Análisis

Joaquín Aurioles

Universidad de Málaga

Desconcierto monetario

En el BCE dicen ahora que la clave del éxito en su estrategia monetaria descansa en los márgenes empresariales, tras la recuperación de beneficios posteriores a la pandemia

Desconcierto monetario

Desconcierto monetario / OLIVIER MATTHYS · Efe

Lagarde avisa. El BCE vigilará márgenes empresariales y salarios y actuará en consecuencia contra comportamientos impropios y potencialmente perjudiciales en la lucha contra la inflación. Suena a música parecida al añorado pacto de rentas, pero sin pacto. Los trabajadores reivindican mantener el poder adquisitivo de los salarios y la participación de estos en la estructura de la renta. En España estuvieron creciendo hasta el segundo trimestre de 2020, cuando se alcanzó su máximo nivel en el 51,8% del PIB, pero luego comenzó a descender hasta situarse en el 46,4% actual. Empresarios y autónomos también reivindican la defensa de sus excedentes, que cayeron significativamente durante la pandemia y hasta el tercer trimestre de 2021, cuando su participación fue del 40,4% del PIB, aunque desde entonces ha crecido de forma sistemática, hasta el actual 43,7%. El 10% restante corresponde a la participación del Estado en forma de impuestos netos de subvenciones, que se mantiene básicamente constante.

Los porcentajes difieren según los países, pero empresarios y trabajadores están en el punto de mira del BCE y son instados a comportarse como si el pacto de rentas estuviese en vigor. No lo está porque ni los gobiernos y ni el propio BCE han fijado todavía su cuota de sacrificio en el esfuerzo común por doblegar los precios. Tampoco se ha explicitado la de los bancos, si es que alguna han de tener, además de su función en la cadena de transmisión de los impulsos monetarios hasta la economía real, pero en principio todos ellos parecen excluidos de la sombra de sospecha levantada por el BCE.

El esfuerzo de moderación en sus reivindicaciones que se solicita a los asalariados tiene difícil encaje con la pérdida de poder adquisitivo de los últimos años y con el encarecimiento de las hipotecas. Desde el inicio del tercer trimestre de 2021, cuando los precios comenzaron a descontrolarse, los costes salariales han crecido en España un 8,1%, mientras que el IPC lo ha hecho un 13,2%. Por su parte, el coste de las hipotecas se ha multiplicado por más de dos cuando se cumple un año del inicio de la escalada de tipos de interés por parte del BCE, elevando de forma notable el estrés financiero al que se ve sometido un elevado número de hogares.

En el BCE dicen ahora que la clave del éxito en su estrategia monetaria descansa en los márgenes empresariales, tras la recuperación de beneficios posterior a la pandemia. Así se manifiesta tras la última reunión de su Consejo de Gobierno. Si no aceptan que sus márgenes actuales absorban el incremento de los costes laborales, sin repercutirlo en los precios, el riesgo de activación de la espiral precios-salarios es elevado. Subyace en esta declaración la sospecha de comportamiento impropio por parte de las empresas en materia de precios, que, en el caso de España, se ha visto reforzada con la ofensiva dialéctica desde el propio Gobierno sobre los “escandalosos” beneficios empresariales durante 2022. También por los agravios derivados del insolente sistema de fijación de precios energéticos en los momentos de mayor tensión en ese mercado.

Tras la pandemia y el posterior aumento de los costes, muchas empresas se vieron obligadas a revisar sus políticas de precio y las sospechas sobre conductas impropias en algunas de ellas no han tardado en aparecer. Algunos vocablos de reciente acuñación dirigidos contra casos concretos de comportamiento deleznable son el resultado de ello, aunque probablemente tiendan a generalizarse más allá de lo razonable.

Es el caso de la greedflation, que puede traducirse como inflación de la codicia y se refiere a empresas que intentan aprovechar el entorno general de inflación para encubrir un aumento injustificado de sus precios. Ayuda a entender la proliferación de casos de beneficios extraordinariamente elevados, especialmente en Estados Unidos, difíciles de explicar en base a las condiciones objetivas de los mercados. También se populariza el concepto de shrinkflation, que consiste en mantener el precio del producto, pero reduciendo la cantidad o la calidad del mismo.

Gobiernos y bancos parecen, por el momento, excluidos de la amonestación del BCE, pese al entusiasta compromiso con ambos en materia de liquidez y financiación desde 2014 y el desbarajuste en las cuentas públicas de algunos estados miembros, tras la suspensión temporal de las reglas fiscales por la pandemia. Sorprende la manga ancha de la institución en la materia, ante la diversidad de situaciones que reflejan las estadísticas, que en los inicios de la unión monetaria habría sido calificada de ingobernable. Mientras que el IPC Armonizado en Francia triplica al de España (1,6 el pasado mes de junio), en Alemania e Italia lo cuadruplican, y todos recordamos que entre las reglas inexcusables para formar parte del euro figuraba que la diferencia entre la inflación de cada país y la de los tres más bajos nunca podría ser superior a 1,5.

También sorprende la rigidez del enfoque monetario en la Eurozona, tras la entrada en recesión durante el primer trimestre. La fuerte subida de tipos de interés a lo largo del último año estaría justificada por las consecuencias inflacionarias de un crecimiento excesivo de la demanda agregada, pero no es el caso. El problema está, como reconoce el propio BCE, en el reajuste de los equilibrios (salarios, márgenes, déficit fiscal, etc.), tras los trastornos de la pandemia, y no está nada claro que insistir en la subida de tipos de interés pueda ser la mejor contribución de la institución. En este mes de julio vuelven a hacerlo un cuarto de punto.

Errores pasados en la estrategia monetaria del BCE provocaron daños importantes. La subida de tipos en el verano de 2008, apenas unas semanas antes del colapso financiero, supuso un grave perjuicio para la economía de la Eurozona, así como la posterior etapa de restricciones impulsadas por la intransigente ortodoxia alemana, en plena crisis de deuda soberana entre los países periféricos de la misma. Confiemos en que las enormes tensiones provocadas por la brusquedad de los cambios desde el verano de 2022 no sean el reflejo de un nuevo error estratégico.

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