Análisis

Pilar cernuda

Gobierno, al fin

El inicio de la legislatura no es positivo, ya que el Ejecutivo y el presidente no auguran nada bueno

Cinco intentos previos, empezaba a ser humillante para Sánchez. Una y otra vez el Parlamento le retiraba su confianza. Finalmente logró, a la sexta, ser investido, aunque ha tragado otro tipo de humillaciones: las impuestas por partidos que no respetan la Constitución.

Consigue la Presidencia, pero no el respeto mayoritario de los españoles, y lo sabe. Un gran porcentaje se sienten indignados ante un presidente que ha engañado a sus votantes, controlado a sus propios diputados para que no se le escapara un solo voto; si finalmente no hubo deserciones, fue por lealtad sincera al partido pero, también, porque sus emisarios habían advertido a los indecisos que su voto negativo sería irrelevante porque tanto en las filas de Bildu como en las de ERC aparecerían los síes necesarios en lugar de la abstención.

El Ejecutivo echa a andar. Sería una espléndida noticia si no fuera porque no tiene nada que ver con lo que gusta repetir a Pedro Sánchez: "Un Gobierno de progreso". Falso. Se trata de un Ejecutivo condicionado por fuerzas que no tienen nada de progresistas y sí de nacionalismo e independentismo al margen de la ley, y a cuyas exigencias se ha sometido el presidente. Empezando por la formación de una mesa ignominiosa en la que el Ejecutivo y la Generalitat se sentarán de igual a igual y siguiendo por oscuras decisiones judiciales y penitenciarias no suficientemente explicadas y que desgraciadamente están impregnadas de un tinte político al que dio pie Sánchez cuando, todavía candidato, anunció que antepondría la política a la judicialización de los problemas.

Inicia la andadura un Gobierno después de meses de inestabilidad, y lo que debería ser una positivo no lo es tanto porque este Ejecutivo y este presidente no auguran nada bueno. Ni siquiera el progreso del que tanto presumen, porque cuando no salen las cuentas o se disfrazan, el bienestar brilla por su ausencia y aparecen los males de la inapropiada gestión económica, empezando por el paro y siguiendo por la precariedad de los servicios públicos. Por no mencionar, en lo político, los avances del independentismo, garantizado en un pacto que, de romperse, acabaría con el Gobierno de Sánchez.

La legislatura empieza con exceso de escepticismo y descontento, incluso entre un sector importante de votantes socialistas que creyeron a Sánchez cuando se presentó con líneas rojas. Pero durará. Entre otras razones porque la oposición que agrupa a los partidos de centroderecha no ha acertado. En manos de Pablo Casado estuvo evitar el acuerdo PSOE-Podemos presentando un pacto de legislatura con garantías de apoyo presupuestario y cuestiones de Estado, pero el presidente del PP no dio el paso necesario. Es probable que Sánchez no lo hubiera tenido en cuenta y se empeñara en el pacto con Podemos, pero al menos no podría decir lo que ahora es su estribillo: que era el único que podía formar ante el bloqueo de la derecha.

Por primera vez hay en España un Gobierno de coalición. Han funcionado en otros países, pero nunca con un partido independentista dentro. Y de los independentismos y los nacionalismos exacerbados nunca ha salido nada bueno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios