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Análisis

Pablo Colón Perales

Salud

Puerto seguro de los sencillos de corazón. Memoria, presente y profecía

Buscad y encontraréis. Caminaba el Nazareno entre la multitud en esa hora incierta y dorada de la tarde de marzo. Había llegado al corazón de la ciudad como va adentrándose a nosotros al alba del Viernes Santo, azul oscuro sobre las primeras luces cálidas. Llegaba acompañando por el sereno y digno rompimiento de los suyos, como van llegando cada Madrugada para traer a su Señor bajo el madero de la cruz. Siempre un rumor sordo que se va acercando. Siempre un oleaje contenido de devoción que arriba a las barbacanas de nuestra memoria y presente. Memoria de recogidas al mediodía en San Román y presente esperanzador en su Santuario. Puerto seguro de los sencillos de corazón. Memoria, presente y profecía. Llegaba en contraluz el último sol de invierno del Aljarafe para saludar el rostro del Señor de la Salud. El mismo sol por Laraña que cada Miércoles Santo abraza la figura de perfiles zurbaranescos -por suavidad más que esculpidos- del Crucificado de Burgos. Y ahí, en ese instante, acampó la Palabra. "Sus heridas nos han curado". Dentro de la clausura intuida de la Iglesia de la Anunciación, el Nazareno que aproxima su mano despegada de la Cruz para alcanzarnos. Fuego interior al fondo de nuestras cosas y de nuestras verdades en descampado. El Nazareno nos tiende la mano y nos interpela.

En medio de la humanidad, tan habituada a recorrer los caminos del dominar, del poder, la presencia del siervo que se pone en medio para dar la vida es algo inaudito, es como una fuente que mana en el desierto. La Pasión del Siervo de Dios orienta nuestra mirada para poder ver la luz redentora en medio de la oscuridad. Abrazamos en este madero el que "sus heridas nos hayan curado". Fuente de Salud para el encontradizo con Él. Se marchaba de nosotros como cuando ha pasado de recogida la cofradía y nos deja algo verdadero en nuestro corazón.

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