Valientes sin necesidad de victorias

Qui som? | Crítica de teatro

Los intérpretes de Baro d'evel frente a la montaña de desechos creada por Lluc Castells.
Los intérpretes de Baro d'evel frente a la montaña de desechos creada por Lluc Castells. / Christophe Raynaud de Lage

La ficha

**** ‘Qui som?’. Baro d’Evel. Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias. Intérpretes: Lucia Bocanegra, Noëmie Bouissou, Rita Carmo Martins, Julien Cassier, Camille Decourtye, Alima Hamel, Rita Mateu Decourtye, Blaï Mateu Trias, JulianSicard, Marti Soler, Voleak Ung, Guillermo Weickert. Colaboración en la puesta en escena: MariaMuñoz y Pep Ramis / Mal Pelo. Colaboración en la dramaturgia: Barbara Métais-Chastanier. Escenografía y vestuario: Lluc Castells Creación. Iluminación: María de la Cámara y Gabriel Paré / Cube.Bz. Colaboración musical y creación sonora: Pierre-François Dufour y Fanny Thollot. Ceramista: Sébastien de Groot. Fecha: Viernes, 12 de diciembre. Lugar: Teatro Central. Aforo: Lleno.

Una primera escena alfarera nos avisa de dos cosas: que el clown es su lenguaje principal y que el barro, en forma de unas sencillas vasijas que luego convertirán en originales máscaras, es el material del que estamos hechos. Así comienza Qui som? el cuarto espectáculo que Baro d’Evel trae a un teatro Central que anoche inauguraba su temporada teatral.

En el centro del escenario, inmensa, amenazante, una montaña de oscuras algas o desechos. Delante de ella, un grupo de hombres y mujeres, elegantemente vestidos de negro, se apiñan en torno a Camille Decourtye, que entona el canto religioso Cum Dederit de Vivaldi. Solo hay un problema: todos están de pie sobre un charco de una sustancia viscosa que dará lugar a una primera e hilarante escena de humor y acrobacia.

Con tantos resbalones y caídas, no hay elegancia que resista y, al poco, ya todos están embarrados hasta las cejas. Pero es el mundo que tenemos, y no hay otro. Frente a la evidencia, Camille y Blaï, fundadores hace casi 25 años de esta poética e inclasificable compañía, nos dejan claro que no hay que tirar la toalla, o como dicen los franceses, no se puede ‘bajar los brazos’. Ese es el mensaje, meridiano, que nos transmite esta larga y ambiciosa pieza, la primera de una trilogía que se completará con Qui soc? y On som. Un mensaje que se une al de otros muchos artistas -con Carolyn Carlson a la cabeza- que defiende la militancia del arte en defensa de la naturaleza y en contra de la destrucción del planeta.

Con una sencilla estructura, aparentemente caótica, hecha de dúos, tríos o escenas corales, los embarrados intérpretes van dejando constancia de sus excelentes dotes artísticas. Todos y todas bailan, tocan instrumentos y hasta hacen un poco de acrobacia. O un mucho, como la pequeña y magnífica camboyana Voleak Ung. En el elenco, dos andaluces: el creador Guillermo Weicker –reciente Premio Nacional de Danza- que brilla en los dúos y en su papel de viejo cascarrabias, y la joven bailarina sevillana Lucía Bocanegra, que lo mismo canta que se integra, entre otros, en un divertido trío de bailarinas destartaladas.

En Qui som? hay más danza –no olvidemos la colaboración de Pep Ramis y María Muñoz-, más música, y más textos que en otros espectáculos, pero su lenguaje, mezcla de numerosas disciplinas, sigue siendo el mismo; así como su gusto por formar colectivos heterogéneos en los que siempre tienen cabida los animales –en este caso, un pequeño y simpático perrito- y, cuando puede, los niños.

Todos hacen un trabajo magnífico, aunque sus apariciones no parecen seguir plan alguno. En el centro de la pieza, sin embargo, dividiéndola en dos, está el despertar de la montaña, de ese monstruo indomable que empieza a moverse, ocultando o liberando a los seres humanos hasta que, de pronto, se convierte en un inmenso muro. Realmente antológicas son las escenas en las que este terrible muro, que avanza y retrocede con el viento, el rugido de los truenos o del mar embravecido, como una ola gigante, engulle todo cuanto encuentra a su paso para luego vomitarlo en su retirada.

La fuerza visual y sonora de la escena resulta tan impresionante como la siguiente, cuando el mismo muro empieza a escupir miles de botellas de plástico que inundan todo el escenario. Cientos de imágenes –de la literatura, el comic, el cine…- asaltan nuestro imaginario mientras vemos a esos diminutos humanos que descienden por él o a ese grupo de personas que, como las tortugas en tantos mares, luchan por liberarse de los plásticos.

Parece que no hay nada que hacer. No queda ni un hueco sin contaminar. Pero cuando todo parece perdido, una niña -la hija de Camille y de Blaï, representante aquí de las nuevas generaciones- comienza a limpiar un poco de espacio, algo que consiguen únicamente cuando todos se unen en el esfuerzo.

Y Así, desde ese pequeño espacio limpio donde pueden seguir viviendo y creando, recibidos ya los calurosos aplausos del público, Camille, micrófono en mano, como un predicador, nos arroja a la cara el discurso más emocionante del espectáculo. Porque es verdad que este mundo está lleno de “basura”, pero no podemos desentendernos porque es nuestro mundo, y su alegato en favor de la ternura, de enterrar los rencores, de cerrarle la puerta al miedo –sobre todo al miedo del ‘otro’-, de ser valientes sin necesidad de victorias…, es justamente lo que queremos oír y no los insultos de los políticos, lo que necesitábamos oír. Y si Qui som? –pensamos- está agotando las localidades allí donde se presenta… ¡A lo mejor no somos tan pocos!

Convertidos en músicos, los protagonistas arrastraron al público hasta el vestíbulo del teatro porque, si bien hay mucho que sanar, también hay mucho que celebrar.

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