararía un tiro... Cuando apareció Elkarri, en el País Vasco, le pidieron a José que participara en una campaña que iba a ser muy difícil, que pedía una solución, pacífica y negociada, para el conflicto vasco. Él participó activamente, de muchas maneras, recuerdo que una de ellas fue con Tàpies: uno hizo un grabado, el otro un dibujo, ambos lo firmaron, y eso se vendía para recaudar fondos, para que se pudiese recorrer el País Vasco explicando con los mediadores de la paz la importancia que tenía el llegar a un acuerdo y no seguir insistiendo en la guerra. José escribió un texto que terminaba diciendo que la paz es posible si nos movilizamos por ella, en las conciencias y en la calle. Que nos convenzamos de que nosotros no somos marionetas, que tenemos poder, que seamos capaces de convencernos y de decirlo. ¿Por qué el Ministerio de Defensa tiene ese presupuesto? El otro día, en la presentación del libro en Lisboa, Saviano contó que pese a la crisis que tiene Italia, como todos los demás países, Renzi decidió que tiene que cumplir los compromisos de Estado, acordados probablemente por Berlusconi, para comprar portaaviones, barcos y submarinos. ¿Y con los ciudadanos, no tiene ningún compromiso para que sean atendidos cuando estén enfermos, o para que las escuelas funcionen mejor, para que se reconstruyan las ciudades tras un terremoto? El libro de José iba a terminar con un Vete a la mierda, y es una frase que se podría decir en estos casos, en muchos casos.

-Pero en cuanto alguien con un cargo propone cambiar las cosas se le echan encima. Mire lo que ha ocurrido con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, cuando afirmó que "sobraba" el Ministerio de Defensa.

-Una vez, Carme Chacón se fue a Bosnia para comunicarle a los soldados que se iban a casa, y fue criticada a más no poder. Que si tenía compromisos de Estado, que se lo tenía que haber dicho antes a la OTAN... Pero no, se lo dijo a los que estaban sufriendo las consecuencias de aquello. Una vez comunicado a los chicos, lo hizo a las instituciones. Ésa es una relación de seres humanos. ¿Nosotros, los ciudadanos, vamos a defender la razón de Estado antes que la razón humana? Con lo que ha ocurrido con Pedro Sánchez, yo pregunto: todos esos que se escandalizan con esas declaraciones, ¿qué son? ¿Unos cínicos? ¿Tienen intereses en la industria armamentística, o no han leído el quinto mandamiento, No matarás? A ver si vamos a tener una legión de ateos furibundos que van a misa, pero que no conocen ese mandamiento... Yo defiendo que, al menos, el Ministerio de Cultura debería tener la misma partida que el Ministerio de Defensa. Si el presupuesto de Educación fuera el de Defensa igual no hacían falta tantas guerritas ni tantas defensas. Por cierto, hasta hace no mucho, el Ministerio de Defensa se llamaba Ministerio de la Guerra, en todo el mundo, también en España.

-En los apuntes que Saramago dejó sobre el proyecto se repite una preocupación: el conseguir una historia "humana", una palabra en la que pone énfasis.

-Saramago afirmaba que sus libros tenían que ver con el poder y la responsabilidad. Por eso hizo El evangelio según Jesuscristo, Ensayo sobre la ceguera... Y, claro, la responsabilidad somos los seres humanos. José no escribía ni ensayos ni tratados, ni hacía moralina ni panfletos. Escribía literatura, escribía novelas, donde los personajes tenían que estar definidos, no eran de cartón-piedra. Quienes encarnan la responsabilidad personal somos los seres humanos, los pobres diablos. Porque José escribía para gente como él: sus personajes son como los de este libro, más o menos solitarios, taciturnos, sobrios en sus gustos. Este personaje se repite en El cerco de Lisboa, en Todos los nombres, en El hombre duplicado. Él no podía escribir de un ambiente que desconocía o que no le interesaba. Sobre estos hombres normales es sobre los que se abate todo el poder: el poder que los lleva a las guerras, el poder del dogma impuesto... Y frente a eso la posibilidad de la salida, del escape, de decir no.

-Como resalta Gómez Aguilera, Felícia, la esposa de Artur, entronca con toda una galería de personajes femeninos en los que Saramago volcaba sus esperanzas en la mujer, en lo que podía aportar ésta a la humanidad.

-Sus personajes femeninos son muy fuertes pero no era tanto porque él conociera a mujeres magníficas y dispuestas, no era eso, más bien porque entendía que las mujeres eran más capaces de la generosidad, como Blimunda, que en Memorial de un convento recorre nueve veces Portugal buscando a Baltasar y que aúna voluntades para que la máquina pueda volar. Él siempre decía que el mundo saldría adelante gracias a las mujeres, si éstas no reproducían los comportamientos masculinos.

-La idea del libro surgió de una pregunta que se hacía Saramago: por qué nunca se había producido una huelga en una fábrica de armas.

-Cuando él se lo planteó, yo le respondía que las fábricas de armas suelen estar militarizadas. Pero, sí, podía haber habido algo. Hubo actos de sabotaje, y dos se cuentan en el libro.

-No es difícil deducir que esa historia real del obús que tenía una nota en portugués impresionaría tanto a Saramago como a su personaje.

-Sí, esa historia fue definitiva para José, la citaba cantidad de veces. Como él decía en su poema: Que quien se calla cuanto me callé / no podrá morir sin decir todo, él no quería morir sin meter ese hecho en un libro. Una declaración periodística, una anécdota que le cuentas a un amigo... todo eso se va olvidando, durará mientras el que ha oído ese episodio vive. A él le emocionaba introducir en sus páginas esa nota de Esta bomba no reventará. Yque ocurriera aquello además en la Guerra de España, en Badajoz, era algo muy especial para él. También le intrigaba el acto de sabotaje de los trabajadores de Milán, a los que menciona Malraux en L'Espoir. Si alguien hace una cosa así en plena guerra,sabe que se está jugando la vida.

-Hablemos del proceso de edición. ¿Cómo se suma Günter Grass a este libro?

-José quería dar un golpe, un mazazo, en las conciencias con esta obra. Había escrito tres capítulos, que se iban a publicar, pero, si literariamente no podíamos seguirlo, teníamos que prolongar al menos el impulso ético que le hizo escribir entre hospitalización y hospitalización. Entonces nos planteamos, ¿cómo podíamos hacer que el libro fuera algo más que las últimas páginas de José Saramago, siendo unas páginas excelentes? Pensamos en Grass, que ha tenido una posición tan clara contra la guerra. Hablamos con él y nos ofreció estos dibujos.

-Y luego está la participación de Saviano, que hace una relectura muy interesante de Alabardas.

-La elección de Saviano nos parecía oportuna porque es una diana. Estuvo en la presentación en Lisboa junto a Garzón, que ha juzgado a los delincuentes y está trabajando con las víctimas, y a António Sampaio da Nóvoa, rector de la Universidad, alguien que defiende de forma clara que es la educación la única que salva de esta deshumanización que sufrimos.

-Saramago, que escribió estas páginasya con una salud delicada, sentía que éste era en cierto modo su testamento, se impacientaba con la lentitud con la que podía abordar el texto. En sus notas de trabajo, teme: "A este paso tal vez haya libro en 2020".

-Eso lo dijo por las entrevistas de Caín. Alabardas era el último libro que escribía, sí, después quería retirarse a leer en la biblioteca que nos construimos. Por cierto, me gustaría recordar que la casa de Lanzarote y la biblioteca se pueden visitar, se puede ver el sitio donde escribió Ensayo sobre la ceguera. Por un lado está lafundación, en Lisboa, que es portuguesa, en la que no recibimos dinero público y vivimos de los derechos de autor. Y luego la casa de Lanzarote, donde la gente se puede sentar en la mesa de Saramago y tomarse un café. No puedo mantenerla mucho tiempo, porque me cuesta una fortuna, hay siete personas trabajando allí. Pero ahora, la gente puede ir y contemplar el paisaje frente al que Saramago escribió Alabardas.

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