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Análisis

francisco josé ortega

Mentir sin el más mínimo rubor

Tratar de confirmar una noticia sobre un fichaje se ha convertido casi en un anacronismo

No es la primera vez que cuento esta batallita ya cercana a las propias del abuelo Cebolleta. Confieso que cuando era aún un niño, después preadolescente y hasta que sobrepasé el rubicón del COU era un verdadero majareta de los fichajes. Eso, incluso, fue inclinándome a estudiar Periodismo y en lugar de ser un consumidor casi patológico de informaciones así convertirme en quien se enteraba el primero para contarlas a los lectores.

¿Y a qué viene todo este sermón cuando se vive la fiebre de los fichajes en estos meses de verano? Muy sencillo, el periodismo, o lo que lo imitan y juegan a ser periodistas, que también los hay, ha entronizado la mentira. Ya no existe el más mínimo rubor en inventar las cosas, en lanzar bulos al aire sin tener ni la más mínima fuente de información para que, al menos, sirva para hacer una criba, para dejar fuera las que son mentira de todas todas. En este caso, la globalización ha sido incluso perniciosa. Sale cualquier rumor en el rincón más recóndito del mundo, aunque sea lanzado por parte de alguien, o algún medio, que tenga una credibilidad cero, y todos lo repiquetean como si se tratara de la mayor de las verdades juradas sobre una Biblia. Nadie pregunta absolutamente nada, nadie tira de sus fuentes, si es que la tienen, para que les confirmen el más mínimo dato o reciban un desmentido.

Todo se encamina a colocar la noticia, a posicionarla en el argot de los tiempos que corren, para generar los correspondientes pinchazos en la misma. Y qué más da si Mario Hermoso cuesta 40 millones de euros y ya tiene más que cerrado un acuerdo con el Atlético de Madrid, venía en un párrafo de la agencia Efe que el Sevilla lo quería, se lanza y si es mentira, pues una más, a quién le importa. Y así una, y otra, y otra, mientras los responsables deportivos de los dos clubes sevillanos esbozan una sonrisa de impotencia para sus adentros. Por no llorar, claro.

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