Marco Layera y Carolina de la Maza plantearon en Paisajes para no colorear el enfrentamiento del mundo femenino con la violencia a que es sometido de manera estructural. Ahora, con La posibilidad de la ternura, menos político, pero igual de revolucionario, aborda la masculinidad como imposición, la virilidad como determinante y el abandono de los condicionantes culturales y sociales que nos obligan a cumplir unos estereotipos que implican la pérdida de nuestra capacidad sentimental. Es cierto que la violencia con la que se vive esta situación va por barrios, que no todos los países están en el mismo peldaño de esa escalera imaginaria que nos llevará a vivir sin prejuicios y en libertad.

No aportan nada nuevo Layera y De la Maza, la idea prehistórica es demasiado simplista, pero sí hay algo en su puesta en escena que salta la barrera y te atrapa. La elección de adolescentes para representar a estos seres en lucha por despojarse de una masculinidad impuesta convierte a su espectáculo en un sortilegio que, ayudado por el vestuario de Daniel Bagnara y la explosiva música-espacio sonoro de Andrés Quezada, acaba acariciándote el corazón y creando una fuerte empatía con los monólogos que van afrontando estos chavales.

Hay mucha sabiduría teatral en esta pieza que acaba devolviéndote a un estadio pre-social donde la ternura te envuelve y llama al niño que llevas dentro.