Análisis

Jesús Alba

'Macro-Machín' hoy más que nunca

Ahora que suma sólo un triunfo de seis, la figura del soriano aún se me engrandece más

Ahora que apenas puede contar un triunfo en las seis últimas jornadas; ahora que prueba el amargo sabor de la derrota ante un equipo inferior desde aquel punto de inflexión ante el Getafe; ahora que para los que soñaban con luchar por el título de Liga los diez puntos que hay hasta el líder son un abismo; ahora que el Atlético también coge distancia y el Real Madrid se acerca; ahora que hay que visitar el Santiago Bernabéu; ahora que su Sevilla naufragó en San Mamés... ahora aún se me agiganta más la figura entre quijotesca y lincolniana de Pablo Machín, un superhéroe de coherencia y sentido común en un mundo en el que lo que sobra son histrionismos, golpes de pecho y diplomados en egocentrismos.

Hoy que las crónicas dicen que Ben Yedder no las olió, que Banega no es nadie sin el Mudo y que Gnagnon vuelve a parecer gordo... hoy veo todavía mejor entrenador a un hombre que trata de ser lo más natural y justo en el día que vive sin pensar en el anterior ni en el siguiente, que le da su sitio a su gente en el cuerpo técnico y que se merece estar en un club grande que le ponga por delante todo lo que pida.

Me merece un gran respeto que en cuatro meses ya entienda Sevilla como si se hubiera criado en Rochelambert, que vea venir a leguas a cada cual en esta historia y que sepa quién es quién en el club desde que cruzó por primera vez la puerta de cristales.

Acabada la primera vuelta, el soriano ha cambiado el concepto del Sevilla en su dimensión exterior, ha logrado respeto desde la lógica, el mensaje equilibrado y los actos de hombre cabal. Un tío que se viste por los pies, que mira a los ojos cuando habla y que es el mismo cuando pierde y cuando gana.

Como Sabina, ahora que tiene un alma que no tenía, ahora que suenan palmas por alegrías... Machín también merece que éstas suenen cuando vienen torcidas. Porque así se hacen los personajes que dejan huella.

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