Nada menos que siete artículos dedica The Economist a España. Y la conclusión general que extrae esta prestigiosa revista es que "hay pocos países para vivir mejor" que el nuestro, valorando de forma muy positiva la trayectoria seguida durante los cuarenta años de democracia: "La Constitución ha traído a España los mejores años desde la Edad de Oro, cuando dominaba el mundo".

Pero, más que en los halagos, conviene centrarse en los problemas que señala, interpretando cuáles serían sus consejos para mejorar la economía: a ver si escuchando las críticas desde fuera tomamos nota dentro.

España tiene que ser más eficiente. En las últimas décadas, la incorporación a la Unión Europea y las bajas tasas de interés que trajo el euro nos beneficiaron. Ahora toca hacer reformas. Sólo así se podrá prolongar el crecimiento económico, indispensable para que terminen de sanar las cicatrices sociales de la crisis financiera.

Hay que reformar la educación y la formación, adecuarla a las necesidades del mercado de trabajo. Existen muchos graduados y muchas personas con poca o ninguna cualificación: faltan técnicos de grado medio. También es necesario cambiar el estilo de enseñanza. Y denuncia que a pesar de que todos los partidos están a favor de un pacto para mejorar las escuelas y la formación docente no terminen de abordarlo.

Hay que reformar las políticas de empleo. Las agencias públicas de empleo no funcionan, salvo en el País Vasco, y, en menor medida, Cataluña y Madrid. Por otra parte, el dinero europeo que llega para acometer políticas activas no está bien gastado, no da frutos. Y además, citando especialmente a Andalucía, los cursos de reciclaje han estado cerrados por las acusaciones de corrupción y los recortes.

Hay que reformar el sistema impositivo, al que considera punitivo y laxo, e incrementar la lucha contra la economía sumergida, que supone un 17% del PIB. Y el dinero público recaudado tiene que gastarse mucho mejor: cada euro cuenta. Eliminar todos los despilfarros, como los del pasado. Aunque no somos un país corrupto, hay que acabar con los casos de corrupción, derivados de la clase política y de sus feudos en gobiernos regionales y municipales. Y cambiar la cultura del "amiguismo", otro vicio nacional que nos caracteriza.

Hay que aplicar un software que funcione al excelente hardware -infraestructuras- que poseemos: "La burocracia lo envuelve todo", incrementada por la descentralización autonómica.

La élite burocrática además está capacitada para aplicar reglas en vez de considerar los resultados: no son gerentes del sector público sino "abogados del Estado".

Hay que fomentar los cambios positivos que se están produciendo en nuestra economía: intensificar la diversificación y calidad del turismo, apoyar el "milagro de las exportaciones" y la creación de empresas tecnológicas con vocación mundial.

Y todo esto hay que hacerlo además enfrentando los grandes problemas -independencia de Cataluña, financiación autonómica, jubilaciones e inmigración- que hay en España. The Economist no se pronuncia pero la conclusión es clara: imposible abordar toda esta tarea con un Ejecutivo débil y cautivo como el que ahora nos está gobernando.

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