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Cuando mis hijos eran pequeños, cada noche, antes de cerrar los ojos, rezábamos el Padrenuestro. Siempre me ha emocionado recordar esos años llenos de inocencia. La media lengua con la que, sin darse cuenta, relataban de corrido, casi aguantando la respiración, lo que su madre les mandaba rezar. "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre...". Ahora son adolescentes y con demasiadas distracciones a su alrededor, pero esa oración, la primera que aprendieron, es el asidero al que todos nos agarramos en muchos momentos de nuestras vidas. "Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".

Mi hijo dice que lo reza antes de enfrentarse a un examen. ¡No sabe que Dios no entiende del Código Civil! Lo rezamos en momentos de apuros, cuando damos las gracias, cuando no sabemos qué hacer, cuando estamos desesperados. Lo rezamos cada domingo y en fiestas de guardar, lo rezamos en mil idiomas, traspasa fronteras, razas, ideologías... "Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también perdonamos a los que nos ofenden".

Recuerdo un Padrenuestro muy especial. Lo recé en una cocina entre cacerolas y fogones encendidos. Carmen Mari, una mujer cristiana, comprometida, valiente y generosa, me propuso hacer un reportaje en la cocina de su casa mientras hacía pestiños. Carmen Mari tiene la oración muy presente, cada día y en cualquier circunstancia. ¿Por qué no rezamos un Padrenuestro mientras cocinamos?, me preguntó. Y así lo hicimos. Mientras extendía la masa de harina sobre la encimera y entre olores a matalauva y ajonjolí, rezamos el Padre Nuestro. Fue intenso, profundo, masticando cada palabra, sintiéndola, siendo consciente de lo que estábamos diciendo y con el absoluto convencimiento de que allí estaba Dios. Una sencilla oración que nos llenó de paz. Siempre agradeceré a Carmen Mari esa tarde. Para ella la oración es un bálsamo diario con el que se enfrenta al día a día. Una necesidad que alimenta y enriquece su alma, como nosotros hemos hecho ahora. Casi sin darnos cuenta. "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén".

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