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Las verdades logradas por Ignacio Tovar

  • El pintor inaugura en Rafael Ortiz 'Bajabas descalza a abrirme', su primera exposición individual en cuatro años

Ignacio Tovar, un artista que hace tiempo escogió la sugerencia como un credo para su obra, encontró la inspiración en la poesía del flamenco. No tanto en el desgarro de las seguiriyas, donde según el autor sólo crece el drama; su sensibilidad prefiere las soleares, "que tienen más matices, pueden ser divertidas o desencantadas". El idilio de su producción pictórica con el jondo empezó casi por casualidad: "Solía ponerle a mis cuadros el nombre del santo del día en que lo terminaba, y el día de San Lorenzo ese nombre a mí no me terminaba de convencer como título. Me recordaba a la playa, pensé en una parrilla y eso me llevó a Parrilla de Jerez", cuenta. Aquella singular manera de bautizar su trabajo continuó, y ahora es la línea de un cante, Bajabas descalza a abrirme, la que presta el título a la muestra que Tovar tiene, hasta el 20 de abril, en la galería Rafael Ortiz.

En la serie de obras que componen el catálogo, el autor continúa explorando un vivo cromatismo con la idea del agua como punto de partida. Las curvas de su pintura se inspiran en la cadencia tranquila de un río, la sinuosidad con la que la corriente surca los meandros. Tovar no quiere cargar de artificios el recorrido: cada vez es más partícipe de la sencillez. "Vas aprendiendo a eliminar cosas que no son esenciales, y de ir dejando el cuadro en lo mínimo. Si en vez de dos líneas puedes utilizar una, esa línea sobra. Cuando ha pasado un tiempo y ves un cuadro te das cuenta de que hay cosas que ya no pondrías: con el tiempo has aprendido a dominar el espacio, tu lenguaje se ha vuelto más conciso", explica este pintor nacido en Castilleja de la Cuesta en 1947.

Más allá del nombre de la muestra, los enigmas de su pintura siguen vinculados al flamenco en esta serie. En los títulos hay frases rotundas extraídas de una letra -Cuál de los dos perdió más- y homenajes a figuras de este arte -Tomás Pavón-. Es su manera de acercarse a una disciplina "a la que no podría entrar de otra forma, ni siquiera sé tocar las palmas". Tovar quiere, simplemente, que el espectador sepa de la veneración que siente por este arte que considera "tan completo", y así se lo ha explicado alguna vez a más de un intérprete al que había rendido tributo con sus pinceles. Nada de una silueta levantando los brazos. "Me encontré un día con Matilde Coral, y le dije que le había puesto su nombre a un cuadro. Ella quería saber si había algo de ella, de su espíritu. Le comenté que era una pintura abstracta, que sólo quería que la gente supiera que yo la admiro cuando viese mi obra. Pareció quedar satisfecha. Le comenté que el cuadro era amarillo y rojizo, y ella respondió: 'Ah, mira, muy español".

Tovar, que no celebraba una exposición individual desde 2007, comprobó en la inauguración de su nueva muestra que es un hombre querido. Se siente arropado por artistas de diferentes grupos, quizás porque él no se ha dejado cegar por ningún dogma y siempre ha dado su sitio a los otros. De la generación de Gerardo Delgado y Carmen Laffón, que le acogieron "como uno más", reconoce haber aprendido "que hay que abrirle la puerta al que viene, porque además, si no, éste va a entrar por otro lado", bromea.

Gracias a esta experiencia, Tovar trató con la misma generosidad a los que le seguían: tras ser nombrado responsable de exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo, a mediados de los 80, impulsó la carrera de creadores menores que él, como Guillermo Paneque, Federico Guzmán, Curro González o Salomé del Campo. "Tuve la suerte de que en el 82 se había hecho una muestra, se llamaba Pinturas de Sevilla, en la que estábamos los de mi generación, y cuando llegué al museo pensé en dar cabida a gente muy joven, que iba a aportar mucho entusiasmo. Aquella exposición vino muy bien y sirvió para que algunos artistas que empezaban se engancharan a galerías. Eso me vinculó a esa generación, aunque la pintura que hacíamos los de mi edad no les interesaba en absoluto", recuerda Tovar.

El pintor se ha mantenido receptivo a las propuestas de los creadores que se incorporaron más tarde a la escena artística. "Ahora gente como Pereñíguez o Juan del Junco me aceptan como un maestro, ya no importa si haces figurativo o abstracto, hoy no hay ese enfrentamiento entre mi obra y la de ellos", expresa el autor. "Y estar con gente joven te ayuda a ver que todo es más relativo. Cuando ves que otros creen en otras cosas, te distancias de lo que tú tomabas como cierto: el contacto no hace que cambie tu obra, pero sí que se vuelva más porosa", observa. No hay rígidas consignas, sólo la fe en que si uno aborda su trabajo con honestidad la obra transmitirá. "Una vez, Pedro G. Romero, que hace algo muy diferente a mí, escribió que los milagros son posibles si uno cree en ellos. Que yo estaba haciendo algo bonito que estaba lejos de ser un decorado, que yo creía en ello y que eso era verdad".

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