Un trabajador del partido

Luis Guerrero, el director del Centro Andaluz de Flamenco, según la RPT, tenía despacho en el Centro Andaluz de las Letras, pero apenas acudía.

Luis Guerrero, participando en un acto en Málaga.
Luis Guerrero, participando en un acto en Málaga.
Pedro Ingelmo Jerez

09 de noviembre 2015 - 05:00

La consejera de Cultura, Rosa Aguilar, resopló cuando fue informada, horas antes de su publicación en este medio, de que durante la época de su antecesor, Luciano Alonso, se había nombrado un director para el Centro Andaluz de Flamenco que jamás había pisado esa institución. El secretario general de Cultura, Eduardo Tamarit, en origen maestro, anteriormente en cargos públicos relacionados con el medio ambiente, la ordenación del territorio y los transportes, ya había detectado, nada más llegar, un auténtico desbarajuste en los conocidos como RPT (Relación de Puestos de Trabajo) de la denominada Agencia de Instituciones Culturales, que con medio millar de trabajadores abarca todo tipo de organismos culturales, entre ellos el Centro Andaluz de Flamenco de Jerez y el Centro Andaluz de las Letras de Málaga.

En ese cajón de sastre se desacompasó, según la réplica a regañadientes de Rosa Aguilar en el Parlamento, la contratación de Luis Guerrero, miembro de la ejecutiva del PSOE de Málaga, que cobraba, según esa RPT, como director del Centro Andaluz de Flamenco. No se sabe quién decidió utilizar el término flamenco de desacompasar para justificar lo que la propia Rosa Aguilar sabe perfectamente que es una chapuza: situar a alguien en un puesto en el que no ejerce. Pero todo tiene solución. Ese desacompasamiento se debía a que no hacía falta un director en el Centro Andaluz de Flamenco, que al parecer funciona solo -aunque hasta 2012 siempre había tenido un director-, pero sí un asesor para el Centro Andaluz de las Letras de Málaga. Y aquí es donde naufraga cualquier explicación. No se desacompasa, sino que chirría.

En los últimos años el Centro Andaluz de las Letras ha llegado a perder un tercio de su personal técnico, lo que ha multiplicado el trabajo de la actual plantilla, que también ha visto recortados en un tercio los presupuestos. Pese a ello, en 2012, en la segunda planta del edificio que acoge esta institución, se acondicionó un despacho para un nuevo contratado, Luis Guerrero. El personal no podía saber que Guerrero, actualmente concejal de Alhaurín el Grande y, en virtud de esto, diputado provincial, que es por lo que cobra ahora sus nóminas, en realidad no estaba vinculado laboralmente -otra vez más, según la RPT- al Centro Andaluz de las Letras. Para Luciano Alonso, que llegaba a Cultura y Educación de la plácida Consejería de Turismo, que jamás se preocupó ni del Centro de Flamenco ni tampoco del de las Letras y que le habían endosado el marrón de los cursos de formación, todo este asunto debía tener poca importancia. Porque Guerrero, simplemente, y como muchos más, era uno de sus fieles de Málaga que sí que trabajaba, pero que en realidad lo hacía para el partido.

Rosa Aguilar afirmó en su comparecencia que la tarea de Guerrero en el Centro Andaluz de las Letras estaba acreditada, pero no acreditó ningún programa concreto que él hubiera llevado a cabo. Según varias fuentes a las que ha tenido acceso este medio, Guerrero, como mucho, acudía a algunas de las actividades que celebraba el CAL, como podía hacerlo cualquier persona. El Centro Andaluz de las Letras,que tiene como director emérito al poeta Pablo García Baena, que no ejerce ninguna función, ya cuenta con un asesor de programación, el escritor y periodista Juan José Téllez, que supervisa los actos que organizan los técnicos del Centro Andaluz de las Letras. Cada uno de estos técnicos lleva un programa individualizado dotado de un presupuesto. Para el control del personal se cuenta con una coordinadora gerente, Teresa Morilla, en su día directora del teatro Cánovas cuando la Junta lo adquirió a la familia propietaria, a pesar de ya contar con un teatro de titularidad pública en Málaga, el Cervantes.

Por lo tanto, Guerrero, en realidad, no tenía ninguna función en el Centro Andaluz de las Letras, ni ninguna tarea asignada. Como él mismo afirmó en conversación con este medio, él era asesor de la Consejería de Cultura en Málaga, es decir, de Luciano Alonso, es decir, en última instancia, del partido. El estrambótico caso del director fantasma del Centro Andaluz de Flamenco se puede disfrazar de muchas maneras, pero, siendo benévolos, sólo tiene un nombre y Rosa Aguilar lo sabe: chapuza.

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