Argentina, con su pureza potrera casi tribal, transatlántica y salvaje, sigue siendo una referencia principalísima en el fútbol. Una referencia transoceánica que cruza el Atlántico sin perder en el barco su genuina fuerza, de ahí que sus futbolistas sigan triunfando en la más civilizada Europa. Fue la fuerza que puso en su mano izquierda Maradona para tumbar a la muy académica Inglaterra en el Mundial 86, antes de aquel eslalon estratosférico que dejó a tanto inglés tumbado en el césped del Estadio Azteca.

Uno, adolescente e idealista como era entonces, no comprendió la justa injusticia de aquella mano de Dios. Con VAR habría sido imposible que el pueblo argentino hubiera visto cumplida la venganza por la derrota en la Guerra de las Malvinas, nefasto estertor de la dictadura militar.

De entonces a hoy el fútbol ha evolucionado mucho, para bien en la mayoría de los casos. Pero en su búsqueda de la perfección, los reglamentos y su aplicación aún tienen que mejorar. Lo de las manos en el área es la gran asignatura pendiente en nuestro país, tan dado como es a señalar con el dedo al infractor... No es lógico que vaya por la treintena de penaltis pitados por manos en la Liga cuando en la Premier no llegan a la decena...

El fútbol no puede perder su esencia ni contravenir las leyes de la naturaleza. Y los brazos son parte fundamental de la actividad motriz del hombre, incluso en el fútbol. Es algo que deberían saber los árbitros al ver manos en hombros o en accidentales tropiezos en brazos que buscan apoyos o protección. Quien sí ha comprendido la evolución del fútbol desde Maradona a hoy ha sido Correa. Su picada buscando los brazos en el área de Joan Jordán o de Reguilón ilustran tanto de la evolución del fútbol como de la forma en que los argentinos lo entienden. Como dijo Luis Aragonés, el fútbol es para listos. No seamos primos. Por cierto, con VAR quizá River habría sido campeón en lugar de Boca...