Una mujer me dejó a cuadros ayer en la cola para coger el AVE en la estación de Atocha rumbo a la de Santa Justa (un viaje literalmente inverosímil). Iba leyendo un diario de tirada nacional y debo confesar que, como siempre, me entró cierto regocijo al ver unos ojos clavados en un papel impreso en vez de la pantalla de rigor. Perplejo, veo que bajo el brazo porta una revista del corazón... Adiós, me dije en una acción-reacción nominal. Y me pregunté si esas decenas de páginas de chismes y vidas y sentimientos vendidos al mejor postor no le servirían como bálsamo para reponerse de las atrocidades y miserias humanas que recogía el periódico global, antiguo diario independiente de la mañana (quién te ha visto y quién te ve, querido). Pero no me cuadra. En el mejor de los casos, la publicación del papel couché no era de ella y no le importaba que los demás sospecharan lo contrario (sabia y muy recomendable decisión la de ignorar el qué dirán el qué pensarán). Y en el peor, quería cubrir con una pátina intelectual sus tristes preocupaciones por los líos de esos individuos e individuas que viven del cuento y hasta de los cuernos. En todo caso, apunto que fueron legión los clientes de un kiosko de prensa en el que trabajé varios años los que me apuntaban pudorosamente al comprar una de esas revistas que si era para su madre, su abuela, que si un regalo...

Efectivamente, la combinación de las lecturas de un periódico digamos serio y de las historias de unos caraduras que reniegan de la vaca después de haberse hartado de ordeñarla con pingües beneficios es incoherente. Pero es lo que toca. Sin ir más lejos, pulula un pacto de gobierno en ciernes en el que retumba una vesania contra la Ley de Violencia de Género que no hace mucho compartía Ciudadanos, que abogaba por equiparar la protección de hombres y mujeres, como si ellas no fueran el elemnto vulnerable. Y ahora se ponen ellos, los naranjas, muy ofendiditos. Lo inquietante es que su eventual socio para hacerse con el mando en la Junta es receptivo a los planteamientos de los patrioteros y justicieros extremos de nuevo cuño tras dar sepultura a su legendaria exigencia de que gobierne el más votado, la difunta letanía de Rajoy. De Pedro Sánchez, El Sabio (por su sinfín de rectificaciones), mejor ni hablar.

La opinión pública es volátil, se deja seducir burdamente por poses resultonas. Un buen ejemplo lo ha dado Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo: alguien le fotografió acomodándose en un asiento de un vuelo en la clase turista. Y la imagen se ha hecho viral. Y se desata una corriente de simpatía. ¿Su sueldo? En 2017 se elevó a 396.900 euros. Es lo que se llama un millonario austero, que vete a saber en qué se gastará su pastizal.

Todos ven lo que aparentamos, pocos lo que somos. Lamentable o afortunadamente, según el caso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios