La ventana
Luis Carlos Peris
Cómo Juan el Grande cerró la Bienal
Es sabido por muchos sevillanos que Fernando III, el Santo, conquistador de Isbiliya el 23 de noviembre de 1248 -hace ahora setecientos setenta y cinco años- ostentó una célebre espada llamada Lobera, que aun hoy se custodia como ilustre reliquia en la Catedral Hispalense. En su tiempo, mediados del siglo XIII, la espada del rey castellano gozaba de una enorme notoriedad popular y también cortesana; pues era el símbolo absoluto del poder regio y de la administración, siempre ecuánime, de su justicia. Y en consecuencia, ya desde entonces, Fernando III aparece caracterizado en escudos heráldicos y representaciones escultóricas y pictóricas con la espada en la mano diestra -en lugar del tradicional cetro- y la esfera terrestre en la izquierda.
El noble acero fernandino, de hoja plana y dos filos de casi un metro, lo atribuye Juan Manuel, nieto del Rey Santo, en su conocido Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio de medidos del siglo XIV, a la legendaria propiedad del heroico conde castellano del siglo X Fernán González. Incluso sostiene Juan Manuel que en su lecho de muerte, Fernando III, dirigiéndose a su hijo menor, su padre el infante Manuel, primer señor de Villena, le dijo: "Non vos puedo dar heredad ninguna, mas dovos la mi espada Lobera, que es cosa de muy grand virtud et con que me fizo Dios a mi mucho bien". Sin embargo, no existen muchos fundamentos históricos fiables de tan singular leyenda. Pero, en cualquier caso, Lobera fue la fiel compañera en el glorioso camino militar del monarca por al-Ándalus; le sirvió a Fernando III de altar íntimo en sus oraciones durante el cerco de Sevilla y también de autoridad justiciera en sus labores inmediatas de gobierno frente algunos nobles castellanos, ávidos de poder y botín en la Andalucía cristiana del valle del Guadalquivir.
Así pues, como ya describiera su hijo Alfonso X, el Sabio, en Las Partidas, la sagrada espada de su padre se enfatizó muy pronto como la protectora de la ciudad de Sevilla por los cuatro valores que toda espada alegórica debía manifestar; cordura, fortaleza, mesura y justicia. Además el Rey Sabio ordenaría desde 1255 que cada 23 de noviembre, festividad de San Clemente y aniversario de su nacimiento, se conmemore la toma de Sevilla con una solemne procesión catedralicia, llamada de la "Espada", en la que el Rey, o su representante, actualmente el alcalde de la ciudad, portase la espada Lobera y el veinticuatro más joven del concejo o ayuntamiento llevase el estandarte de San Fernando, acompañados todos por los dos cabildos, el municipal y el eclesiástico, hasta la sepultura de su padre.
Esta procesión discurría en sus inicios por las gradas altas de la Catedral de Sevilla, haciéndolo en la actualidad por las naves del templo metropolitano. El mismo Alfonso X enarboló la espada paterna con orgullo por la antigua catedral, aun mudéjar, el 23 de noviembre de 1260. Sin duda, por todo ello, la espada Lobera gozaría de determinados elementos hieráticos y otros poderes taumaturgos que los sevillanos reconocieron e incluso identificaron, desde la muerte en Sevilla de Fernando III el 30 de mayo de 1252 en loor de santidad popular, como extraordinarios y sagrados por estar éstos de alguna forma asociados a las virtudes morales, religiosas y políticas de un monarca ejemplar que quiso ser enterrado en Sevilla. Un Rey Santo que había devuelto la ciudad a la civilización cristiana y occidental sin desdeñar la herencia patrimonial andalusí de su antiguo reino territorialmente restaurado.
Sólo así se explica, por ejemplo, la presencial ceremonial de la espada Lobera con las milicias sevillanas durante el difícil cerco y la peligrosa conquista de la ciudad de Antequera por el infante don Fernando de Trastámara, regente de Juan II de Castilla, durante la primavera y el verano de 1410. Leyendas y contextos históricos de la espada Lobera que incluso en la actualidad argumentan con discernimiento el tenor documental de algunas buenas novelas históricas, cuyo protagonista es precisamente la espada del Rey Santo.
Y ahora, señor alcalde de Sevilla, el próximo día 23 de noviembre, empuñe usted con orgullo la espada Lobera en la solemne procesión catedralicia con la legitimidad y la dignidad de la herencia de los siglos, por supuesto, para defender la ciudad de tanta vulgaridad cultural en la interpretación tendenciosa de nuestra prolija Historia; para hacer de Sevilla una de las ciudades mas importantes del sur de Europa. Pero sin olvidar nunca que gracias a Fernando III todos somos en gran parte lo que fuimos. Y que nuestro Santo Rey merece la dignificación festiva mayor que algunos, por ahora, no le reconocen; una fidedigna potestad que la espada Lobera glorifica con justicia cada conmemoración de San Clemente en la ciudad de Sevilla, crisol de culturas y civilizaciones de un reino milenario.
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