Los trapos sucios de la historia
Crítica de Danza cine
EL POETA CIEGO. ESPECTÁCULO PARA SIETE RETRATOS
Jan Lauwers & Needcompany. Texto, dirección y diseño del espacio: Jan Lauwers. Intérpretes: Grace Ellen Barkey, Jules Beckman, Anna Sophia Bonnema, Hans Petter Melø Dahl, Benoît Gob, Maarten Seghers, Mohamed Toukabri, Elke Janssens y Jan Lauwers Música: Maarten Seghers. Dramaturgia y sobretítulos: Elke Janssens. Vestuario: Lot Lemm. Diseño de luces: Marjolein Demey, Ian Lauwers. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 20 de noviembre. Aforo: Tres cuartos.
Mientras la ciudad de Bruselas era prácticamente tomada por el ejército por el riesgo de un ataque terrorista, la Needcompany, una de sus embajadoras más autorizadas y prestigiosas, paseaba su último trabajo, con sus actores-bailarines-músicos de siete nacionalidades diferentes, por el siempre fantástico escenario del Teatro Central.
El poeta ciego, escrito por Jan Lauwers a partir de los siete árboles genealógicos de siete de sus actores, muestra a las claras que no se puede hablar de buenos ni de malos, de superiores ni de inferiores, pues en todas las familias, en todas las culturas, hay muchos trapos sucios que lavar ("Quizá la historia sólo sea una cadena de fábulas sangrientas...") y que tal vez no se conocen porque "la historia la escriben siempre los vencedores".
Según su director y autor, la pieza nació en una visita a la Mezquita-catedral de Córdoba (un buen ejemplo, si no de convivencia pacífica, sí de fructífera cohabitación), y está dedicado al poeta ciego sirio Abu al'ala al Ma'arri (973-1057), cuya estatua fue recientemente decapitada en Siria, y a una Al Ándalus culta, tolerante y también algo idealizada (nunca fueron las mujeres iguales a los hombres a pesar de Wallada, como tampoco lo son hoy, a pesar de Madonna o la Merkel) que contrasta con un occidente en el que "todos somos refugiados o caníbales".
Cada retrato adopta la forma de monólogo y utiliza recursos diferentes, muy teatrales como el de la estupenda Ellen Barkey -co-fundadora de la compañía en 1986- o llenos de sensibilidad, como el de Anna Sophia Bonnema, aunque la técnica en sarta y el tono narrativo no favorecen esa emoción intensa que suelen provocar sus espectáculos, tal vez con historias aparentemente más pequeñas o menos manoseadas por su rabiosa actualidad.
Pero Jan Lauwers no es un artista común y, como siempre, ha sido capaz de construir con todo ello un notable espectáculo tachonado de momentos dancísticos estupendos, de música, de ironía y de unas imágenes fantásticas, a veces grotescas, a veces surrealistas, en las que Brueghel convive con las catapultas medievales y un caballo disecado logra componer el mejor poema de la velada.
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