Crónica de un día

Fran Barquilla

fbarquilla@grupojoly.com

8M: ni calladas ni indiferentes

Un nuevo 8M reivindicativo se hizo necesario un año más y van... y los que tengan que venir mientras no seamos iguales

Desde que en el Copenhague de 1910 se aprobara la celebración del Día de la Mujer Trabajadora mucho ha llovido. O no tanto.

Esta fecha lleva 112 años señalada para visualizar la desigualdad de género y reivindicar, a la vez, la lucha por la igualdad efectiva de derechos para las mujeres.

Anteayer como quien dice, el Parlamento Europeo ha tenido que insistir en que "la igualdad de retribución y trato son requisitos imprescindibles para conseguir la igualdad de derechos, la independencia económica y la realización profesional de las mujeres".

Así lo puso de manifiesto en un informe no legislativo, que ojito con esto, fue aprobado por 500 votos a favor, 105 en contra y 87 abstenciones. No ha llovido lo suficiente, no. Se ve que 192 señorías europeas no lo tienen claro.

En este informe quedaba clara una realidad: hay una diferencia en salarios (los hombres cobran de media el 14,1 % más) y en pensiones (el 29,5 % más) en la Unión Europea, y una situación laboral más precaria en las mujeres.

El Parlamento de la UE, y este que os escribe padre, hijo, hermano y marido de mujeres, lo tiene claro: hay que lograr que ellas, como mis dos hijos varones, tengan derecho a trabajar y a conciliar su vida profesional y personal, reforzando el sustento a la maternidad y paternidad con mejores permisos: igualitarios y pagados al 100%.

Porque quiero que mis niños no se pierdan tampoco lo maravilloso que ha tenido siempre la vida de la mujer y que las masculinidades mal entendidas nos han robado.

Porque no todo es igualdad salarial, que tiene ya su propio día de reivindicación en febrero. La lucha por la igualdad de hecho entre mujeres y hombres se mama en casa, se enseña en los colegios y se ejerce entre compañeros.

Donde la palabra feminismo sea sinónimo de capacidad, de competencia, de valores, de ganas… y de lucha para que todo eso sea lo que importe por encima del género.

“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”, decía Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora inglesa, madre de Mary Shelley.

Yo aspiro a lo mismo, no hay mucho más que lo que resume esa frase. Porque ni calladitas estáis más guapas y se os quiere más a lo Benedetti: porque "en la calle codo a codo somos mucho más que dos".

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