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Análisis

Fátima Herranz

Pérdida de momentum generalizada

La economía global ha afrontado a lo largo de los dos últimos años un contexto de elevadas incertidumbres, marcado primero por la crisis sanitaria y sus implicaciones en las cadenas de suministro y la inflación, y a partir del pasado mes de febrero también por la guerra en Ucrania. Una sucesión de hechos que ha configurado un entorno socioeconómico y geopolítico complejo, y que ha provocado una pérdida de momentum sostenida y acelerada en los últimos meses. Los indicadores adelantados no dejan lugar a dudas, con el PMI compuesto global consolidándose en noviembre en terreno de contracción. En la misma línea, la última lectura del Composite Leading Indicator de la OCDE, diseñado para anticipar puntos de inflexión y fluctuaciones económicas, ha vuelto a constatar el deterioro generalizado de las perspectivas de crecimiento.

Entre las principales economías de la OCDE destaca la desaceleración continuada de la actividad en EEUU y en la Eurozona, con una mayor ralentización en Alemania, Francia e Italia frente a España. En nuestro país, la significativa moderación de la inflación, la positiva evolución del empleo y la mejora de las expectativas en el sector servicios habrían contribuido a estabilizar el crecimiento, lo que descarta por el momento una contracción del PIB en el último trimestre de este año.

A la espera de cerrar este complejo 2022, las perspectivas de cara a 2023 seguirán condicionadas a la baja por la persistencia de elevadas presiones de precios, el endurecimiento de las condiciones financieras a medida que los bancos centrales suben los tipos, las tensiones geopolíticas y la desaceleración de la actividad en China.

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