Fantasmas en Nebraska
Springsteen: Deliver me from nowhere | Crítica
La ficha
*** 'Springsteen: Deliver me from nowhere'. Biopic rock, EEUU, 2025, 120 min. Dirección y guion: Scott Cooper. Fotografía: Masanobu Takayanagi. Música: Jeremiah Fraites. Intérpretes: Jeremy Allen White, Jeremy Strong, Paul Walter Hauser, Odessa Young, Stphen Graham, Marc Maron.
Coinciden el estreno de este biopic parcial de Bruce Springsteen con el lanzamiento de una edición especial de su mítico álbum Nebraska (1982, CBS), cuya gestación ocupa precisamente el grueso narrativo de esta película de Scott Cooper (Corazón rebelde, Hostiles, Black Mass, Los crímenes de la academia) a mayor gloria del Boss durante su primera gran crisis personal. Un disco-paréntesis que proyectaba en diez canciones los fantasmas del cantautor rockero de New Jersey y que grabó él mismo en una mesa de cuatro pistas casera buscando una intimidad y un sonido crudo que dieran forma a sus historias de perdedores y forajidos y a sus confesiones veladas sobre una infancia difícil marcada por la figura del padre autoritario, violento y enfermo.
Nebraska se ofrece así como núcleo y destino para un filme que ahonda en el retrato traumático y apesadumbrado del hoy gran líder de masas e icono anti-trumpista, un retrato en claroscuro donde Jeremy Allen White pone la percha susurrante y el gesto taciturno y cabizbajo y donde todo responde más o menos al trazado clásico del artista libre contra el sistema y en batalla contra sus demonios en una Norteamérica de interior y clase trabajadora.
Dentro de ese esquema más o menos previsible, donde el pasado viene en blanco y negro y las crisis en imágenes temblorosas, la cinta de Cooper encuentra puntualmente el tono adecuado y la dosis justa de realismo que hace que los personajes (reales) trasciendan el estereotipo funcional: desde el mánager siempre amigable y comprensivo que encarna el robaescenas Jeremy Strong a la novia camarera que interpreta Odessa Young, pasando por ese padre omnipresente al que incluso el siempre excesivo Stephen Graham consigue sacar los matices necesarios para la empatía e incluso el perdón.
La cinta tiene también algunos regalos inesperados para el cinéfilo exigente: citas a Malas tierras, de Malick, o a La noche del cazador, de Laughton, en las que se proyectan los recuerdos o los impulsos creativos de un Springsteen en la tesitura de curar heridas y superar miedos antes de aceptar la arrolladora maquinaria del éxito que llegaría unos meses más tarde con el lanzamiento del álbum Born in the USA, repleto ya de himnos que lo han traído hasta hoy como gran héroe rock capaz de conectar desde abajo con las esencias y valores fundacionales de un país que no pasa precisamente por su mejor momento. Tal vez esta película venga a contribuir doblemente a esa mitología de los orígenes y a cierta voluntad de rescate nacional.
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