Andamos cruzando una Navidad más que va dejando atrás 'el camino que lleva a Belén', para entrar en un nuevo año de incertidumbre. Es lo que tienen las cosas nuevas, incertidumbres.

Lo incierto no es forzosamente una malaventura, lo incierto puede ser hasta el amor de tu vida. Pero es tan mala y negativa la sensación que tengo sobre el futuro más inmediato, que las incertidumbres me parecen sinónimos de temores, hasta el punto de haberme dado por no recurrir en deseos al típico 'Feliz Año Nuevo'.

Ya me ocurrió allá por 2013 tras un desolador 2012, cuando aquella crisis que nunca vio venir Zapatero mientras se nos echaba encima a todos. Aquella crisis, que aún ronea por nuestras vidas, me hizo sentirme absurda al usar las típicas palabras del optimismo y la alegría preparadas como en el mismo envoltorio de las uvas.

A punto de despedir al año, no me atrevo a pronunciarlas. Un año sin Gobierno, subiendo el paro, saliendo a la luz los millones robados por una pura y limpia corrupción en nuestra tierra, aumentando los mendigos y los sin techo. Un año de quemar banderas sin vientos y rematar muertos. Un año violento en el que nuestras arcas se vacían para luchar inútilmente contra la violencia. Millones de euros gastados en seguridad en Cataluña, Madrid y su circo-cumbre del sol... hasta millones derrochados para proteger un simple partido de fútbol. Lo absurdo hecho carne y habitando entre nosotros.

Los actos traen consecuencias y vienen en breve. Llámenme pesimista. Pero hacer barbaridades no suele tener fácil arreglo y las tragedias no vienen solas siempre. Destrozar es rápido, recuperar lo destrozado es lento. Miro hacia Venezuela y me llaman exagerada. Ni lo vieron venir.

No creo en frases hechas como 'lo mejor está por llegar'. A mi edad ese 'por llegar' se está acabando. O el destino no existe o el mío va muy lento, stand by. Tampoco creo en el dicho redicho 'Virgencita, que me quede como estoy'. Si nos quedamos como estamos habrá que creer entonces en aquello de 'el que venga detrás que arree'. Porque van a tener que arrear fuerte. Desde los valores y la moral hasta la restauración de una democracia que agoniza.

Sin embargo, voy a brindar por el maldito año que se va. ¡Qué largo ha sido! Celebremos su marcha por todo lo alto.

¡Feliz Año Viejo!

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