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Dos universos para una voz

Sentada en un taburete a causa de su avanzado estado de gestación, la joven soprano belga Sophie Karthäuser (Malmedy, 1974) ofreció anoche un estupendo recital combinando lied alemán y mélodie francesa con formidable musicalidad y extraordinaria capacidad para contrastar estilos.

Karthäuser pertenece a ese grupo de cantantes europeos forjados en las últimas décadas en el ámbito de la música antigua (es colaboradora habitual de William Christie y René Jacobs, entre otros) de donde han desarrollado una naturalidad a la hora de la impostación, una frescura en el fraseo y un control del vibrato que funcionan a la perfección en el género de la canción de cámara.

Con un bellísimo timbre de lírico-ligera, Karthäuser brilló especialmente por su forma exquisita de frasear, con un legato de extraordinaria naturalidad y una homogeneidad de color en toda la tesitura que acaso sólo se vio afectado en los dos primeros lieder de Mendelssohn, cuando la voz no fluyó con la suficiente agilidad y los agudos sonaron nasales y ligeramente engolados. Fue con la última canción de Mendelssohn, el chisposo Neue Liebe, con la que la soprano belga se soltó definitivamente para ofrecer lo mejor de la noche, que empezó con un dramático acercamiento a cuatro lieder de Clara Wieck y una muy intensa visión del universo personalísimo de Hugo Wolf, en el que mostró por primera vez el dominio de un recurso del que hizo excelente uso en la segunda parte del recital, la declamación.

Admirable el dominio de la prosodia, del ritmo y de la respiración característicos de la canción francesa, eludiendo en todo momento el abuso de la media voz. Maravillosas resultaron À Chloris y L'heure exquise del venezolano Reynaldo Hahn, con unos filados de auténtica maestra en la segunda de ellas. Buen acompañamiento en un piano infame.

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